No hay carro completo

En México, los ciudadanos logramos que no hubiera carro completo. La próxima presidenta debe dialogar con la oposición para gobernar nuestro país dentro de los límites que le impone la Constitución. Ahora, nos quieren quitar eso.

Nos tienen un poco distraídos. Los foros del Poder Judicial, la consulta que no es consulta sino una encuesta, audiencias que se anuncian con la advertencia de parte de algunos de que serán sólo para escuchar. La candidata electa no puede preparar su gobierno ni sus ideas porque tiene que estar al lado del presidente haciendo compromisos para que los logros le sean atribuidos a López Obrador y no a la presidenta entrante.

Mientras nos distraen, el fraude a la ley, a la Constitución y a la voluntad popular se está cocinando para manipular el número de curules en el Congreso de la Unión. El Poder Legislativo está integrado por la Cámara de Diputados y la de Senadores. En ambas cámaras las decisiones se toman por mayoría absoluta, que es la mitad más uno; mientras que otro tipo de resoluciones y reformas requieren, por su importancia, de una mayoría calificada. Es decir, el voto de las dos terceras partes.

La Cámara de Diputados está integrada por 500 diputados y, en consecuencia, la mayoría absoluta se integra con 251 votos; mientras que la mayoría calificada se obtiene con 334 votos. Y en el caso de la Cámara de Senadores, la integración es de 128 por lo que la mayoría absoluta es de 65 y la calificada de 85.

De acuerdo con los resultados electorales, la coalición de Morena, el Partido Verde y el Partido del Trabajo tuvo 54% de la votación. Lo natural es que tengan, más o menos, el mismo porcentaje de las cámaras y que bajo esa perspectiva deberían repartirse las posiciones de la representación proporcional. ¿Proporcional a qué? A la votación emitida. Además de eso, existen los Diputados Plurinominales, que fueron creados para que se garantizara la representación de partidos de minoría; figura que en los años 90 fue atemperada con el candado que se impuso de no rebasar el 8 por ciento de número de diputados en aquellos de representación proporcional.

Esto, en apariencia, estaría bien si entendiéramos el dispositivo constitucional como debe ser, es decir; que la fuerza que obtuvo la mayoría de los votos no podría rebasar el 8 por ciento en diputados plurinominales. Sin embargo, la coalición vencedora hace dos cosas: primero, entiende el 8 por ciento como operante a cada uno de los partidos que la componen y, en consecuencia, defiende que tienen un techo del 24. Y segundo, en aras de llegar a ese 24 por ciento, se traspasan diputados entre sus partidos para que el Partido Verde y el del Trabajo tengan más curules y, así, puedan hacer uso cada uno de su supuesto 8%. Llegamos así al absurdo de que ahora el Partido Verde, que tuvo mucho menos votos, tendría más curules que Acción Nacional y que Movimiento Ciudadano.

En el caso del Senado la repartición es más fácil porque sólo hay una lista de representación proporcional, pero en relación a la Cámara de Diputados la regla es distinta porque permite una sobrerrepresentación hasta del 8% más de la votación. Pues resulta que las cuentas alegres que se hacen —indebidamente— tanto en los medios de comunicación como en el gobierno, y éstas dan como resultado que Morena tenga el 75% de la Cámara. Lo cual violenta la voluntad popular.

La Constitución establece una regla específica. Esta regla consiste en que hay un 8% en diputados plurinominales que nadie puede rebasar. Se trata de un espíritu plasmado en la Carta Magna en favor de la expresión representativa de la voluntad popular. El gobierno dice que pueden triplicar ese límite porcentual porque son una coalición, pero eso no anula la obligación de respetar el espíritu de la Constitución.

Es decir, a la coalición de “Sigamos haciendo Historia” le corresponde a lo mucho el 62% de la cámara de Diputados, por lo que, en ese sentido, no alcanzan la mayoría calificada. Sin embargo, defienden que hay un “convenio de coalición” —que nadie ha visto— en el que permiten trueques de mayorías, que obedece a una “interpretación a modo” que hace que su bloque tenga el 75% y, entonces sí, tengan más de las dos terceras partes de la Cámara de Diputados, número que les permite, nada más y nada menos que reformar la Constitución Política de nuestro país.

Podemos estar discutiendo las reformas que piensan imponer en septiembre, pero no estaría mal voltear a ver las decisiones del Instituto Nacional Electoral y del Tribunal Electoral. De nada sirve tener el valor de reconocer los resultados no favorables si el ganador no tiene la mínima decencia que implica reconocer que obtuvo el 54% de los votos, pero no el 75%. Ganaron sí, pero no con el 66% sino con el 54%. Creo que ni el PRI fue capaz de tanta desfachatez en sus peores épocas.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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