El voto juvenil

Un tercio del padrón electoral está compuesto por jóvenes de menos de treinta años, su voto será decisivo en las próximas elecciones. Este rango de edad no ha sido especialmente participativo desde el año 2000, y los bajos niveles de participación son un elemento común en todas las democracias del mundo. Sin embargo, en una elección como la que vendrá en 2024, una determinante para el futuro del país, es necesario encontrar los mecanismos que los involucren más.

Se trata de una tarea compleja y los datos de la elección anterior, aunque intermedia, no son alentadores. En ese grupo de hasta 29 años, destacan los jóvenes que cumplen 18 años en el año de la elección, entre ellos se suele dar una participación significativamente mayor, por ejemplo, en 2021 llegó a 56 por ciento. Se dice que es el entusiasmo de que sea su primera elección, pero más bien tiene que ver con la inercia de tramitar su credencial de elector en año electoral puesto que el grupo de 19 años que también vota por primera vez sólo tuvo 48 por ciento de participación. Y de ahí en adelante los grupos de edad siguieron bajando a 41.7 por ciento de 20 a 24 (ahí todavía los de 20 sería su primera elección) y de 25 a 29 años a 39.6 por ciento.

Esos números de la elección de 2021 son más bajos que los de la de 2018 porque se trató de una intermedia. Pero para la llegada de Morena a la presidencia los jóvenes no fueron parte del voto decisivo tampoco, pues como se señalaba ya desde el 2000 los niveles han ido bajando.

¿Qué tuvo el 2000 de atractivo? Pues se percibió como una elección antisistema en ese momento, que el resultado haya sido menos profundo que lo que se quería puede ser, pero en el año 2000 era todo un triunfo que hubiera elecciones democráticas y ese tinte de vientos nuevos nunca lo tuvo la elección de 2018. El actual titular del Ejecutivo y su partido han querido vender que su llegada al poder es un cambio o una transformación radical, lo cierto es que 2018 fue una elección movida por el hartazgo y endulzada con una falsa esperanza; pero se dio en términos democráticos muy normales, como habían sido todas anteriores; aunque el discurso oficial insista que hubo fraude en 2006 o que siempre hubo fraude en cualquier elección anterior.

Esto es importante resaltarlo porque se dice que los jóvenes no se acercan a las urnas con facilidad, que sólo cuando se dan esas condiciones de prever un cambio antisistémico es que cunde el entusiasmo que los mueve a ir a las urnas, y es muy posible que sea así o por lo menos así ha sido por generaciones. Sin embargo, casi siempre se escapa un detalle a quienes están metidos en la política, porque puede parecerles obvio: los jóvenes —y en general la sociedad— no asocian el convertirse en ciudadanos con la posibilidad de votar.

Según los datos de la última Encuesta Nacional de Cultura Cívica (2020) para los jóvenes ser ciudadanosignifica en primer lugar tener más derechos (34.2% jóvenes de 18 a 19 años y 33.8 de 20 a 29 años), segundo tener más responsabilidades (26.8 de 18 a 19 y 34.4 de 20 a 29 años) y sólo para 8.6 por ciento de 18 a 19 y 8.5 de 20 a 29 lo asocian a votar. En el gran cuadro se trataría de una buena respuesta siempre y cuando tener más derechos o más obligaciones esté asociado también al ejercicio de voto y a la exigencia a los que resulten electos para los puestos populares. Este matiz debe ser considerado por quienes promueven el voto juvenil porque conviene enmarcar su participación en un abanico más amplio que sí conecte el voto con el ejercicio de los derechos y el goce de libertad, e ir más allá para involucrarlos en la exigencia de resultados, moviendo a una participación más activa que les resulte atractiva y no una pasiva como la del grueso de la población.

Por otra parte, la misma encuesta muestra otros rasgos que se deben considerar y que son diferentes de lo que otras generaciones consideraban. Pues a la pregunta de si estarían de acuerdo con un gobierno encabezado por militares, fueron el grupo con más respuestas favorables y los más lejanos al rechazo tajante de la idea. Incluso entre 18 y 19 años el 20.8 por ciento se mostró “muy de acuerdo” con la idea siendo el porcentaje más elevado. Aunque en contraste, tanto de 18 a 19 años como de 20 a 29 años, fueron los dos grupos de edad que más apoyan que un gobierno esté encabezado por expertos en cada tema (salud, economía, etc.).

Estas respuestas son ilustrativas, y sin duda el paso de la pandemia y de las elecciones del 2021 podría haber cambiado esas percepciones; pero ese tipo de información es vital tomarla en cuenta para la promoción del voto y el diseño de las campañas. El impacto de la pandemia en particular no se ha alcanzado a medir ni en las escuelas y universidades ni en otros ámbitos y debería ser tomado en cuenta para llegar a los primeros votantes.

Pero más allá de aquellos que por primera vez ejercerán el voto, se debe considerar que para que haya participación juvenil es indispensable que la elección sea atractiva, sí, con todo el abanico de significados que la palabra atractiva puede tener –las elecciones antisistema son atractivas por definición para los jóvenes, pero no es suficiente–. Es decir, el joven debe encontrar razones que conecten con sus emociones y con sus miedos para motivarse a ir a las urnas; quien quiera que los jóvenes participen de poder encontrar la mezcla entre dar un toque de “espectáculo”, de “diversión” y con la solidez de propuestas expresadas en formas sencillas –con un contenido de TikTok se sienten que entienden cualquier tema–, pero que se sientan respaldadas por un conocimiento tan contundente –como con un experto que sepa y que comunique bien que sabe– que los mueva al interés y les comunique una esperanza que hoy la mayoría de ellos no ven, no se perciben en un mundo en desarrollo exitoso sino todo lo contrario.

Finalmente, cabe resaltar que tal como se perfilan las candidaturas, la elección en sí puede tener un elemento de ruptura de estándares y se le podría sacar provecho para acercar a más jóvenes, y es que será una elección para elegir por primera vez a una mujer. Los equipos de las dos candidatas estarán afinando sus estrategias para acercar a los votantes jóvenes pues al hacerlo aumentarán sus posibilidades de triunfo, pero también las familias, las escuelas y las universidades deben cooperar no en las campañas en sí, sino en fomentar la motivación a la participación de un mayor número de jóvenes en el entendido que 2024 define más sus posibilidades de futuro promisorio que el de cualquier otro grupo de edad.

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