Visionarios

Conocí a Dick Morris en la campaña presidencial de Vicente Fox; un personaje con un conocimiento impresionante sobre la historia del poder político y de sus protagonistas; pero, sobre todo su experiencia en el desarrollo de estrategias y de la política práctica. Dick fue asesor de varias figuras públicas en Estados Unidos, y junto a James Carville, trabajó para la campaña presidencial de Bill Clinton, quien ganó la presidencia; por cierto, esa historia quedó bien plasmada en la película “Primary Colors”

También tuve la oportunidad de verlo en acción cuando trabajé junto a él en una campaña presidencial en Guatemala, donde seguíamos periódicamente los estudios de opinión y ahí pude observar la forma como interpretaba las investigaciones de opinión pública, hasta plasmarlas en spots simples pero significantes.

La historia de Dick es fascinante, pasó por la Casa Blanca y probó las mieles del poder y sus excesos; tuvo caídas escandalosas por su adicción al alcohol, que superó hasta reconvertirse y regresar para guiar a nuevos personajes políticos y a candidatos en varios lugares del mundo. En la época que trabajé con él, leí dos de sus libros, que no eran obras teóricas ni de academia, y mucho menos de esos típicos libros que abundan ahora, nada serios, que suelen surgir de merolicos que repiten lo que oyeron en algún curso. 

Aquí solo citaré “Juegos de Poder” y el “Nuevo Príncipe”, dos libros que algunos aspirantes a la política deberían leer porque siempre menciona casos reales.

En alguno de sus capítulos pude entender la diferencia entre un político visionario y uno que sólo se acomoda a las circunstancias. Estos últimos son los típicos políticos que cuando “viene la revolución se hacen revolucionarios” y creen que esto les hace sabios y “visionarios”; pero ese tipo de políticos abundan, y por eso el ciudadano común desconfía plenamente de ellos. Ir con la corriente no tiene ningún mérito, como decía Chesterton, hasta “las cosas muertas pueden ser arrastradas por la corriente, sólo algo vivo puede ir contracorriente”.

La política acomodaticia es la que ha generado la ola de decadencia de las burocracias políticas actuales y las vemos en todos los partidos políticos. 

Los líderes visionarios son los que realmente se comprometen con su forma de ver la vida y la sociedad, tienen claro quiénes son, que quieren, quien es el prójimo y quien es su Dios. Así conforman una fuerza basada en sus valores y sus sólidas ideas, que pueden realmente perfilar un verdadero cambio en la sociedad. Estos son los verdaderos líderes visionarios y estadistas.

Esta pasión visionaria les hace esperar y detectar el momento oportuno para imponer y demostrar que su mensaje tenía razón. Al capítulo que trata sobre este tema, Dick le llamó “Mantenerse fiel a sus principios”.

Dick muestra que “la persona que elige plantarse indómita en sus instintos y allí permanecer, espera que la historia, tras una serie de derrotas, lo conduzca hacia la victoria final”. Hoy, por ejemplo, el líder mexicano que plantee con firmeza el fracaso económico que sobrevendrá si se mantienen las políticas populistas actuales, captará toda la credibilidad en el futuro cuando se desplome la economía, como suele pasar en el populismo. En cambio, hoy lo que tenemos son personajes de la oposición que aplauden al populismo e incluso lo imitan; es decir no logran diferenciarse y se acomodan al momento. Estos personajes nunca tendrán un legado y serán parte de los culpables cuando el péndulo de la historia gire al otro lado.

Claro que el mensajero debe estar cargado con una fe puesta en el futuro y mantener un persistente ánimo de optimismo, vigor y decisión para que cautive a sus seguidores; pero, sobre todo que tenga la habilidad de no alimentar la polarización, porque mucha gente que no es partidista, está hasta la coronilla de los choques de amargura y enojo.

Charles De Gaulle solía decir que “la deliberación de la tarea es de muchos hombres. Pero la acción, es de uno solo”. Ahí está el liderazgo visionario que trabaja hacía el futuro y prevé las tendencias actuales.

Cuando una persona pierde sus principios, pierde su supremacía moral, y esto lo llevará a quedar invadido de temores y preocupaciones, que sólo nublarán su capacidad de resolución y de acción. Podrá ser parte de la maquinaria burocrática, pero nunca un líder transformador.

Los personajes de la oposición corren el riesgo de llenarse de temor ante el poderío que hoy muestra el partido en el gobierno, y muchos optarán por acomodarse sin pelear, perdiendo su credibilidad ahora y cosechando la vergüenza en el futuro. 

Finalmente, los típicos personajes del poder toman decisiones basadas en el miedo o en el interés; solo unos cuantos visionarios y estadistas quieren poner su nombre en la historia, mirando más allá de la coyuntura diaria, y elevando su mirada para obtener un triunfo para su causa y la de sus seguidores.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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