Verificar las fuentes de notas escandalosas es algo primordial, pues no sabemos cuándo estamos siendo víctimas de las fake news y más si somos creadores de opinión.
Lo de que Norberto Rivera dijo que la pederastia “No es culpa de sacerdotes, hay niños que tientan a sus mayores” es todo un clásico de las fake news en México. La nota, con mínimas variaciones de redacción, lleva circulando unos tres años en pasquines digitales de la poca monta en todo el país, porque es un excelente “clickbait”, es decir: un titular escandaloso que hace que las personas entren en la página, generando ingresos para el webmaster por concepto de publicidad. Sin embargo, es falso, y basta una rápida búsqueda en Google para verificar que no existe ninguna fuente de dicha declaración, por lo que nadie la había retomado en la “prensa seria”, al menos hasta esta semana.
El 15 de abril, Manuel Ajenjo, un –digámosle opinólogo– que escribe en el diario El Economista, respaldado en sus “amplias” credenciales como libretista de joyas de la telebasura como Ensalada de Locos o La Güereja y algo más, utilizó su columna El privilegio de opinar para replicar como verdad absoluta esa calumnia, pretextando que la leyó en “dos páginas virtuales de noticias”(sic) La Prensa de Monclova y Contraparte de Puebla; en esta última el reportaje fue firmado por Iván Ahuatzí García” (recontra-híper-sic).
A partir de lo que leyó en esas páginas virtuales, Ajenjo se lanza en una retahíla de reflexiones, epigrama y cuentito, pontificando sobre inteligencia, decoro y valores humanos. Sin embargo, queda claro que al hablar de inteligencia, decoro y valores, el tipo apunta con un dedo a Norberto y con los otros 4 se condena a sí mismo, porque basta leer las notas que él mismo menciona de Contraparte y La Prensa de Monclova son falsas y son idénticas –salvo el orden de los párrafos– pero con autores supuestamente distintos.
Si el señor Ajenjo tuviera un mínimo de inteligencia y de integridad periodística sabría que, si Norberto Rivera hubiera realizado esas declaraciones, la nota estaría replicada en Proceso, El País, El Universal, sería un escándalo de 8 columnas y no una publicación escondida en dos pasquines de pueblo. Habría copiado la nota en Google, y habría descubierto que esa misma nota está publicada desde hace dos años en la conocida página de noticias falsas Argumento Político y que incluso ahí está acompañada de una aclaración: “Esta noticia no es real, sólo fue creada con fines humorísticos”.
Toda esa investigación le hubiera tomado a Manuel Ajenjo menos de 5 minutos. Pero no la hizo. ¿Por qué? Porque en la opinocracia mexicana el criticar a figuras como Norberto Rivera se ha vuelto básicamente un acto reflejo, al grado de cometer un error que es imperdonable para quienes nos dedicamos al periodismo. Muchas veces nos topamos con dichos que suenan perfectos para criticar a quien no nos caen bien, pero en la mayoría de los casos resultan ser falsos, y el cribar los datos reales de los datos basura es indispensable, en especial para un tipo que entre otras cosas, fue libretista de El privilegio de mandar en Televisa, y que por lo tanto tendría que saber moverse en las aguas de la prensa política.
Otra vez: Verificar a fondo cuando nos topamos con una declaración escandalosa y garantizar que tenemos un respaldo de que efectivamente sucedió es básico, y no lo hizo, ni él, ni El Economista. Sí, uno de los diarios más “importantes” del país, en cuya sala de redacción nadie lee lo que publican (al menos nadie con dos centímetros de frente), para detectar un bulo tan burdo.
El artículo salió el 15 de abril. Dos días después El Economista sigue presumiéndolo en redes y hablando de Ajenjo como una de “nuestras plumas”, quizá porque lleva 11 mil reacciones y se ha compartido 16 mil veces en Facebook, lo que representa importantes ingresos por concepto de publicidad. En pocas palabras: clickbait, como los pasquines.
Más allá de las culpas y preguntas que deba responder Norberto Rivera ante la justicia del más allá o del más acá, lo que afirmó Ajenjo es una calumnia muy evidente, que además no es algo fuera de lo común, es la vieja confiable de recurrir a cualquier mentira para derribar al rival y de aprovecharse del privilegio de la tinta y el papel para vender como hechos lo que no llega ni a chisme, en una prensa que suele ser tan inepta y tan corrupta como los políticos a los que le encanta criticar.
Por eso, señor Ajenjo y señores de El Economista: No les pedimos excelencia, les exigimos cumplir lo mínimo. Opinar ya no es un privilegio, y calumniar tampoco debe serlo. Así de claro.
Personas libres y mercados libres.
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