Mujeres en la Iglesia

El cardenal Osoro dijo: “Nos encomendamos a la nueva beata para que nos ayude a ser fieles como ella con alegría al querer de Dios y que nos enseñe a confiar, como ella, en la intercesión de la Santísima Virgen María”.


Imagen de mujeres en la Iglesia 


Pienso que las mujeres que se sienten vejadas, despreciadas, explotadas, desgraciadamente no saben que, desde el primer siglo de la nueva era, esas circunstancias cambiaron radicalmente. Jesucristo, Hijo de Dios, fundó la Iglesia, sociedad mundial, donde no existe discriminación. Esto es así. Para no distorsionar el querer de Dios, en el tránsito de la Iglesia por el tiempo, es necesario que los miembros sean muy fieles. Hecho que, desgraciadamente, en algunos casos no se ha vivido.

Un suceso que siempre me ha parecido una prueba de la divinidad de la Iglesia es la elección del primer testigo de la Resurrección, fue una mujer: María Magdalena. Si la fundación de la Iglesia fuera humana, a ningún hombre se le hubiera ocurrido pensar en una emisaria para dar a conocer el acontecimiento que fundamente la fe cristiana. Todavía menos pensable en aquel tiempo, cuando nadie vislumbraba los logros que alcanzarían las mujeres.

Como esto no trata de la historia de las mujeres en la Iglesia, me remito a ejemplos del alto nivel de consideración de la mujer desde la Iglesia: el documento del santo Papa Juan Pablo II: “Mullieris dignitatem” y a dos beatificaciones, en el mes de mayo de este año 20l9.

Cerca del final del n. 22 de la citada Carta del Papa, encontramos: “La Biblia nos persuade del hecho de que no se puede lograr una auténtica hermenéutica del hombre, es decir, de lo que es <<humano>> sin una adecuada referencia a lo que es <<femenino>>.” También, antes de terminar el n. 29, dice: “la mujer representa un valor particular como persona humana y, al mismo tiempo, como aquella persona concreta, por el hecho de su femineidad. Esto se refiere a todas y cada una de las mujeres, independientemente del contexto cultural en el que vive cada una y de sus características espirituales, psíquicas y corporales, como, por ejemplo, la edad, la instrucción, la salud, el trabajo, la condición de casada o soltera.”

Todas estas ideas son una manera de expresar que Dios no hace acepción de personas y a quienes han llevado una vida de bien, por amor a Él, les ayuda a estar en los altares, concediéndoles la gracia de realizar los milagros que confirman su santidad. Recientemente Dios les ha concedido este don a Conchita y a Guadalupe, que la Iglesia propone como modelos de vida.

El milagro con el que el Papa Francisco autorizó la beatificación de la laica María de la Concepción Cabrera de Armida Arias, fue a Jorge Treviño, enfermo de esclerosis múltiple, en Monterrey, Nuevo León. Unos amigos le regalaron una reliquia y le hablaron de ella. Jorge iba a ser operado, cuando lo sedaron vio en sueños a Conchita Cabrera; en ese momento se empezó a mover y desapareció la enfermedad. La sanación fue comprobada por médicos y por teólogos.

El milagro de Guadalupe Ortiz de Landázuri, aprobado el 8 de junio de 2018 por el Papa Francisco, es la curación de un carcinoma basocelular, en la noche entre el 28 y el 29 de noviembre de 2002. Antonio Jesús Sedano Madrid, sufría este cáncer en el ojo derecho. Invocó a Guadalupe antes de acostarse, al levantarse al día siguiente, descubrió que estaba curado: la lesión desapareció completamente y sin dejar señal. Los peritos médicos juzgaron que el hecho no tiene explicación científica. Los consultores teólogos, cardenales y obispos señalaron que puede atribuirse a la intercesión ante Dios de Guadalupe.

Concepción Cabrera de Armida, casada, madre de familia y Fundadora de las Obras de la Cruz. Nació en San Luis Potosí en 1862, sus padres fueron Octaviano Cabrera y Clara Arias. Fue la séptima entre 12 hermanos. Falleció el 3 de marzo de 1937, a los 74 años de edad. El 15 de mayo de 1974 sus restos fueron trasladados a la Casa de los Misioneros del Espíritu Santo. Su proceso de beatificación inició el 15 de febrero de 1974. Contrajo nupcias el 8 de noviembre de 1884 con Francisco Armida, tuvieron nueve hijos. En 1895, la familia se trasladó a Coyoacán en la Ciudad de México. El 17 de septiembre de 1901 se quedó viuda. Murieron sus hijos Pedro, Pablo y Conchita. Manuel ingresó con los jesuitas.

Tuvo por directores espirituales al padre Alberto Mir SJ, a Félix de Jesús Rougier –su cofundador de los Misioneros del Espíritu Santo-; al Obispo de Chiapas Maximino Ruiz, al Arzobispo de Puebla Ramón Ibarra, al Arzobispo de México Luis María Martínez.

El 13 de noviembre de 1913 la recibió el Papa San Pío X, quien otorgó su permiso para que ella fundara la Congregación Sacerdotes de la Cruz con el nombre de Misioneros del Espíritu Santo.

El cardenal Giovanni Angelo Becciu, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos presidió el sábado 4 de mayo, en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, en la Ciudad de México, la santa misa de beatificación de María Concepción Cabrera, popularmente conocida como “Conchita”. En su homilía, entre otras muchas observaciones señaló la necesidad y la actualidad de la misión de “Conchita” en estos tiempos en que la Iglesia ha atravesado momentos turbulentos y lacerantes y la definió “una mujer de oración y de celo apostólico que, anticipando los tiempos, encuentra en sí la fuerza moral para imponerse como líder en el campo social y en el ámbito eclesial. Ella se nos presenta hoy (…) como un modelo de vida apostólica: oraba y actuaba”.

También enfatizó: “La beata María Concepción Cabrera, caso único en la historia de las fundaciones religiosas, inspiró y promovió cinco Institutos, denominados las “Obras de la Cruz”: dos congregaciones religiosas y tres obras apostólicas, sin asumir ni el papel de fundadora ni, mucho menos, la carga y los poderes de superiora general. Éstas son: el Apostolado de la Cruz, las Religiosas de la Cruz del Sagrado Corazón de Jesús, la Alianza de Amor con el Sagrado Corazón de Jesús, la Liga Apostólica y los Misioneros del Espíritu Santo. A estas obras hay que añadir la Cruzada de almas víctimas.”

Terminó con lo siguiente: “Que la Iglesia que está en México sepa imitar la mirada profética y el corazón abierto a los hermanos, con una generosa labor apostólica que encuentre su raíz en la fe cristiana, sublime patrimonio moral y cultural de esta nación. Que con su intercesión, nos ayude a escuchar las actuales voces suplicantes de cuántos experimentan una pobreza espiritual o material y responder a ella con esa fantasía de la caridad que distingue a los fieles discípulos del Evangelio. Por eso le imploramos: Beata María Concepción Cabrera, ¡ruega por nosotros!”.

Guadalupe Ortiz de Landázuri nació en Madrid el 12 de diciembre de 1916, sus padres Manuel Ortiz de Landázuri y Eulogia Fernández de Heredia. Fue la hermana pequeña de tres hermanos: Manuel, Eduardo y Francisco, a éste último no lo conoció porque murió a los tres meses de nacido. Murió en Pamplona el 16 de julio de 1975, a los 59 años de edad. Este año trasladaron sus restos de Pamplona al Real Oratorio de Caballero de Gracia, en Madrid.

En enero de 1944 conoce a San Josemaría Escrivá de Balaguer –Fundador del Opus Dei- e inicia dirección espiritual con él. Acababa de terminar sus estudios de Ciencias Químicas. Su búsqueda espiritual la lleva a pedir la admisión como Numeraria el 19 de marzo de este año. El 18 de mayo, Guadalupe se va a vivir al único Centro de mujeres que había entonces. Hasta 1949 trabaja en Madrid y Bilbao. En marzo de 1950, Escrivá de Balaguer, le preguntó si estaba dispuesta a ir a México para implantar la Obra, aceptó con alegría. Impulso la labor de formación con personas de muy distintos estratos sociales en Ciudad de México, Culiacán, Monterrey, Morelos y Tacámbaro. En 1956 forma parte del gobierno en Roma. Su salud se deteriora y regresa a España para retomar tareas de enseñanza y de formación de las jóvenes de la Obra. Se dedicó a la investigación científica, también a la docencia de su carrera, y obtuvo el Doctorado en Química.

La beatificación es en el Palacio Vistalegre Arena, en Madrid, el 18 de mayo. Es la primera persona laica del Opus Dei en ser beatificada. El delegado del Santo Padre fue el cardenal Angelo Becciu, y concelebraron con él el cardenal arzobispo de Madrid Carlos Osoro, el prelado del Opus Dei Fernando Ocáriz, así como seis cardenales, nueve arzobispos, diecisiete obispos y unos 150 sacerdotes.

El cardenal Becciu en su homilía destacó que “nos enseña qué bello y atrayente es poseer la capacidad de escuchar y una actitud siempre alegre incluso en las situaciones más dolorosas”. Además, “su corazón estuvo siempre abierto a las necesidades del prójimo, traduciéndose esto en una actitud de acogida y comprensión”. “Nos encontramos –añadió– ante una mujer cuya vida ha sido iluminada solo por la fidelidad al Evangelio. Poliédrica y perspicaz, ha sido luz para aquellos que ha encontrado a lo largo de su existencia”. También enseña “que es posible armonizar la oración y la acción, la contemplación y el trabajo”. Terminó diciendo: “Sí, invoquémosla: ¡Beata Guadalupe, ruega por nosotros!”.

El cardenal Osoro dijo: “Nos encomendamos a la nueva beata para que nos ayude a ser fieles como ella con alegría al querer de Dios y que nos enseñe a confiar, como ella, en la intercesión de la Santísima Virgen María”.

 

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