Hay problemas que son personales, familiares, sociales, nacionales, internacionales y hasta mundiales, aunque para cada persona, sociedad o nación el problema es de diferente intensidad y las causas muy diversas y el problema al que estamos haciendo referencia es al de la drogadicción.
Para quienes lo padecen de forma directa o muy cercana en algún familiar o amigo es seguramente abrumador y buscar soluciones primordial, sin embargo para todos resulta un tema de mucha preocupación por el daño que infringe a la sociedad, y es casi imposible permanecer indiferente ante el mismo cuando todos los días en todos los medios salen noticias a cerca de la violencia que ejercen los llamados cárteles que controlan no solamente el mundo de las drogas sino otros muchos aspectos de la delincuencia organizada.
Mucho se discute acerca de cuales son las acciones más adecuadas para dicho combate, y esta discusión ha llegado a ser un tema político cotidiano, donde las posiciones son diametralmente opuestas y van desde el extremo de no hacer nada hasta el del enfrentamiento total, pasando por soluciones intermedias, que incluyen medidas de control financiero que son poco aplicadas.
Inclusive para nuestro país este problema es motivo de situaciones de orden internacional, pues para nuestro vecino del norte la culpa de todo es el fracaso de las políticas nacionales para el combate del narcotráfico, sin poner la debida atención a lo que ocurre en su propio territorio.
Pero para la gran mayoría de la población que puede opinar, pero poco actuar, tal vez lo que si puede hacer es ver si parte del problema no se origina en las mismas familias, pues muchos de los jóvenes que caen en el problema no es solamente porque sean inducidos a probar las drogas, sino por problemas de orden interno que al tenerlos en una inestabilidad emocional y espiritual buscan un camino alternativo para sentir que pueden lograr la estabilidad que están buscando.
La familia en la actualidad se encuentra sometida a muchas presiones y juicios ideológicos y situaciones de orden económico, social y aún político, y siendo desde luego el medio natural fundamental para educar y formar a niños y jóvenes merece un análisis que pocos hacen a profundidad.
En un mundo tan competitivo y materialista, donde la comodidad y la satisfacción son de los principales elementos de motivación para la búsqueda de metas, es imposible que la educación no se vea influida, y si es perfectamente legítimo que se eduque para lograr éxito y satisfacción, se debería antes sembrar los valores universales trascendentales más profundos en el alma y en la mente de los niños y de los jóvenes, donde el bien, la verdad, la serenidad, la justicia, la amistad, la comprensión, la confianza, la generosidad y la humildad entre otras se conviertan en la esencia de sus personas, desde luego y muy importante la búsqueda del sentido de la vida que muchos lo encuentran en la fe religiosa, y hablarles no solamente de metas, sino también de ideales y sacrificio y de saber reconocer las faltas y caídas pero para levantarse de las mismas con espíritu renovado.
Me parece que es mucho lo que podemos y debemos hacer para lograr que los jóvenes se sientan no solamente con las armas de conocimientos técnicos y científicos, sino de formación de carácter para que puedan enfrentar a los problemas que se les presenten en la vida con fuerza de espíritu y no se dejen fácilmente seducir por la alternativa aparentemente fácil del camino de las drogas, que finalmente resulta el más caro porque muchas veces el precio que hay que pagar es la vida misma.
Te puede interesar: La democracia no aplica para todo
* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com
Facebook: Yo Influyo