A lo largo del tiempo han existido gobernantes en todo el mundo que se han distinguido por su inteligencia y audacia que no necesariamente han sido utilizadas para generar un bien para sus gobernados, sino más bien han servido para alimentar sus ansias de dominio y poder que han rayado en la locura como fue el caso de Iván IV Vasílievich, más conocido como Iván “El Terrible”, cuyo legado político perdura en Rusia y hasta es motivo de orgullo nacionalista para grupos ultraderechistas de ese país, incluyendo al propio presidente Vladimir Putin.
Iván Vasílievich nació el 25 de agosto de 1530 y murió el 18 de marzo de 1584. Fue el primer Zar de Rusia y se caracterizó por su crueldad se gestó en su más tierna infancia pues una vez que su padre murió, él fue coronado como príncipe, pero sólo contaba con tres años, por lo que su madre, Elena Glinskaya, junto con un consejo de nobles administraba el reino que los clanes boyardos (nobles feudales eslavos) ambicionaban siendo la razón por la que envenenaron.
De esta manera contando con ocho años de edad, Iván quedó desprotegido y sometido a maltratos por parte de los boyardos, lo que provocó que creciera con rencor y sed de venganza.
A los 16 años ascendió al trono convirtiéndose en el primer “zar” (emperador) y su reinado se caracterizó por el terror, la crueldad y la violencia con que actuó creo una policía secreta para sembrar el terror masivo y ejecutó a miles de personas e inclusive mató a seis de sus ocho esposas, así como a su hijo, por lo que muchos lo describen como un gobernante psicópata, fanático religioso y autoritario.
En su reinado Iván se distinguió por conquistar varios territorios que anexó a su imperio, centralizó el poder en la capital, reformó al ejército y conformó un nuevo código legal.
Orgullo nacionalista
Los rusos tienen una memoria polarizada sobre Iván el Terrible, mientras algunos la descalifican y lo consideran un personaje obscuro, para otros es motivo de orgullo nacionalista. Así quedó de manifiesto en octubre de 2016 cuando en la ciudad de Oriol, situada al sur de Moscú, se inauguró un monumento al primer zar ruso.
El gobernador de la localidad, Vadim Potomsky, promovió este homenaje que recibió el total apoyo del ministro de cultura ruso, Vladimir Medinsky. Durante la develación del monumento se exaltó a este personaje a quien se refirieron con gran orgullo y reconocieron por haber protegido a Rusia y a la fe ortodoxa de sus enemigos.
Al mes de este evento, Vladimir Zhirinovsky, líder del ultranacionalista Partido Democrático Liberal de Rusia, pidió cambiar el nombre de la avenida Lenin de Moscú a Autopista Iván el Terrible.
Y no sólo eso, tiempo después el mismo presidente Vladimir Putin dijo públicamente que era infundada la mala fama que se le fincaba al zar y “lo más probable es que Iván el Terrible nunca haya matado a nadie, ni siquiera a su hijo”.
De esta forma es como el propio presidente ruso se ha autoidentificado con el primer zar ruso y hasta podría asegurarse que así justifica la invasión a Ucrania, cuya guerra en muchos momentos pareciera que va perdiendo generando importantes bajas entre sus tropas.
Por otra parte, es importante que todo parece indicar que no habrá nada que se interponga a que Vladimir Putin consiga un quinto mandato al frente del gobierno ruso, y durante el tiempo para promover su campaña se promovió, como señala en una publicación The New York Times, “alimenta su concepción cada vez más abierta de sí mismo como un líder histórico que continúa el legado de los gobernantes del pasado, dispuestos a sacrificar un número incalculable de vidas para construir un Estado ruso más fuerte”.
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