El presidente López Obrador es un obseso de la justicia. Todos lo saben, al presidente nada le importa más que se haga justicia. Por eso él hace énfasis, una y otra vez, que lo legal no importa, lo que importa es la justicia. Digámoslo abiertamente, sin tapujos, que nuestro sentido crítico no empañe la claridad de los actos justos del rayo justiciero de Tepetitán.
Por supuesto Andrés Manuel, nuestro presidente, va más allá de lo inmediato. El implacable impartidor de justicia no se detiene en el momento como lo hace el grueso de la sociedad, más aún los dizque modernos conservadores que son esclavos de la modalidad digital. El líder de la nación piensa en la historia, en cambiarla, en darle la vuelta a lo que pensábamos que era bueno y en realidad era malo, como el neoliberalismo, el extranjero, los estudios, prepararse, competir, todo es malo. Muy malo. Pero como vivíamos en el error, pues no lo sabíamos. Hasta que el Peje, como cariñosamente le dicen sus gobernados, abrió los ojos de su pueblo ciego.
Se sabe. El tiempo es un tirano y más aún para un hacedor de cosas de talla universal como lo es el presidente de las y los mexicanos. En corto tiempo ha puesto en su lugar histórico a los españoles, a los austriacos, a los capitalistas, a los de la derecha, a los conservadores, a los explotadores del esfuerzo colectivo. Y también a los saqueadores de este noble y leal pueblo agradecido eternamente con su líder de la justicia. Es en ese ánimo, de colocar la historia nacional en su versión correcta, que el presidente, a través de su fiscalía para que no lo critiquen los privilegiados del pasado, quiere hacer justicia en el caso Colosio. Y en muchos más, por supuesto.
Esta columna, de manera humilde, pero no exenta de orgullo de participar en ese gran esfuerzo que es la justicia en este gobierno, propone las siguientes comisiones o reaperturas de casos simbólicos que pueden dar un vuelco a nuestra historia y, por lo tanto, a la manera en que nos ven en el mundo y en el concepto que tenemos de nosotros mismos.
Que se conforme a la brevedad una comisión de la verdad que nos diga cuál fue la participación, material, intelectual o ambas, de Genaro García Luna en los siguientes casos, que conforman una parte de la vergüenza nacional:
-Participación de García Luna en el fusilamiento de Miguel Hidalgo. ¿Qué hacía el guardián de Calderón el 30 de julio de 1811 en la ciudad de Chihuahua?
-Que se investigue y se diga de manera puntual si es cierto o no que García Luna, disfrazado de tlaxcalteca, se unió al contingente militar invasor de Hernán Cortés y les pasó información para la derrota de Tenochtitlan.
-Como bien se ha dicho en las redes sociales, y no por eso se debe descartar, es posible que García Luna haya participado en el asesinato de JFK. Por algo fue aprehendido en Texas. Esto es importante saberlo, pues sería una vergüenza internacional la participación de un exfuncionario mexicano en tal crimen. De paso, que también se investigue en el caso de Abraham Lincoln y el de Mahatma Gandhi. García Luna era capaz de todo.
Más allá de lo que puedan lograr las comisiones mencionadas, el presidente podría también esclarecer, entre otros, los siguientes cuestionamientos que devoran los mexicanos:
-¿De dónde son los cantantes?
-¿Pican o no pican los tamalitos que vende Olga?
-¿De quen chon esos ojos que miran bonito? (esta respuesta seguro se la sabe el presidente).
Sabemos que el tiempo del presidente es valiosísimo, por eso es que nada más se hacen estas propuestas. Ojalá y pronto tengamos respuesta a estas demandas que, seguro estoy, tendrán oídos en nuestro Rayo Justiciero de Tepetitán, que seguirá haciendo patria hasta el último día de su mandato.
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