Un cristiano no puede desatenderse de la situación política de su entorno, y de su patria. Las llamadas responsabilidades ciudadanas son en principio responsabilidades cristianas: la búsqueda del bien común y todo lo que ello implica. Y hay que aclarar algo que casi siempre se confunde: interesarse en la situación política no es lo mismo que hacer política de partido. Interesarse en la vida política es hacerlo en todo aquello que afecta para bien o para mal a las personas, a las familias, a las comunidades, a las instituciones, a la legitimidad de las leyes que nos rigen y a la de quienes nos gobiernan.
Todo inicia con estar razonablemente informado de lo que pasa en el país, y de lo que se espera para el futuro, próximo y lejano. Esto es importante porque este año 2024 es electoralmente crítico, decisivo para México. No es para nada exagerado afirmar, como mucho se ha hecho, que las elecciones del próximo 2 de junio van a determinar dos planes muy diferentes para cómo gobernar México, con qué criterios y políticas de gobierno y de legislaciones.
No es nada exagerado decir que si las elecciones son ganadas por personeros del partido en el poder, se puede afirmar que caeríamos en una dictadura, en una distorsión legislativa y gubernamental del México que ahora conocemos, con todas sus virtudes, ideales y defectos. No es nada difícil deducirlo, pues se han dado muchas declaraciones de personas en el poder sobre lo que quieren para nuestro país, de lo que prácticamente todo va en contra del interés de la población.
Sobran advertencias de una posible socialización del país, para convertirlo en una patria comunista, al estilo de Cuba, de Venezuela o de Nicaragua. Quizás no se llegue a tal extremo, pero es cierto que las formas de control político total de México que desean los poderosos del partido en el poder federal, tienen los mismos medios de control dictatorial que los de los países socialistas, como los latinoamericanos ya señalados (a los que se iba a sumar Bolivia).
El presidente no ha ocultado su obsesión de seguir controlando la política nacional total tras el término de su mandato constitucional el 30 de septiembre, para entregar el poder el 1 de octubre próximo a quien haya ganado la elección presidencial de junio. Sus dichos y acciones, junto con las de muchos de sus cercanos en el poder, en el gobierno y en su partido, no dejan lugar a dudas. Y hay que tomar en cuenta que algunos de esos poderosos dentro del sistema gobierno-partido en el poder, no han dejado de manifestar su obsesión por realmente convertir a México en un estado con perfil comunista. Y aunque no todos los dirigentes piensan así, eso no deja de ser preocupante.
Con estas reflexiones, debemos interesarnos en conocer lo que está pasando políticamente en México, en las luchas por el poder y las malas políticas actuales, que tanto han dañado el bien común de la población, como el dominio territorial de la delincuencia organizada y la negativa presidencial de combatirla, el deterioro intencional de la educación pública, la destrucción de gran parte de los servicios de salud y falta de medicinas y materiales hospitalarios, por decisiones gubernamentales, la corrupción terrible y falta de transparencia del gasto. Y mucho más para no hacer una larga lista.
Vistas las realidades de la situación política del país, hay que reconocer la crítica, como nunca en la historia reciente de México, de las elecciones del 2 de junio. No solamente se elige al presidente, sino a la totalidad de los legisladores federales, esos que pueden hacer leyes, cambiarlas, eliminarlas y hasta modificar a su antojo, si tuvieran mayoría absoluta, la Constitución mexicana. También se elegirán varios gobernadores, diputados de congresos estatales y cientos de presidentes municipales. El futuro ya no lejano, sino tan próximo como los últimos meses de este mismo 2024, depende de lo que los ciudadanos voten el 2 de junio, a favor de la continuación, descaradamente prometida de continuar con las mismas políticas de quienes se hacen llamar la 4T, o de rescatar a México, para trabajar en la reconstrucción de lo destruido en esto últimos cinco años y fracción y llevar al país al progreso que se ha perdido.
Hay una gran responsabilidad de cada ciudadano con derecho a voto, para ejercerlo a conciencia, no dejar de votar por simple pereza o desinterés. Hay responsabilidad ciudadana, exigida por los principios de la doctrina social católica, de interesarse en el ejercicio de este derecho constitucional, pero que ese interés incluya despertarlo en otras personas de nuestra familia, de nuestros amigos y conocidos. Lo exige nuestra condición de creyentes cristianos.
Los jóvenes en el mundo actual, no sólo en México, se han desentendido de la situación política de su medio y país. Y al no estar interesados, tampoco lo están de ejercer su voto. Y es responsabilidad de los adultos, de los padres de familia, de los educadores y de los líderes sociales, políticos y religiosos de abrirles los ojos y despertarles el interés de ejercer su derecho y obligación constitucionales de ir a votar, y hacerlo con plena conciencia de que la ciudadanía se está jugando el futuro nacional , para caer en una dictadura o vivir en una democracia, la que tenemos, con sus verdades, sus libertades y defectos que legal, política o socialmente pueda tener.
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