Durante más de cinco años se han venido repitiendo escenas prácticamente de la misma manera, sin falla. Si en algún medio de comunicación se denuncia que hay indudables pruebas de casos de corrupción en el gobierno, no negará los hechos; pero descalificará al medio, al periodista o la asociación civil que haya investigado. Si hay una matanza, especialmente, si hay jóvenes involucrados bajita la mano se les acusará de estar coludidos con el crimen o ser adictos a las drogas y se argumentará que las cosas estarían todavía peor si el titular del Ejecutivo no se reuniera cada mañana con el equipo de seguridad. Y cada que se inaugurara o reinaugura alguna obra será evidente que se trata de una obra cara, innecesaria, mal hecha o todas las anteriores y los detalles de las fallas.
Cada una de esas escenas desatará una cascada interminable de comentarios en redes señalando la estupidez, el engaño, el cinismo y demás actitudes reprobables ampliando la presencia del titular del Ejecutivo, en otras palabras, las cortinas de humo de este sexenio no necesitan moverlas desde el poder, las alimentan comentadores y ciudadanos en redes, porque en los medios no siempre llega ese tipo de información.
El problema para la ciudadanía es que de aquí a junio de 24 estaremos ya en la carrera electoral y seguir con esa forma de criticar otro efecto: sigue dando los reflectores al titular del Ejecutivo y con ello a su candidata que se verá beneficiada al permanecer a la sombra. Será imposible que aquellos que no están interesados primariamente en la política la vean con claridad. Además, perpetuará la idea de que la única elección que importa o la que define todo el panorama para el siguiente sexenio es la de la presidencia, y justo estos últimos años quedó claro que no es así. Las elecciones para los miembros del Congreso Federal, así como los congresos locales (las elecciones de gubernaturas en realidad son bastante pocas) tienen la misma o mayor relevancia incluso.
Del lado del oficialismo no habrá ninguna novedad. Esta debe ser desarrollada, fomentada y difundida por todos los ciudadanos que le apuestan a un país serio, con obras públicas bien planeadas y fondeadas y con oportunidades de crecimiento en lugar de becas y dádivas. Los ciudadanos que crean que este país merece que la educación en verdad sea de calidad y responda a las necesidades personales y de desarrollo del alumnado. Los que están convencidos de que el sistema de salud sí puede llegar a ser universal con técnicas de punta y profesionales de primera deben comenzar a hablar de esos temas y dejar atrás la repetición ad nauseam de los contenidos de las mañaneras o de los espectáculos de las inauguraciones de obras incompletas.
Es verdad que resulta difícil dejar atrás la dinámica de estos últimos años porque la línea entre el regodeo en los constantes desatinos con la justa necesidad de señalar los errores es muy borrosa. Por esa razón, como cuando los pequeños no saben todavía nada y los progenitores los alejan lo más posible de las orillas de las albercas aunque estén bajo su vigilancia para evitar un resbalón, los ciudadanos deberían iniciar una veda total a los hechos, a los dimes y a los diretes de este gobierno y concentrase en presionar a los partidos de oposición, a la candidata de esos partidos, a los comunicadores de los medios y a los demás ciudadanos para hablar de los problemas reales, para articular propuestas profesionales y de nivel. Hay que llenar el espacio informativo con lo que a los ciudadanos interesa y dejar la “relación tóxica” con quien hoy encabeza el Poder Ejecutivo (y el Legislativo, en términos reales). El antídoto contra el fracaso repetitivo de este régimen está en crear y creer en la novedad de que un México diferente sí es posible.
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