Hay términos que se utilizan constantemente, sobre todo por los políticos sin mayor análisis de su contenido o consecuencias, muchas veces solamente como una manipulación propagandística, y uno de ellos es la “democracia”, y se utiliza también para justificar muchas acciones que terminan por ser equivocadas al pensar que por una acción democrática todo queda justificado como si fuera decreto divino.
Hay en el día a día una multitud de acciones que por sentido común no podrían ser dictadas por una acción democrática, por ejemplo, por democracia no se puede elegir entre la población en general quién puede ser piloto de un avión, o realizar una cirugía, o diseñar una máquina, o escribir una novela, o impartir una clase de matemáticas o filosofía, para todo lo anterior y mil actividades más se requiere de estudios y capacitación y experiencia.
Ya lo decía Anacleto González Flores: “El sentido común –viejo e infalible consejero y que ha asistido a la fundación y ruina de muchos imperios- había enseñado y dicho al oído de todos los hombres, que aún para fabricar un clavo se necesitaba haber hecho un largo aprendizaje bajo la dirección de un maestro y haber adquirido un adiestramiento especial. La democracia ha intentado hacer fracasar el sentido común en todo lo que se refiere a la dirección y gobierno de los pueblos […]Porque es una mentira que cada ciudadano, solamente por serlo tenga “alma de rey”[…] para penetrar al santuario donde se hacen y se dictan las leyes, basta con haber seducido a varios centenares de electores, y este oficio supera sin medida en ventajas pecuniarias y políticas al oficio de herrero; claro está que muchos yunques y muchos talleres están abandonados para buscar la entrada a la fragua donde se hacen las leyes y donde se dictan los destinos de los pueblos. Y la gran mentira del sufragio universal se ha propagado con la rapidez de un contagio. Y son muchos los que viven en espera de que llegue el instante de salir de entre el polvo de su cabaña y de la miseria inmensa de su propia nada, para subir en hombros de la democracia, sin más esfuerzo que un pacto con algún político o un arranque de audacia y cinismo”.1
Es por estas razones que resulta preocupante que una reforma constitucional pretenda que los jueces y magistrados sean elegidos por voto popular y no por un examen riguroso que evalúe no solamente los conocimientos sobre las leyes sino la trayectoria de los candidatos tanto profesional como personal, de tal manera que dentro de lo posible se asegure que su trabajo se realice de forma más profesional e imparcial y la ciudadanía pueda recibir la justicia que busca.
Habrá que estar muy atentos al desarrollo de las diferentes actividades que se están realizando respecto a este tema y participar dentro de lo posible para trabajar en la forma de encontrar que las reformas sean a favor y no en contra de la eficiencia del Poder Judicial.
González Flores Anacleto. Tú Serás Rey. Pg 15. Jus México 1961
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