El pasado domingo quedó claro el tipo de México que la mayoría quiere, y la democracia exige reconocer los resultados sobre la sorpresa, la zozobra, la indignación o cualquier otro tipo de sentimiento haya generado ese triunfo. Ese triunfo, sin embargo, no puede eliminar la convicción de que la política debe tener como eje rector al Bien Común.
Y como ciudadanos tenemos la obligación de no cejar en la exigencia de que el gobierno encabezado por Sheinbaum en unos meses busque ese Bien Común. Será un gobierno que inicia con un margen de maniobra inmenso; mayor que el de su antecesor no sólo por los números en el Congreso y en los gobiernos locales; sino que avalado porque habiendo vivido el tipo de gobierno que Morena ha ofrecido, la gente optó por la continuidad.
Es cierto que los no votantes de Morena constituyen una minoría, y también es cierto cuando uno está rodeado de la multitud puede parecer espectacularmente grande; pero que ver que cuando esa multitud es proyectada en el escenario nacional se ve, dolorosamente, del tamaño real. Pero también es cierto que, en términos generales, esa minoría de no votantes de Morena es la que cuenta con una visión más amplia, con perspectiva de más largo alcance y que, aunque dolida por la derrota, no debería renunciar a continuar con la exigencia en favor del Bien Común.
Cuesta trabajo con las altas expectativas que se tenían de que el país tuviera otro rumbo, ver con claridad, y hay cierta dificultad en creer que Sheinbaum sí cumplirá con lo que dijo en su discurso de triunfo; sin embargo, conviene tenerlo en cuenta para exigirle que cumpla con su oferta:
Concebimos un México plural, diverso y democrático. Sabemos que el disenso forma parte de la democracia. Y aunque la mayoría del pueblo respalda nuestro proyecto, nuestro deber es y será siempre velar por cada una y cada uno de los mexicanos sin distingos.
Aunque muchas mexicanas y mexicanos no coincidan plenamente con nuestro proyecto, habremos de caminar en paz y armonía para construir un México más justo y próspero.
Esa oferta de diálogo su antecesor no la cumplió, abonó más a la división; pero debemos presionar y además buscar que cumpla con lo propuesto en materia de libertades: “Garantizaremos las libertades de expresión, de prensa, de reunión, de concentración y movilización. Somos demócratas y por convicción nunca haríamos un gobierno autoritario ni represor”. Y subrayemos en la exigencia que un gobierno que no es autoritario requiere de contrapesos que le ayuden precisamente a moderarse. Así como contar con instituciones fuertes para que la exigencia de justicia que pasa por el combate a la impunidad, que son pilares en la lucha contra la inseguridad, efectivamente se vuelvan una realidad y avancemos contra el lastre que el crimen organizado es hoy en tantos rincones de nuestro país.
El futuro que hoy está frente a nosotros es diferente a lo que imaginábamos, pero hay que mantener la esperanza de que los planes que parecen torcerse luego dan frutos inimaginados. Pensemos en Cristóbal Colón en busca de las Indias, cuando se topó con todo un nuevo continente cambiando para siempre la vida de los habitantes de ambos lados de ese océano que cruzó sin tener certezas.
Recuperemos la esperanza, no perdamos la exigencia, y levantemos la bandera de la unidad porque perder la solidaridad y el amor entre mexicanos sí sería la verdadera derrota.
Te puede interesar: Contra la consolidación de la autocracia
Facebook: Yo Influyo