La Santísima Virgen de Guadalupe es una de las figuras más importantes y significativas en la cultura mexicana, por lo que ocupa un lugar especial en el corazón de todos los mexicanos y en el aniversario 492 de las apariciones de María a San Juan Diego en el Tepeyac, la madre del pueblo mexicano se consolida como un pilar de la sociedad.
Gerardo Valle Flores, coordinador del Centro de Estudios Guadalupanos de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP), indicó que en 1531, cuando la Virgen de Guadalupe se manifestó, lo hizo en un “contexto caótico, con tensiones entre grupos prehispánicos y la llegada de los españoles”.
“Tras las apariciones, se logró una aceptación entre las diferentes etnias, generando un mestizaje que contribuyó a la unificación y desarrollo en función del cristianismo traído por la Virgen”, comentó el experto y destacó que la devoción a la Virgen se ve en las peregrinaciones, que son un ejemplo de fraternidad donde todos se ayudan.
Antonio Bravo Méndez, colaborador del Centro de Estudios Guadalupanos de la UPAEP, indicó que el ver a adultos y niños, tan involucrados en las peregrinaciones y participando activamente, “subraya la importancia de la fe y la devoción, destacando el testimonio de una persona del público sobre la fortaleza de la fe y la necesidad de acercarse a la religión”.
Además, los expertos detallaron que las celebraciones a la Virgen de Guadalupe permiten ver la riqueza cultural del pueblo mexicano, pues los peregrinos dejan ver distintas formas de expresión, adaptadas a la tradición guadalupana, pero aunque sean diferentes siempre se mantiene la esencia de la celebración religiosa.
Valle Flores aseveró que “a medida que México celebra los 500 años de las apariciones de la Virgen de Guadalupe, la devoción y la conexión con esta figura religiosa continúan siendo un pilar fundamental en la identidad y espiritualidad del pueblo mexicano” y destacó que las apariciones de la Virgen de Guadalupe son sumamente peculiares.
Las apariciones de la Virgen de Guadalupe a San Juan Diego
El 9 de diciembre, San Juan Diego, al pasar por el cerro del Tepeyac escuchó un canto hermoso, tanto que le pareció que no era de esta tierra, cuando de pronto vio una luz intensa y a una señora con las manos juntas, quien le dijo que su deseo era que se le construyera un templo y le pidió que lo comunicara al obispo, fray Juan de Zumárraga.
Cuando San Juan Diego contó lo sucedido a Zumárraga, este no le creyó y desanimado, el indígena regresó a su hogar, cuando la Virgen de Guadalupe se apareció por segunda vez, para pedirle que fuera al día siguiente a ver al obispo, al día siguiente, el obispo le pidió a San Juan Diego un indicio o señal de que lo sucedido era real.
Ante la solicitud del obispo, la Virgen de Guadalupe se apareció una tercera vez a San Juan Diego y le pidió que regresara al día siguiente; sin embargo, el indígena no pudo asistir a la cita, que era el día lunes 11 de diciembre, pues su tío Juan Bernardino se había enfermado, por lo que la Virgen y él tuvieron su último encuentro el 12 de diciembre.
El 12 de diciembre, mientras San Juan Diego pasaba de nuevo por el cerro del Tepeyac, la Virgen de Guadalupe se apareció por cuarta vez, Juan Diego le explicó la situación de su tío y la Santísima Virgen le dijo que se curaría, y lo mandó a recoger flores al cerro, ponerlas en su regazo y llevarlas hasta donde se encontraba el obispo.
Al llegar con fray Juan de Zumárraga, San Juan Diego tendió su regazo, dejando caer las hermosas rosas y como por obra de los ángeles, apareció la imagen de la Virgen de Guadalupe; en ese momento, el obispo tuvo su prueba y quedó inmortalizada la belleza y fe de la patrona del pueblo mexicano, la Santísima Virgen de Guadalupe.
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