Para nadie es desconocido que los indicadores de medición que utiliza Andrés Manuel López Obrador para enaltecer su persona por la falsa percepción que tiene de sus logros de gobierno, no tienen nada que ver con los resultados de su política pública, sino con la narrativa que le permite mantener su popularidad.
A propósito de dictadores que han sido populistas, mucho se ha hablado, escrito y videograbado sobre cómo inician las dictaduras y no son pocos los que han dudado que esto pueda suceder en México: “está muy lejos”, “no exageren”, “no es para tanto”, “somos una democracia fuerte”, entre otras tantas afirmaciones.
Sin embargo, quieran verlo o no, los riesgos están ahí, acechando al país desde Palacio Nacional. ¿Cómo logra su popularidad? No es difícil saberlo: 23 mil servidores de la Nación, 22 gobernadores, 21 Secretarías de Estado y como cereza en el pastel, el jefe del Estado Mexicano se degradó a coordinador de campaña.
Es importante resaltar que para consolidar esa popularidad, se usa la mentira como forma de gobierno, para que sea la percepción y no la realidad -incluida la que se presenta con información de los datos oficiales- la que predomine en la narrativa pública.
En el caso de los cuatroteístas, son tres las principales y evidentes falsedades, que además se presumen como “principios de su movimiento”:
No mentir
No robar
No traicionar
Y cada acción u omisión del gobierno confirma su mitomanía, que ante la falta de transparencia y con la ayuda de una red de voceros pagados con recursos públicos, van creando historias que nada tienen que ver con la vida diaria de la población y que se empeñan en justificar lo injustificable. Sí mienten, sí roban y sí traicionan.
Sobre estos cimientos de corrupción, Claudia Sheinbaum construye su segundo piso de la transformación, pues no hace más que simular y mentir. Poco o nada importa lo que viven millones de personas.
Como muestra basta un botón. En su reciente gira a Guerrero, la portadora del bastón de mando, sin empacho, sin pudor y sin ninguna ética, hizo aseveraciones que la evidencia derriba:
“¿Cómo le hizo el presidente López Obrador para lograr todo esto…? ¿a poco endeudó al país como los presidentes de antes? Y entonces, ¿de dónde saca el recurso? ¡No se roba el dinero, así de sencillo! ¡Se acabó la corrupción en el gobierno federal, se acabaron los privilegios! Miren… ¿con qué dinero está haciendo el hospital acá en la montaña? ¡Con la venta del avión presidencial…!”
Este es el segundo piso de la transformación que prometen Morena y su candidata: mentiras, simulación y más mentiras.
¡López Obrador y su bancada en el Congreso de la Unión aprobaron, tan solo para 2024, una deuda de casi dos billones de pesos! Es la deuda más alta de al menos los últimos 30 años y, lo peor de todo, es que a los hijos de nuestros hijos les tocará seguir liquidándola por mucho tiempo.
¡Y qué decir del avión presidencial, ese que seguimos pagando los mexicanos después de que se rifó y que dicen se vendió! La aeronave, que tuvo un costo de 6 mil millones de pesos, fue rematada por apenas 1,700 millones de pesos, cuya transacción se generó en la total opacidad y, para colmo, fue entregada a un país considerado una dictadura: Tayikistán.
La facilidad con la que promete cosas que no va cumplir la ex jefa de gobierno de la CDMX es asombrosa por su desvergüenza.
A la funcionaria que se le derrumbó una escuela por avalar irregularidades en su construcción; a la que se le quemó, explotó, inundó el metro, que además chocaron sus trenes y hasta se le cayó la línea 12 por la falta de mantenimiento -cobrando la vida de más de 50 personas, entre ellas 19 niños-, le resulta fácil mentir, porque sigue el ejemplo de quien la ungió, aunque sus mentiras, al igual que las de su mentor, protejan con su manto de impunidad a toda su clase política, en tanto los hogares enlutados siguen esperando justicia.
Es de un cinismo sin precedentes, la forma en la que manipulan a una parte de la opinión pública, porque la corrupción no sólo no se acabó, ¡se institucionalizó y se normalizó entre los cuatroteístas! Una revisión rápida nos remite a los desfalcos de Segalmex, del ISSSTE, del IMSS, de la Conade y a los millonarios desvíos para campañas electorales de Morena, con beneficios para Claudia que provienen de la Secretaría del Bienestar.
¡Y qué decir del tráfico de influencias de la familia del presidente, de su hijo José Ramón y su nuera, de los negocios de su hijo Andrés y sus amigos, que desde el inicio del sexenio se han ido desvelando!
Lo que ha hecho este gobierno es de un descaro inaudito para los que pregonan la honestidad valiente. Por eso, es momento de poner fuerza y corazón por México, para que en junio de 2024, se vayan de Palacio Nacional.
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