Inundaciones en el Valle de México

Reportaje que no falta en ningún noticiero televisivo de estas semanas es el que hace referencia a las inundaciones provocadas por los aguaceros de la temporada.

Y es así como vemos automóviles flotando en Chalco, en Ecatepec, en el Viaducto de la Ciudad de México, en Tlalnepantla, en Tultitlán y –como remate- que los fuertes vientos hayan arrancado árboles que acabaron desplomándose sobre coches estacionados.

Lo mismo de todos los años en esta temporada de lluvias que suele ir desde fines de mayo hasta mediados de octubre.

No se necesita ser profetas para advertir lo que ocurrirá de modo inevitable: En esta temporada se producirán inundaciones, se desquiciará el tráfico y serán muchos quienes pierdan su patrimonio familiar.

Y lo peor del caso es que sabemos que todo eso ocurrirá fatalmente pero que nadie hará nada por evitarlo.

Algunos sujetos pedantes que se las dan de intelectuales, buscando impresionar a unos cuantos bobalicones que le invitan un café, le echarán la culpa de todo esto nada menos que a Hernán Cortés.

“Sí”, dirán con el convencimiento propio de un académico, “Cortés tuvo la culpa porque, en vez de fundar la Ciudad de México en Coyoacán –cuyo terreno es firme- lo hizo sobre las ruinas de Tenochtitlán que se hallaba en medio de la laguna”.

Pudiera ser. Sin embargo, Cortés en su momento tuvo motivos políticos para tomar dicha decisión como fue el evitar una posible rebelión de los indios que solían congregarse en las ruinas del Templo Mayor.

No se puede ir contra la naturaleza y el hecho de que el Centro Histórico (antigua Tenochtitlán) se encuentre en un altiplano propenso a las inundaciones por las aguas que bajan de los volcanes y montañas que rodean el Valle colocan a la Ciudad en una posición vulnerable.

A lo largo de los siglos, los diferentes gobiernos que hemos tenido han tratado de resolver un problema que es crónico.

Y fue así como, en una labor que duró muchísimos años, se procedió a secar el Lago de Texcoco con lo cual aquella zona quedó convertida en un desierto árido y salitroso que muy pronto fue habitado por campesinos que llegaban de provincia. Fue así como surgió el populoso municipio de Ciudad Nezahualcóyotl.

No obstante, y aunque suene ridículo, gran parte de las inundaciones que padecemos en el Valle de México se deben al descuido de los gobernantes que hemos padecido a través del tiempo.

Presidentes van y presidentes vienen. Gobernadores van y gobernadores vienen. Alcaldes van y alcaldes vienen.

Y todo sigue igual…

Por ejemplo, es deficiente –por no decir nulo- el mantenimiento que se les da a las coladeras en la vía pública. Muchas de ellas no solamente se encuentran atascadas, sino que incluso allí crece la yerba.

Con lo fácil que sería que ya desde enero –en plena temporada seca- se procediera al desazolve de las coladeras.

Si eso se hiciera, el agua pluvial encontraría su salida, irían directamente al drenaje subterráneo y desde allí al Gran Canal que la sacaría del Valle.

Gobiernos van y gobiernos vienen. Jamás se desazolvan las coladeras y es tanta la cantidad de vegetación que crece en ellas que allí podrían sembrarse patatas o maíz.

Así pues, queridos amigos lectores, dejémosle de echar la culpa a un Hernán Cortés que falleció hace más de cuatrocientos cincuenta años.

Hay que reconocer que la culpa la tienen las autoridades de este ya muy avanzado siglo XXI; autoridades que prefieren encogerse de hombros, inaugurar obras de relumbrón y no atender las que en verdad son urgentes.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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