Mucho se ha hablado de la mafia política que controla la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, mejor conocida como la Sosa Nostra, pero ¿quiénes son? Y ¿dónde se encuentran hoy?
Para Ana Maus, en su media orfandad.
La información difundida por la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) de la Secretaría de Hacienda no deja lugar a dudas: algo está podrido en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, y es muy posible que esté podrido casi todo. Durante décadas se ha comentado en la grilla política sobre la mafia que controla esa universidad.
Miguel Ángel Granados Chapa libró una batalla pública contra los líderes enquistados en esa institución educativa. Fue el propio Granados Chapa el que le dio vuelo a la llamada Sosa Nostra, una manera chusca de mencionar el estilo mafioso de comportamiento de esos caciques universitarios en el que uno de los más destacados es el señor Gerardo Sosa, de ahí el juego de palabras del periodista. Como muchos de los caciques o “mafiosos” de la política, el señor Sosa fue militante priista durante muchos años y hace menos de un año se pasó a Morena –como buen priista– donde también controló con su grupo candidaturas locales y federales. Según informó el rector de la universidad, el señor Sosa, uno de cuyos hijos fue asesinado en Hidalgo hace unos días, se encuentra fuera del país.
Acostumbrados a tener la mirada puesta en el gobierno federal, en sus excesos y en sus decisiones, dejamos a un lado lo que sucede en los estados. Perdemos de vista lo que sucede con los dineros públicos una vez que se van a las diferentes entidades; consideramos que lo que suceda en esas demarcaciones son cosas meramente locales, cuyo impacto se reduce a la demarcación. Olvidamos, en nuestra dependencia de lo central, que también hay dinero federal en ese tipo de manejos y que ese tipo de malos manejos se repiten por diversos lugares generando una conducta nacional o un comportamiento generalizado. La famosa investigación realizada por mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad llamada La estafa maestra, incluía la participación activa de ocho universidades públicas de diversos estados en un esquema de triangulación de dinero. Un escándalo. Así que con la educación universitaria hemos topado.
Lo que dice la UIF no es poca cosa. Más allá del control de las instalaciones universitarias, la universidad está involucrada en el manejo dudoso de cuentas hasta por un monto de 156 millones de dólares, que ya fueron congelados por las autoridades federales. Las transferencias a esas cuentas provinieron de otros países: Reino unido, Francia. España, Suiza. La cosa no se ve bien, pues la universidad es dueña de varias empresas. Entre las respuestas que ha dado el rector universitario se encuentra su acusación de que “se violentó el secreto bancario”, lo cual suena, por decir lo menos, intrigante.
Estamos ante la evidencia de que las universidades en los estados, no son solamente un natural foco de expresión política, sino que han sido también un centro de control económico y político. El control de las universidades es también el de determinados conflictos sociales.
Si el gobierno federal ha decidido emprender una investigación a fondo, con consecuencias, le hará un enorme bien a Hidalgo y verá cómo las demás universidades comienzan el cambio, la transformación, como le gusta decir a la clase gobernante, que requieren como entidades que reciben fondos públicos. Pero no sólo eso, si cae la estructura mafiosa de esa universidad, habrá cambiado la vida política en Hidalgo.
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