¿Qué esperar de una presidenta?

Ahora que empieza a gobernarnos una mujer presidenta, la primera mandataria, vale la pena hacer algunos comentarios al respecto. México llega tarde en este aspecto. En América se han dado ocho casos de mujeres presidentas y una primera ministra, algunas de ellas elegidas dos veces. Gobernaron diferentes países: Argentina, Nicaragua, Chile, Costa Rica, Brasil, Bolivia, Panamá, Canadá y ahora México. Tenemos algo que revisar.  

¿Qué esperamos de una presidenta? Buena pregunta. En algunas cosas deberíamos esperar lo mismo: honestidad, capacidad, patriotismo, como de cualquier gobernante. En cambio, por el hecho de ser mujer, podríamos pensar también en otras cualidades, que no necesariamente significan que sean mejores o no. Simplemente diferentes: otro sentido de las prioridades, un uso más importante de la inteligencia emocional, conciliar de modo diferente, más confianza en su intuición.  Eso lo esperaríamos de las dos candidatas que contendieron, independientemente de sus posiciones políticas. También esperamos que sea una mujer con fortaleza, decidida. Por otro lado, tenemos que cuidar que no caigamos en prejuicios. No todas las mujeres son iguales, cómo no lo somos los hombres. 

Para decirlo de una manera muy clara, hay que evitar el tema del machismo. Uno que se da en ambas vertientes del espectro político, tanto del lado opositor como del lado de la 4T. Algunos hablan de que la presidente Claudia Sheinbaum no será verdaderamente presidenta, sino una vicepresidenta. En su machismo, consideran que por ser mujer no tendrá la capacidad de tener libertad de acción y que tendrá que ser dirigida a control remoto por el presidente anterior. Algo que se ha visto también en otros casos: en algunos países, se consideró que la presidenta ha sido colocada en el puesto por su propio marido, con el propósito de gobernar a través de ella. 

Del otro lado, nos encontramos también que la así llamada izquierda, considera a la doctora Sheinbaum como alguien que tiene la capacidad de dar continuidad y les da confianza a los miembros de la 4T, precisamente porque piensan que no tendrá capacidad de gobernar de una manera diferente. Consideran que la está vigilando Andrés Manuel y no le permitirá cometer errores. Una situación interesante es cómo se manejan los slogans en este sentido. Muchos de ellos dicen que “es un honor estar con Obrador”. Prácticamente no se escucha decir “es un honor estar con Claudia Sheinbaum”. Porque se les considera en ligas diferentes.

La verdadera aceptación de la mujer como gobernante, sea presidenta o primera ministra, tiene que ver con un reconocimiento de su aportación. Hay que considerar que son elegidas porque verdaderamente son las que mejor cumplen las necesidades del electorado, y no meramente porque hay que imponer cuotas artificiales. 

¿Qué deberíamos de esperar de una presidenta o primera ministra? Deberíamos de esperar, entre otras cosas, que gobierne para todos. Desde luego, la doctora Sheinbaum ha prometido gobernar para todos, pero básicamente no se cree verdaderamente que esto ocurra así, por ninguno de los dos bandos. 

 ¿Qué futuro podemos esperar? Es muy difícil de pronosticar. La oposición, que sigue todavía en un modo de campaña, como si las cosas no hubieran cambiado, tampoco está en una condición de reconocer y colaborar con este gobierno. Ojalá pudiéramos lograr un concepto incluyente, donde aceptemos que puede haber diferentes maneras de gobernar sin que necesariamente todas ocurran en el mismo orden, con las mismas prioridades. Y de la misma manera, ojalá tuviéramos una gobernante dispuesta a escuchar a la ciudadanía, no una que solo escuche a sus adeptos. Una presidenta que renuncie a la aplanadora legislativa, una que acepte contrapesos, que no tenga como lema “aquí mando yo”.

Hay que influir en diferentes niveles para lograr, de este gobierno, un enfoque femenino. Aceptar que lo femenino tiene el mismo valor que lo que pueda tener lo masculino. Y esto, que lo deseamos a nivel de la sociedad civil, también es particularmente importante en el sector privado. En aspectos como familia, educación, sociedades intermedias, tenemos que encontrar soluciones que sean aceptables para todos, aunque no sean particularmente homogéneas. 

Hay que aprovechar las capacidades de las mujeres gobernantes para enriquecer y mejorar nuestra Sociedad. Incluir a mujeres, no sólo en los más altos niveles: en todos los niveles del Estado. Presentar este hecho de una mujer gobernante, al más alto nivel, como la demostración de que las mujeres tienen un papel fundamental en la vida de la Sociedad.

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