A vivir 2024 con esperanza

Uno de los mitos más conocidos de los griegos es el de la caja de Pandora. Esta caja fue regalada a Pandora como regalo de bodas por Zeus con la clara instrucción de no abrirla bajo ninguna circunstancia, pero la orden lo fue obedecida y de la caja salieron a gran velocidad todos los males del mundo, pero en el fondo de esta quedó el espíritu de la Esperanza, quedando así como un regalo para paliar todos esos males. 

Quizá por eso, se le suele asociar con una visión pasiva ante los desastres y situaciones caóticas y que simplemente se debe “aguantar” a que pasen y se parece demasiado a la resignación. Y en este sexenio esa ha sido la rección de muchos mexicanos que no están de acuerdo con el rumbo que ha tomado nuestro país hayan o no votado por el partido el poder. Algunos parecen estar simplemente esperando que el sexenio acabe deseando que las cosas sean diferentes, incluso, amparados en el deseo de no que no podemos estar peor. Este grupo es el más proclive a abstenerse de ir a votar.

Sin embargo, esa faceta pasiva de la esperanza no es lo que enseña la Iglesia, que coloca a la esperanza como virtud teologal, es decir, aquellas que son la base de la vivencia de la doctrina cristiana. De esta virtud, el papa Francisco ha dicho que es “la más pequeña de las virtudes, pero la más fuerte”. En otras palabras, la esperanza sí implica ese aguantar, pero al ser una virtud nos impulsa a que esa espera sea activa y fructífera; pues nos mantiene firmes para no cejar en crear las condiciones para que el cambio que queremos sea posible. 

Esta es la forma en que los ciudadanos debemos de vivir la esperanza siempre, pero especialmente en 2024. Las elecciones que tendrán lugar en junio definirán radicalmente el futuro de esta y la siguiente generación. Sin duda, se trata de una verdad que puede resultar abrumadora, y llegar a serlo tanto que para muchos les resulte en una especie de parálisis, en lugar de un impulso a la acción. 

Es aquí cuando vivir y trabajar con la virtud de la esperanza es muy útil, con esa esperanza fuerte, activa y sobre todo contagiosa. Es vital que los ciudadanos que no estamos de acuerdo con el rumbo que tiene hoy nuestro país, le entremos a estos cinco meses de la campaña electoral con la convicción de que tenemos suficiente fuerza para incidir en el resultado de las elecciones. Debemos llenarnos de la ilusión y escudarnos en la esperanza, porque justamente el régimen actual le apuesta a lo contrario, a que veamos como inútil el dar la batalla. Usan y usarán todo tipo de estrategias no tanto para asegurar su triunfo, como para quitarnos la motivación para participar en las elecciones y así asegurar que ganen. Nos dirán a través de encuestas que ya no hay nada que hacer, nos repetirán a través de columnistas que supuestamente son opositores que la candidata no despega; nos harán creer que la maquinaria del Estado es imparable.

Ese escenario de derrota sólo resultará cierto si les seguimos el juego y nos retraemos. Las elecciones del 2024 se pueden ganar, y se pueden ganar con un margen suficiente para que no quede duda de la legitimidad del triunfo. Pero sólo será posible saliendo de los intercambios con los amigos que están igual de enojados con las barbaridades que se escuchan cada mañana o en la discusión en redes, será indispensable primero creer en el triunfo; segundo salir a pregonarlo fuera de nuestros círculos; tercero, entender que hoy por hoy no tenemos de otra más que hacer la campaña con los partidos políticos de oposición aunque sean tan deficitarios, y que tendremos que activarnos desde la ciudadanía mucho más que en cualquier elección de pasado. Pero todo ello debemos hacerlo con la fuerza de la esperanza, porque sólo con esa fuerza lograremos llevar a las urnas a aquellos que se vistieron de resignación, ellos necesitan vivir con nosotros la virtud de la esperanza en 2024 para lograr recuperar el rumbo a un mejor México.

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