Pancho tenía 16 años, pero ya se sentía todo un hombre porque había conseguido trabajo en la tienda de El Moro de don Felipe Manrique de Lara.
Cuando la familia de Pancho se instaló en San Luis, inició el negocio de una tienda, que sin hacerlos ricos les permitió tener una posición económica desahogada y, además irse relacionando con otras personas. Asimismo, su papá los inscribió en buenas escuelas. En la escuela de contabilidad conoció a Juan Cabrera Arias, un joven de las mejores familias de San Luis, que era muy jovial y amiguero y así se fue desarrollando una buena amistad.
Durante un paseo con Juan y otros amigos cuando Pancho tenía 16 años de pronto pasaron varias personas a caballo, a las cuales Juan saludó con mucha familiaridad. A Pancho le llamó enormemente la atención una jovencita muy guapa que además montaba con toda gallardía, se quedó así como aturdido, y una vez que se alejaron le preguntó a su amigo Juan que quien era esa bella señorita, a lo que se amigo le respondió que era su hermana Concha.
Pancho no comentó nada más, aunque su corazón le había latido de una forma como nunca antes, y en la mente se le había quedado grabada aquella imagen, así que poco a poco le fue sacando información a su amigo en los siguientes días, se enteró que Concha tenía 13 años, así que realmente era una niña, aunque lucía como una señorita, de dónde estudiaba y otras cosas, hasta que Juan se dio cuenta de que ahí había un interés más allá de la simple curiosidad, y como era muy buen amigo ideó un plan para que se conocieran.
La Lonja era un exclusivo club de San Luis al que pertenecía la familia de Juan, pero donde la de Pancho no tenía acceso, por lo que el hermano de Concha lo llevó como invitado a un baile. El club era de lo más exclusivo, había un gran salón con espejos y unos enormes candiles, cortinas de brocados y una muy buena orquesta que entonaba un vals, Pancho veía como a Concha varios jóvenes la invitaban a bailar, y se quedaba embelesado viéndola, pero no se atrevió en esa ocasión a pedirle una pieza.
Pancho tenía 16 años, pero ya se sentía todo un hombre porque había conseguido trabajo en la tienda de El Moro de don Felipe Manrique de Lara, que era muy exigente, y Pancho con sus conocimientos de contabilidad y con su honradez a carta cabal era quien recibía los ingresos, los contabilizaba y los llevaba al banco, además atendía a los proveedores y saldaba las cuentas.
Pancho le preguntó a su amigo Juan que si sería posible que lo invitara nuevamente a un baile, y el buen amigo le dijo que se prepara para el festejo de la Navidad en el club, desde ese momento Pancho pensaba continuamente en que llegara esa ocasión.
Al fin llegó el momento anhelado, y de frac, sombrero de copa, zapatos de charol y el reloj de oro de su abuelo, se presentó como todo un caballero. Concha lucía, para él, deslumbrante, Pancho, aunque le temblaban las piernas se acercó a ella que le preguntó su nombre; el lugar era espléndido; don Octaviano Cabrera como presidente del club tomó la palabra y deseó a todos los asistentes que Jesús fuera su fuente de alegría y paz, recibió un caluroso aplauso de todo el público presente.
Concha había concedido varias piezas a otros jóvenes y le llegó su turno a Pancho que trataba de disimular su nerviosismo, al fin pudo bailar tres piezas, quería decirle muchas cosas, pero confiesa que solamente se le ocurrieron tonterías, pero de todas maneras salió muy contento de esa fiesta. Días después le preguntó a su amigo si podría ver nuevamente a su hermana, Juan con una sonrisa muy picara le contestó que sí, que lo invitaría a la fiesta del Día de Reyes, y Pancho se sintió verdaderamente feliz de tener la oportunidad de volver a ver a esa linda señorita que le había robado el corazón desde el primer instante en que la vio.
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