Aunque no es realmente novedad, la llamada inteligencia artificial ha provocado recientemente, en su uso que puede ser a favor o en contra de la humanidad, inquietudes de personas influyentes en la opinión pública, en líderes sociales y en especial religiosos. Las señales de alarma por su posible mal uso se multiplican, en particular cuando afectan la vida de las personas, generando falsedades, tanto en información de todo tipo, como al afectar la imagen de personas en particular, deformando o inventando hechos y dichos. Pero esto es solamente una parte del tema.
Hay un énfasis especial sobre la manera en que afecta a las personas, pero hay muchos otros campos de la actividad humana en que las tecnologías digitales que abarca el término de inteligencia artificial se van aplicando, mucho en experimentos de uso industrial, para sustituir la participación de personas con máquinas robots y robots humanoides.
En realidad, las máquinas robots, que hacen operaciones a veces complejas, y que responden a programaciones también complejas, pero al alcance de los expertos, ya son conocidas desde hace muchos años, como en las líneas de producción de diversos productos, ejemplo las de automóviles. Las impresoras en 3D son comunes y difícilmente asombran a la gente. Pero muchas de esas tecnologías se van volviendo digamos simples ante cambios en otros medios del actuar humano.
Hay usos de inteligencia artificial que pasan desapercibidos como tales al volverse de uso cotidiano, como son los correctores gramaticales o de estilo en teléfonos móviles, o en traducciones cada vez más precisas entre idiomas. El uso de buscadores en Internet, que en fracciones de segundo encuentran la información solicitada, ya no asombran a nadie. Las predicciones de todo tipo, desde el clima hasta el futuro comportamiento humano en regiones, países y diversos grupos humanos son comunes para quienes los utilizan.
En realidad, los avances en la llamada inteligencia artificial en materia de producción, en automatización compleja, o de diseño de todo tipo, o de creación de robots humanoides, no es en sí una probable amenaza a las personas. Y aun cuando se trate de sustituir personas en procesos industriales, o hasta de transporte, la amenaza que algunos ven en ello no es para un futuro a mediano plazo, para que millones de personas pierdan su medio de trabajo y de remuneración.
Algo que sí es alarmante, pues se está viviendo en los actuales conflictos bélicos, es el gran desarrollo de medios de destrucción con misiles, bombas o drones, como ejemplos. Ante estas armas manejadas por inteligencia artificial, ninguna persona puede sentirse segura en las zonas de conflicto. O hasta en ataques sorpresa en donde se supone que no pasa ni pasará nada que destruya personas y sus bienes. Hace varios siglos se consideró como algo muy grave el diseño y fabricación de la ballesta, para lanzar flechas a mucha distancia, ahora eso parece un juguete ante las nuevas armas de uso militar.
Los problemas preocupantes en el uso de la llamada inteligencia artificial están en el manejo de la información, en la posible y ya conocida distorsión de datos o hechos, de dichos y de conocimiento científico o general de las personas. Mientras algunas herramientas parecen ser, y lo son, útiles para manejar información, para acumularla a disposición de millones de personas, la inquietud de observadores en todos los medios, de comunicación, de la academia, de la política y de las ciencias sociales no deja de tener sentido.
El uso de la inteligencia artificial en la información, en particular por los medios de comunicación, y por casos conocidos en que se le ha distorsionado para mal, ha creado una corriente de pensamiento para considerar y pedir la ética en su uso. Se hacen llamados a los expertos en su manejo, así como a quienes la ordenan, la pagan y la utilizan, a mantenerla en beneficio de las personas, de la humanidad, y no al revés, como cada vez se conocen más casos. Como toda herramienta del conocimiento humano, su uso debe estar subordinado al servicio y no al daño o manipulación de la gente.
La preocupación, insisto, no está tanto en las aplicaciones de inteligencia artificial en producción, en investigación científica o desarrollo de productos, sino en su utilización directa para informar a la gente, para ayudarla (o para evitar) a entender su mundo, a aprender, a estudiar, a mejorar sus formas de vida, como en la medicina, en prácticas ante los cambios climáticos y amenazas de desastres naturales. En la mejora de su hábitat, desde el familiar hasta el comunitario. En su alimentación, en el uso de las energías domésticas y de servicio público, en fin, en prácticamente todas las actividades de la vida de las personas, para que vivan una vida más plena.
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