Las relaciones profesionales duraderas se nutren de nuevas razones y de asuntos afines en los que dos o más enriquezcan su comprensión o posibilidades de actuar.
Algunos lo hacen con enorme naturalidad. Conocen gente continuamente y conectan rápido con su interlocutor. Saben identificar ambientes comunes, gustos similares e intereses compartidos. Generan una o varias razones para conversar y, más temprano que tarde, vuelven a ver a esa persona con propósitos específicos.
Otros batallan enormemente. Conocen gente por goteo y son tan reservados con sus nuevos interlocutores que difícilmente advierten algo en común. La breve interacción dificulta la identificación de intereses comunes. Con excepciones, eso no produce razones para seguir conversando y un nuevo encuentro queda subordinado a la casuística de la vida.
En los negocios y en la vida misma, deberíamos ser capaces de construir relaciones razonablemente duraderas con cualquiera. Esa, sin embargo, es una habilidad que –extrovertidos e introvertidos– debemos perfeccionar con congruencia intencional.
Son muchas las formas y actos que nutren una relación profesional duradera, pero señalo tres que veo muy útiles para perfeccionar:
1) Mapea las preocupaciones afines.- Sea la evolución de un mercado, los riesgos de una nueva tecnología o una sencilla consternación por la evolución de determinado tema empresarial. Tener lo más claro posible qué le preocupa y ocupa a cada una de tus relaciones cultivadas te permite tocar los botones adecuados cuando el contexto conversacional lo requiera o cuando las circunstancias te inviten a poner tal o cual cosa en su radar. Pocas cosas facilitan tanto la conversación con cualquiera como un conjunto claro de preocupaciones compartidas.
2) Crea razones para el contacto continuo.- Las personas no siempre tenemos razón explícita para vernos. Las más de las veces las tenemos que producir. Puede ser en periodicidades variadas o en ambientes muy diversos. Pueden ser interacciones presenciales o en canales digitales múltiples, pero bien dice el dicho ‘santo que no es visto, no es adorado’.
Al margen de desayunos y comidas, los eventos de todo tipo resultan espacios idóneos para convocar y reunir a gente diversa con la que vale la pena interactuar esporádica o continuamente.
3) Nunca descuides la reciprocidad.- En el fondo, una relación profesional duradera es una relación de intercambio en algún sentido. Es una correspondencia mutua de una persona con otra. Por ello, si te invitan a algo, cuida invitar tú la próxima ocasión. Si te comparten cierta información o te ofrecen un contacto, asegúrate de que puedas tu reciprocar en la primera oportunidad en el futuro cercano. Las relaciones productivas son avenidas de doble carril, con uno de ida y otro de vuelta.
Las buenas relaciones –las que vale la pena tener y mantener en el tiempo– no se conservan en estado óptimo de forma gratuita. Deben mantenerse funcionales, armónicas y razonablemente útiles. Eso requiere trabajo, conexión continua y tiempo eficientemente dedicado. Las relaciones más sólidas que no son atendidas y recíprocas se secan rápido.
La simpatía, un adecuado conjunto de detalles, el atractivo de poder o la inteligencia persuasiva ayudan, pero no resuelven por sí solas. Las relaciones profesionales duraderas se nutren de nuevas razones y de asuntos afines en los que dos o más enriquezcan su comprensión o posibilidades de actuar. Y es que las relaciones profesionales no son un quién, cómo algunos sobresimplifican, sino un qué y un para qué que acabas disfrutando con alguien con el inevitable paso del tiempo.
Empresario y conferencista internacional
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