Desde muy pequeños podemos descubrir nuestra vocación y Conchita es el perfecto ejemplo de estos casos.
Conchita sin ser una niña demasiado especial recibió desde pequeña ciertas inclinaciones espirituales que se reflejarían en forma muy intensa más adelante, ella misma cuenta que le gustaba leer, es especial un libro llamado Los años cristianos y, en ellos, es especial esos capítulos donde los santos ofrecían sus sufrimientos y sus penitencias a Jesús, porque en su alma había ya desde entonces una inclinación natural a la oración y la penitencia, que le hacían identificarse con esos personajes que han llenado las páginas heroicas de la Iglesia.
Recuerda Conchita que en los paseos a caballo acompañando a su papá y a su hermana Clara para recorrer las haciendas, le venían a la memoria esas lecturas y, al ver los paisajes se imaginaba ella encontrando una cueva donde vivir para estar aislada y poder concentrarse en la oración y el sacrificio en compañía de la Virgen María y Jesús; dice que en ese entonces le parecía que todo el mundo pensaba y sentía de esa manera, y al ir creciendo y conocer que eran pocas las personas que pensaban así, y que había otras muchas que huían de cualquier sacrificio voluntario e inclusive, otras más eran enemigas de la oración, le causaría mucho dolor y una gran decepción.
Una anécdota que parece graciosa es que en su primera confesión alguien le aconsejó que dijera muchos pecados que fueron demasiados para sus siete años y, el padre confesor le regañó muy fuerte y, además le dejó la tremenda penitencia de cuatro rosarios, demasiado para alguien de su edad.
La primera comunión la hizo a los diez años, el 8 de diciembre de 1872, día de la Inmaculada Concepción, y dice que no recuerda haber sentido algo muy especial, que tal vez lo que más la ilusionó ese día era el muy bonito vestido blanco, apenas se iniciaba en ella lo que después sería un intenso amor a la Eucaristía.
Hubo un momento en que Conchita se desarrolló muy rápido y eso le trajo una descompensación que la puso bastante enferma, los doctores determinaron que tenía que estar bajo medidas de extrema higiene en la casa y salir a dar paseos al aire libre, porque hasta ese momento cuando estaban en San Luis salía poco a la calle, porque a ella le gustaba estar en casa, así que también en la ciudad se implementaron paseos a caballo, inclusive cuenta que en ocasiones se les juntaba el mismo gobernador y ella no sabía nunca que decir, así que lo único que se le ocurría era contar cuentos o historias muy sencillas.
Ella dice que le gustaba ser niña, que así se sentía muy libre en su casa sin tantas formalidades y, una vez en la ciudad, cuando por primera vez a los trece años un señor la llamó señorita se puso de mil colores y después lloró, porque se dio cuenta que estaba empezando a dejar atrás esa maravillosa etapa de la niñez.
Así se iniciaba el primer gran cambio en la vida de Conchita que sería muy importante para su destino y le crearía ciertos conflictos personales y familiares.
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