Conforme más se acerca la fecha del domingo 2 de junio –elecciones generales en México- más aumenta el interés por especular acerca del posible resultado de unos comicios que decidirán el destino del país durante los próximos seis años.
Las encuestas están en su apogeo puesto que quienes las dirigen intentan anticiparse a los resultados de una votación que aún no ha tenido lugar.
Dentro del mismo tema y con el ánimo de orientar a nuestros lectores, diremos que el mayor enemigo de México no es ni el presidente saliente ni los diferentes candidatos de la oposición.
El mayor enemigo de México –y en esto estamos todos de acuerdo- es la abstención, o sea, la apatía que muestran los ciudadanos en el momento de acudir a las urnas.
Sea por pereza, sea por desidia, sea porque se piensa que poco pueden valer unos cuantos votos de la familia, sea porque piensan que la situación ya no tiene remedio. El caso es que muchos prefieren quedarse en casa conviviendo con los amigos o irse de día de campo en lugar de hacer fila para depositar el voto.
En el momento en que actúan de tal modo están renunciando al derecho que tienen de influir para que el país siga por el rumbo adecuado.
En ese momento ya no sólo dejan de influir, sino que están permitiendo que sean otros quienes decidan por ellos.
Y es que la abstención en política deja un vacío y como en política no existen los vacíos ocurre que muy pronto ese vacío será llenado por otros.
Y así como un club deportivo o una asociación civil no pueden quedarse sin dirigentes aunque sus miembros decidan no dar su opinión; de igual manera un país no puede quedarse sin dirigentes ni legisladores ya que si eso ocurriera se caería en el caos.
Esa es la explicación por la cual una comunidad –llámese club deportivo o sociedad de condóminos- requiere del consejo y participación de quienes la integran.
Es necesario que sus integrantes no solamente participen eligiendo a sus dirigentes sino aconsejándoles cuando les pidan su opinión.
Este sería el primer nivel de participación política o sea el que se da entro de pequeñas comunidades, ya sea sociales, culturales o deportivas.
Según lo que acabamos de explicar, la participación política –no importa cuál sea el nivel- no es solo un derecho sino que es también un deber.
Es lo que se conoce como un DEBER-DERECHO que es algo correlativo como lo es también el DEBER-DERECHO que tienen los padres de educar a sus hijos.
La participación del ciudadano en política es un derecho porque, al formar parte de una comunidad, el ciudadano necesita que le tomen en cuenta.
La participación del ciudadano en política es un deber porque, al formar parte de esa comunidad, sería una torpeza criminal que se encogiese de hombros ante los peligros que se presentaran.
Y es que la comunidad se hunde su hundimiento afecta a todos.
Y si la comunidad prospera su prosperidad afecta también a todos.
Esa es la explicación por la cual, cuando llega el día de los comicios, es una irresponsabilidad mirar hacia otro lado diciendo que las elecciones son únicamente cosa de políticos.
Una participación política que –repetimos- es un DEBER-DERECHO que no solamente debe manifestarse yendo a votar el día de las elecciones sino de un modo permanente puesto que somos ciudadanos toda la vida y no solamente por un día.
Eso fundamenta que esa participación política se dé interviniendo en eventos en los que se critique, se apoye y se aconseje a los dirigentes quienes –como cualquier persona- están expuestos a equivocarse razón por la cual requieren de voces autorizadas que los orienten.
El próximo domingo 2 de junio tenemos la oportunidad de participar en política.
Un DEBER-DERECHO que debemos llevar a la práctica.
Te puede interesar: El renacer de la cristiada
* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com
Facebook: Yo Influyo
