Sheinbaum espía

El reportaje del New York Times en el que revela el espionaje realizado a adversarios políticos de Claudia Sheinbaum por parte de la fiscal de la CDMX es un escándalo de grandes proporciones. Por un lado, nos revela que una de las peores caras de Claudia Sheinbaum es Ernestina Godoy, la fiscal capitalina que busca en estos días reelegirse. A la fiscal no le importa convertirse en espía de la peor calaña, no para capturar delincuentes o para desmantelar acciones y bandas criminales, sino para escuchar y espiar los teléfonos de quienes osaron ponerse a competir con su superior. Poner la fiscalía a las órdenes del espionaje político es una bajeza; que la fiscal, supuestamente autónoma, llegue a lo más bajo en sus ofrecimientos con quien considera su superior es deleznable. A doña Ernestina no le importa hacer tranzas con tal de satisfacer las órdenes y caprichos de su jefa Claudia Sheinbaum.

También nos muestra el uso verdaderamente descarado de los recursos de gobierno para acciones políticas en aras de una candidatura electoral. Que la fiscalía de la CDMX solicitara cooperación de otros estados para intervenir oficialmente las llamadas de opositores políticos, es condenable. Utilizar supuestas investigaciones de secuestros para obtener vía legal para la intervención nos habla del ínfimo nivel moral de la fiscal Godoy. El secuestro es un delito que lastima a miles de familias mexicanas. A muchas las deshace al jugar con la vida y la muerte de sus seres queridos. Utilizar ese crimen como pretexto para espiar a los “enemigos” de la política, aparte de una ilegalidad es una canallada con las víctimas. Y es también un ejemplo del nivel de colaboración entre los gobiernos de Morena.

El escándalo es para la fiscal Godoy en el escenario de su deseada reelección, pero también lo debe ser para Claudia Sheinbaum que con esto revela que ha sido un manojo de nervios, una persona insegura del papel y el espacio que ocupa en la política. Espiar adversarios denota inseguridad, temores fundados sobre la fuerza y la capacidad del otro. Lilly Téllez, una de las espiadas por la fiscalía de Godoy, era una candidata muy competitiva, se movía en las antípodas de la señora Sheinbaum. Era claro que su partido no la iba a dejar avanzar; aun así lo logró. Téllez optó por no participar en el proceso interno del Frente al no encontrar garantías de juego parejo. El espionaje de Claudia reafirma que Lilly tenía tamaños para ser rival.

El otro espiado es Santiago Taboada, en ese entonces alcalde de la Benito Juárez y ahora aspirante a la Jefatura de Gobierno de la CDMX. Es un enemigo natural de Morena para el cargo que ocupó y desde el que espió la señora Sheinbaum. Pero eso no ameritaba que lo espiara, que hiciera un uso faccioso y delincuencial de la fiscalía para tratar de impedir las aspiraciones políticas del panista.

Si en el PAN hubiera adultos que tomaran decisiones, seguramente Santiago Taboada ya sería el candidato a la CDMX. No es el caso, tendrá que competir contra un priista, al parecer también con alguien del PRD –cosa que a nadie le importa–, con Lía Limón, alcaldesa de Álvaro Obregón, contra la señorita Sandra Cuevas, alcaldesa de la Cuauhtémoc, y contra alguien más que quiera. En fin, que al parecer lo importante es ponerle trabas a quien puede competir y ganar. En eso anda nuestra oposición, en lugar de estar capitalizando este escándalo nacional.

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