El info-anecdotario final

FOLKLORE VARIOPINTO

Exactamente como le gusta; tal cual como lo necesita el halo narcisista y siguiendo el modelo de Chávez, Ortega, Erdogán, Maduro o Perón, se le veía realizado, feliz, entusiasta y pleno. Una especie de Consumatum est se reflejaba en su sonrisa, en la forma de levantar las manos logrando que el sobrepeso se diluyera. 

No era para menos, de acuerdo con El Financiero, el presidente termina con el 65 por ciento de popularidad y sus fans lo saben, como igualmente saben que hoy son una mayoría edulcorada, pero mayoría al fin.

MÁS ALLÁ DE LAS CIFRAS

Radio Fórmula publicó una encuesta donde el 12 por ciento opina que el evento presidencial es “más de lo mismo”; en la publicación misma, el 56 por ciento sostiene que todo lo dicho conforma el equivalente a “muchas mentiras”. El dato interesante es que solo el 23 por ciento se manifestó “de acuerdo”; y un 9 por ciento, que externó un “no me interesa”.

Sin embargo, alejándose del formato costumbrista rebasado por la nueva liturgia, el contexto se empañó con el despido de Jorge Castañeda, de Aguilar Camín, del maestro De la Calle, de Denisse Dresser y el anuncio de que Gómez Leyva deja el noticiero y va a vivir fuera del país; además del anuncio de que el “académico de la lengua” Fernández Noroña, ocupará los altares legislativos por un rato. El aroma a venganza sigue flotando en el aire.

LA PLEITESÍA DESBORDADA

El sol a plomo sirvió de telón de fondo para disfrazar el sudor y los manchones de maquillaje de quienes se encontraban en primera fila de aplausos.

No fue y nunca será suficiente para el caudillo carismático, el tiempo dedicado a la verborrea. Siempre es necesario agregar más ideas que se agolpan en la cabeza, decirlas, agitar las manos para reforzar el contenido y levantar la voz, para provocar que los organizadores inicien la tanda de aplausos que corresponde, aunque no se tenga ni una peregrina idea de los conceptos vitoreados.

Fueron muchas las ocasiones en que el presidente improvisó, haciendo más lento el discurso porque algunas ideas no acaban de salir por la lengua. Casi a los 60 minutos del mensaje, el cansancio y el peso corporal demandaron atención. Los pies se alternaban para intentar un descanso efímero. 

Unos minutos después, el tedio y la pesadez del acto provocaron que las hojas impresas con el mensaje se levantan del podio que para esos instantes servía ya de recargadera para los antebrazos presidenciales.

Surgió una caterva de datos, porcentajes, comparativos que, además de aburrir al respetable, acrecentaron un soporífero momento que también impactó en la tribuna presidencial.

Y aunque las cámaras se empeñaron en panear sobre una audiencia tan sudorosa como atenta, en la parte trasera de la sillería, la gente deambulaba, daba vueltas por varios lados sin que las cifras desgranadas provocaran algún tipo de entusiasmo.

El siempre característico ingenio del mandatario llegó en su apoyo. Sin poder esconder el aburrimiento, la genialidad –por enésima vez- llegó en su auxilio. Las improvisaciones, mal hiladas y descontextualizadas, llenaron la plaza pública con anécdotas, crónicas, recuerdos y bromas solo celebradas por el mandatario. 

El público emitía bostezos llenos de historia, de ideologías disolventes, de comentarios deshilvanados y frases hechas que en algún momento de la vida fueron aprendidas “para toda ocasión”.

Cuando se agotó este recurso retórico, de la chistera presidencial surgieron las loas, los elogios, la descripción de virtudes y las florituras literarias para ella. Ella sonreía mientras el zócalo aplaudía a rabiar. Ante las alusiones directas a su persona, eventualmente mostraba algunos dejos de sencillez y místico candor que, como elegante perfume de gardenias, daba su mejor tiro a las cámaras de Jesús Ramírez.

Como el momento no podía alargarse más, se reiteraron las improvisaciones revistadas ahora de señalamientos contra los oligarcas, de alabanzas al pueblo dócil y bueno; de amenazas y bravatas contra demócratas y republicanos acusándolos de injerencistas. Faltaba más en esta demostración de poderío en declive.

Y para evidenciar que sigue y seguirá presente –porque, evidentemente, duele dejar el poder- llegarían las proclamas de “presidenta… presidenta… presidenta”.

El mayor problema es que la maldita realidad los desenmascara, con toda la coreografía de un Sexto Info-Anecdotario para la historia, que flaco favor le hace a un improvisado y desordenado “Segundo Piso”.

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