El papa Francisco recibió en la mañana del sábado 15 de junio a un grupo de directivos de distintos bancos y grandes empresas internacionales. Todos son miembros de la iniciativa Mercados Sostenibles (Sustainable Markets), una red lanzada el año 2020 para fomentar los principios de la encíclica “Laudato si” desde el mundo de la empresa y la banca.
Para eso, advirtió, tendrán que tomar “decisiones valientes”, y entender que a largo plazo eso paradójicamente será la inversión más fructífera, en el terreno económico. Les planteó enfrentarse a tres grandes desafíos: el cuidado del medio ambiente, el cuidado de los pobres y el cuidado de los jóvenes.
Es de observar la lógica de estos tres ámbitos elegidos por el papa. En el medio ambiente tenemos los recursos necesarios. Unos se pueden aprovechar directamente como son las frutas o las verduras. A base de ellos se pueden hacer productos alimenticios, y también extraer algunos elementos para mejorar la salud o combatir las enfermedades. Ofrecen una plataforma para solucionar muchas necesidades humanas y de los demás seres vivos.
Cuidar a los pobres es una actividad donde se manifiesta la solidaridad más desinteresada pues no se prevé, al menos de inmediato, una correspondencia. Esta actividad desarrolla la afectividad y lleva a practicar una caridad muy noble y ejemplar. Aunque no todos, muchos de los que reciben ayuda podrán llegar a ser personas capaces de sustentarse y ayudar a los demás.
Obviamente el cuidado de los jóvenes es el modo más natural de forjar el futuro.
Ese encuentro lo introdujo la religiosa italiana Alessandra Smerilli, salesiana de Don Bosco, doctora en Economía Política y la mujer de mayor rango en el organigrama vaticano actual, y probablemente en la historia de la Santa Sede, pues es la Secretaria del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.
El Papa en su discurso hizo ver que las grandes empresas no solo ofrecen “opciones de consumo, ahorro y producción” sino que incluso “condicionan el destino de los gobiernos, las políticas públicas nacionales e internacionales, la sostenibilidad del desarrollo”. La creatividad desarrollada en la empresa muchas veces es la más creativa y va por delante de la del Estado.
Además, les dijo: “Ustedes se encuentran, por lo tanto, tomando decisiones que impactan a miles y miles de trabajadores e inversionistas, y cada vez más a escala global”.
Abundando en el tema ecológico, el Papa aseguró: “Nos encontramos en un momento de grave crisis ambiental, que depende de muchos asuntos y muchos factores, entre ellos opciones económicas y empresariales de ayer y de hoy”. Insistió en lo siguiente: “Ya no basta con respetar las leyes de los Estados, hace falta avanzar más rápido, es necesario innovar anticipando el futuro, con opciones valientes y con visión de largo alcance que se puedan imitar”.
Así, “la innovación del emprendedor de hoy debe estar ante todo innovando para mejorar el cuidado de la casa común”.
Como es su costumbre, mencionó a los pobres para animar a incluirlos en la empresa, a no descartar a nadie, ni a los trabajadores, ni especialmente a los más frágiles. Alertó para evitar cierta meritocracia que tiende a justificar y legitimar la exclusión de los pobres, juzgándolos culpables de su propia pobreza.
El Papa pidió no conformarse con “un poco de filantropía”. El desafío que plantea es el de incluir a los pobres en las empresas, para que sean recursos de una ventaja común. Pidió soñar con un mundo en el que los descartados puedan convertirse en protagonistas del cambio. Esto último ya lo hizo Jesucristo.
A los jóvenes, los presenta el Papa como pobres en recursos, oportunidades y futuro. Para aprender, el joven requiere ser acogido, y no aprende ningún oficio sin hospitalidad corporativa. Eso significa recibir generosamente a los jóvenes, incluso cuando no tienen la experiencia y las habilidades requeridas, porque un oficio se aprende solo trabajando. Por eso animó a los presentes a ser generosos, a integrar a los jóvenes en sus empresas, dándoles un anticipo del futuro.
En el trabajo cada joven vive su propia experiencia y si la actitud es abierta y paciente se desenvolverán con confianza, sin temer a cometer errores. Pero con el deseo de hacerlo cada vez mejor. De la experiencia vivida aprenderán a conocer mejor sus reacciones ante los adelantos y también ante los errores. El hecho de dar resultados les hará superarse para conservar el empleo.
Lo que aprenden en el trabajo es estar en un ambiente distinto al muy conocido del hogar, allí están fuera del hogar y casi siempre es la primera vez de esta experiencia, y según la vivan podrán entrar con más seguridad a otros. Y en concreto a trabajar seriamente en equipo y deben dar resultados, deberán opinar sobre el modo de resolver los problemas y aprenderán a escuchar a los demás en ese tema. Y llevarse bien, aunque les sorprendan otras opiniones, de una actitud abierta saldrán verdaderas amistades, aprenderán a opinar a tiempo y aceptar otras propuestas contrarias a las suyas y tal vez mejores. También a defender sus planteamientos, a tener fortaleza para decir y para aceptar lo más adecuado. Todo eso es un gran adelanto personal y colaborativo.
Además, los resultados al ser corporativos necesitan del compromiso de todos, lo personal pasa a un segundo plano, son necesarias las aportaciones de todos, unos a otros se complementan y cada uno en su lugar viven la solidaridad participativa. Es un modo práctico y concreto de conocerse y conocer a los demás integralmente: sus sentimientos, inteligencia y voluntad.
Una vez más, la intervención de Su Santidad, con su innovador enfoque, abre múltiples vías de participación perfiladas ya en la Encíclica Laudato sit.
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