Dueños de una mala fama ganada a pulso, los partidos políticos de oposición parecen despertar del largo invierno al que fueron condenados en las urnas en 2018. Al durísimo juicio del voto de los ciudadanos en esa elección, se sumó el esperable hostigamiento del presidente López Obrador, pero, sobre todo, quizá lo que más daño les causó: sus propias mañas adquiridas, el haberse acostumbrado a las bajezas, a obedecer al poder, el nulo sentido de la autocrítica, la incapacidad para generar ideas y el bajísimo nivel de sus dirigencias. A esto podríamos agregar un clima de opinión adverso, sí, pero igual de carente de originalidad, lleno de lugares comunes diciendo que los partidos no son nada, que no representan nada, que son malísimos, que por eso ganó el Peje, que dan pena ajena, que nada más ven por sus intereses y cosas por el estilo. Nada que sea mentira, pero nada que arroje luz sobre ningún aspecto.
Así, estáticos en su inutilidad y bajeza, llegaron, como en 2018, a la conclusión de que era mejor para todos ellos aliarse con un empresario como Claudio X. y sus amiguis, que le dieran una pintada de sociedad civil a su elección y llegar con las menores molestias a lo que les interesa: el reparto de las candidaturas legislativas, sabedores de que estaba en chino la presidencial y las gubernaturas. En lo que unos jugaban a la política y otros nomás apostaban a que los dejaran en paz, decidieron nombrar a quien los amiguis querían, que fue Xóchitl. Por supuesto, ella tuvo un empuje inicial muy fuerte, tuvo una gran recepción en la ciudadanía y rápidamente se hizo del apoyo del electorado opositor. Después los partidos se dedicaron a lo suyo: la repartidera, y la candidata, a hacer campaña como pudo y con lo que había. Los partidos han concluido sus listas y parecen abocarse a las campañas. Como era de esperarse, las candidaturas han sido para sus militantes, salvo escasas excepciones, y la llamada sociedad civil pues se dedicará a marchar, apoyar y a votar.
Bien. Más allá de repetir el sonsonete de que los partidos opositores son requetemalos y su inutilidad asombrosa, me parece que han hecho algunas cosas de las que la candidata no se puede quejar y que dejan ver una acción conjunta en beneficio de la contendiente presidencial y de sus propios intereses –legítimos, por supuesto–. El primer asunto es la manera en que descarrilaron de la carrera presidencial a Samuel García. Sin duda el PRI y el PAN operaron políticamente para impedir que el gobernador de Nuevo León se colara a la contienda. De no ser por esa operación, Samuel le hubiera hecho la vida de cuadritos a Xóchitl y, muy probablemente, ahorita estuviera peleando con ella el segundo lugar. Si para algo sirven los partidos en una alianza es para ese tipo de acciones políticas. Pocos se los reconocieron, pero fue un acierto.
Otra acción que indica que los partidos de oposición están más despiertos de lo que parece es lo que hicieron con la propuesta del Presidente sobre las pensiones. Evidentemente se trataba de una treta que les ha puesto AMLO una y otra vez, pero que ahora no cayeron. Lo apoyan, siempre y cuando garantice que se va a cumplir. Por supuesto, de aprobarse esa reforma será un problema para el gobierno entrante que, según el oficialismo, será de Sheinbaum, así que la oposición les regresó la bomba para que les explotara en su propia casa.
La oposición ha mandado al INE para dar los debates a su artillería pesada: Guadalupe Acosta, Rubén Moreira y Germán Martínez estarán en la mesa de los debates. Morena ha mandado a Noroña, también un buen polemista. Sin duda la oposición dará de que hablar.
Como sea, la oposición está despierta. Hay que reconocerle a los partidos que están haciendo lo que les toca. Y con eso les irá bien. Se va a poner bueno.
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