¿Cómo es posible dejar morir a una mujer desmayada en el metro después de 26 horas?
Esta semana, un reportaje en la portada del periódico Reforma llamó mi atención. Cuatro fotografías de la secuencia del desmayo sufrido por una mujer en el metro de la CDMX, el pasado febrero, me estremecieron.
El encabezado fue más impactante: “26 horas de agonía”, decía.
La mujer desmaya en el metro y queda en el suelo, en total abandono, sin que nadie le tienda una mano ¡por tres horas! hasta que personal de la estación del metro Tacubaya la arrastra con todo y sus pertenencias fuera de la estación. Ahí permanece la señora ¡26 horas más tirada! sin que aún nadie le preste ayuda o la trasladen al hospital. Los únicos que se acercan a ella son los ladrones… ¡para despojarla de la bolsa con sus pertenencias!. Después de 26 horas, agrega el reportaje, el personal de emergencia llega por fin a atenderla pero la mujer ya había fallecido.
¡Uff! Después de leer lo anterior hoy la Ciudad de los Palacios parece más bien la Ciudad de la Deshumanización, pensé.
¿Qué fue lo que nos pasó? ¿Será posible que en 26 horas nadie haya socorrido a una pobre mujer desmayada, le hayan sacado la vuelta como si se tratara de un bulto de basura? ¿Qué hubiera pasado si en lugar de una mujer abandonada, los que pasaron por ahí se hubieran topado con un perro o gato en esas condiciones? No dudo que hasta en redes sociales se hubiera denunciado a los trabajadores de la CDMX y hasta a la gobernadora por “maltrato animal”.
¡Uff! ¿En qué país vivimos? ¿Cuándo se perdió la humanidad, la amabilidad, la compasión de tantos habitantes?
De pronto llega la respuesta a mi mente: Fue el 24 de abril de 2007. Sí, esa fue la fecha, cuando la entonces Asamblea Legislativa del Distrito Federal aprobó reformas al Código Penal y la Ley de Salud locales para despenalizar la práctica del aborto inducido hasta por 12 semanas de gestación.
Ese fue el día, cuando la gran mayoría de los capitalinos y mexicanos enmudecimos. Cuando no nos interesó salir a la calle a manifestarnos. Ni nos percatamos quizás del daño que traería consigo tan destructiva reforma.
Vale la pena recordar, estimado lector, que esta semana la Ciudad de México cumplió 12 años de haber despenalizado el aborto.
El total de abortos (asesinatos) registrados hasta abril 23 de 2018 han sido 193 153 (sin sumar los últimos 12 meses).
Ya se cumplieron 12 años de agonía y muerte de bebitos indefensos no nacidos que nadie les preguntó si querían vivir. Así, como a la señora del metro, los abandonamos a su suerte.
Rodeados de estos crímenes legales pero cobardes, perpetrados con alevosía y ventaja, han vivido los capitalinos.
Numerosas madres que han recurrido a esta aberrante práctica lo hacen seguramente por ignorancia, miedo, desesperación, pero también porque viven engañadas, bombardeadas de mensajes que les repiten una y otra vez las mismas mentiras.
“Abortar es tu derecho”, les dicen, y nadie les recuerda que no existe el derecho a matar. Las invitan a “interrumpir su embarazo” y ellas no reflexionan en que no es interrupción pues su embarazo ya no se reanudará. Ni tampoco llevan “un producto” en su vientre como les insisten, sino un ser humano: su propio hijo en la primer fase de su desarrollo.
Y sobre todo, nadie les habla del estrés post traumatico que sufren tanto las madres que se inducen un aborto, como las que incluso lo tienen espontáneo.
Ah! ni mucho menos les cuentan además sobre la millonaria industria del aborto. Tan sólo en EU, Planned Parenthood reportó en el 2018 un millón 696 mil dólares de ganancias. ¡Negocio redondo!.
El caso es que esta semana, el reportaje de una mujer desmayada y abandonada a su suerte 26 horas afuera del metro Tacubaya, nos sacudió el interior.
Me pregunto, una sociedad que abandona a su suerte a los bebés no nacidos y permite destruirlos desde el seno materno ¿por qué no iba hacerlo, tarde que temprano, con niños, jóvenes, mujeres o adultos?
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