“Presidente: ¿Protestáis desempeñar leal y patrióticamente el cargo de Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que se os ha conferido y guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen, mirando en todo por el bien y prosperidad de la Unión?
Ministro: Sí protesto.
Presidente: Si así no lo hiciereis, que la Nación os lo demande”.
Con esa solemnidad la Constitución prescribe, en su artículo 97, la protesta de quien tendrá el alto honor de formar parte de la Corte. La propia Constitución guarda tanto la dignidad de ser Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que no permite la renuncia a tan honorable cargo salvo que se trate de una “causa grave” (artículo 98). Pero al licenciado Arturo Zaldívar se le olvidó hace tiempo tanto el Derecho como la dignidad. No hace muchos meses hablaba en contra mía y, ahora que anunció públicamente su filiación política, entiendo la causa de sus opiniones y hasta el sentido de sus votos como ministro. Se le olvidó el Derecho porque presentó su renuncia el 7 de noviembre y la causa que citó fue: “mi ciclo ha terminado y mis aportaciones se han vuelto marginales”. Algo así como: “ya no me hallo”, “nadie me hace caso”. Podría haber hablado con sus compañeros ministros acerca de lo mal que se sentía en la Corte, pero no podía renunciar por esa causa simple y sencillamente porque “no es grave”. Y, por si fuera poco, en esa misma carta anunció su filiación política y pidió chamba en Morena. Una pena, mejor no hubiera dicho nada. Aún peor, el ahora supuesto exministro publicó una foto suya con la candidata de Morena que fue tomada el día anterior al de su escrito de dimisión. Una burla la renuncia que se vuelve ominosa e imperdonable cuando viene de un individuo que presidió uno de los tres poderes de la Unión.
Lo que siguió fue un ridículo nacional protagonizado por los senadores, con mayoría de Morena, a través de un dictamen que fue, este también, una burla, al establecer que:
1. Que la “causa grave” a la que obliga la Constitución para que sea aceptada la renuncia, protege al dimitente. Se equivocan, ese requisito se estableció para proteger el principio de división de poderes, la libertad y el principio de imparcialidad. Ahora resulta que el ejercicio del cargo depende de la voluntad de quien dimite
2. Aunque usted no lo crea, el dictamen cita como fundamento la entrevista de radio del propio dimitente en el programa de Ciro Gómez Leyva, tan vilipendiado desde el gobierno y su partido oficial.
3. Otro fundamento es que había ya un precedente. Es decir, como ya habían violado la Constitución una vez, faltaba más, la vuelven a desobedecer.
Inmediatamente después, el presidente de la República envió una terna para cubrir la vacante. Estas ternas se hacen con el auxilio de la Consejería Jurídica del Ejecutivo Federal. ¿Adivinen quién integró la terna? Nada más y nada menos que la Consejera Jurídica y la Consejera adjunta que se “apuntaron” en la terna de la propuesta para el cargo de ministro. No hay decoro alguno.
Todo el proceso está manchado, por decirlo de manera eufemística, y el responsable se llama Arturo Zaldívar, quien acordó la maniobra con el presidente. Estos meses han sido muy movidos para el dimitente. Dicen que la iniciativa de extinguir los fideicomisos del Poder Judicial Federal vino del propio Arturo Zaldívar, para que la presentara el coordinador de diputados de morena, Ignacio Mier. Es decir, el dimitente ya estaba trabajando con el Ejecutivo y no con el Poder Judicial.
La renuncia fue planeada y advertida. Él renunciaría para que el Presidente tuviera un ministro más para escoger y que Xóchitl, o quien quede en la presidencia de la República, no tuviera tres ministros a proponer, sino sólo dos. También acordó en sumarse públicamente -ya lo hacía desde antes- a la campaña presidencial de Morena. Una vergüenza.
En un gran artículo al respecto, el maestro Elisur Arteaga escribió: “Durante mucho tiempo consideré que el ministro Zaldívar sabía Derecho, por lo mismo, que tenía conciencia de los límites dentro de los cuales podía actuar. Después de ver que guardó silencio cuando se pretendió alargar su permanencia en la presidencia de la Corte, a través de un artículo transitorio; de que, según se afirma, participaba en reuniones con el presidente de la República, … y ahora con su renuncia he llegado al convencimiento de que sí sabe derecho, pero que su ambición de poder lo ciega y lo hace incurrir en descrédito de la función que tiene encomendada, demérito de su profesión y desprestigio de su persona”. Duras palabra de quien por muchos años hablara bien de Zaldívar.
No sorprende. Zaldívar se acomoda en el poder, quedó bien con el presidente de México, renunciando antes de tiempo, no terminó el encargo que “la nación le confirió” y, antes de que se cumpliera el plazo, hizo público su apoyo a la candidata de Morena. Quiso quedar bien con el presidente al “tirar” su cargo para que éste designara otro ministro, aunque le quitara esa oportunidad a la siguiente presidenta y, al mismo tiempo, quiso empatar con la candidata oficial Claudia mostrando docilidad en la adhesión. Todo mal por querer quedar bien con los dos ¿quedó bien? No. ¿es confiable quien así actúa? No. Ya se darán cuenta.
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