Rebelión de los partidos

¿Qué les está pasando a los partidos? Es una buena pregunta. Su actividad en las últimas semanas ha resultado, por lo menos, desacostumbrada, poco alineada con su actuación histórica en la política mexicana.  El valor de los partidos políticos es que, de alguna manera, representan votos para los candidatos. Todo ello porque, supuestamente, representan la opinión de algunos sectores representativos de la Sociedad. Pero ¿cuál es su valor cuando no logran aglutinar números suficientes de votos a favor de sus candidatos?

En la democracia y solo en la democracia, es importante tener partidos que realmente sean representativos de la Sociedad. Cuando estamos hablando de una monarquía, su papel es sumamente limitado y fungen meramente como mecanismo consultivo, pero no es obligatorio seguir sus opiniones, aunque fueren mayoritarias. En las autonombradas democracias populares solo existe un partido de estado, el partido comunista, por ejemplo, en los sistemas de inspiración soviética. Y en nuestro país, la dictadura perfecta tenía algunos partidos muy menores, muchas veces financiados por el propio sistema y algunos partidos realmente independientes, pero que influían poco en la vida política. Esto fue así hasta aproximadamente los años 90. El valor de esos partidos políticos tenía más que ver con la posibilidad de demostrar ante la comunidad internacional que no había una dictadura de verdad, puesto que había otras opciones. Y si esas opciones no eran favorecidas por los votantes, decían, quería decir que no tenían plataformas políticas suficientemente atractivas. O, por lo menos, esa era la narrativa en esos años. Después de la apertura democrática del año 2000 y siguientes, por primera vez tuvimos partidos realmente competitivos. No necesariamente efectivos: desacostumbrados a gobernar, su desempeño muchas veces fue deficiente.

En estas últimas semanas han ocurrido algunos hechos notables. Da la impresión de que los partidos, o por lo menos una parte importante de su militancia, se están rebelando a los precandidatos del partido en el poder y de la alianza opositora. Se ha comentado mucho el gran fracaso de los operadores de la 4T para poder reunir un número suficiente de asistentes a una manifestación en la Ciudad de México, en apoyo a la doctora Claudia Sheinbaum. La mayoría de los medios se solazaron difundiendo los vídeos que mostraban el llamado Estadio Azul, con una capacidad de 30, 000 asistentes, prácticamente vacío. Hubo un intento de dar explicaciones, pero finalmente hubo que reprogramar el evento. Queda por verse si la dificultad para reunir un número suficiente de asistentes fue un tema de ineptitud de quiénes se encargaron de la organización, la falta de fondos para poder pagar el acostumbrado acarreo, o si ocurrió, cosa que sería muy grave, que la militancia se les está revelando a la cúpula del partido de la 4T y a su candidata. Habrá que esperar y ver.

Por otro lado, la ingeniera Xóchitl Gálvez no ha tenido algún evento fallido, pero es un hecho que, a partir de recibir su nombramiento como representante de la alianza opositora, no ha vuelto a tener ninguna reunión multitudinaria.  Puede ser que la ingeniera ha querido ser muy escrupulosa en cumplir los lineamientos de la ley electoral, pero, por otro lado, se habla mucho de que la estructura de los tres partidos a los que representa, le han hecho el vacío.  Incluso se han dado datos de que algunos de sus dirigentes han tomado vacaciones y no se han mencionado reuniones entre los partidos y la candidata. Lo cual querría decir que, en algún momento, las estructuras directivas de los partidos no han quedado totalmente a gusto con el nombramiento de doña Xóchitl.

Los miembros de las estructuras territoriales de los partidos tienen como misión atraer votos, no para sí mismos, sino para aquellos que elige su directiva.  Si el partido se negara a convocar suficiente número de votantes, ¿cuál sería su valor? Y esto puede darse por ineptitud o porque se niegan a cumplir su función de convocar.  En cualquiera de los casos, uno se preguntaría: ¿para qué sirven?

Es muy posible que sigamos sin renovar los conceptos básicos de la función partidista.  Posiblemente, en el pasado, los números de asistentes a diferentes eventos, era un indicador confiable de los resultados en las elecciones.  Lo cual posiblemente era muy cierto cuando la mayor parte de la población vivía en localidades pequeñas o medianas, dónde se podía controlar con facilidad quién asistía a uno a los diferentes eventos.  Ya no es el caso. Según el CONAPO, en este año más de 60 millones de personas viven en veinticinco áreas metropolitanas. Una población muy difícil para conocer y saber con precisión quién está votando por un partido u otro. Esto significa el 47% del total de la población del país, con mayor proporción de clase media y de educación avanzada, más difícil de controlar por los partidos.

Por otro lado, muchas veces las estructuras de los partidos se están guiando por medios modernos para conocer la intención de voto.  El análisis de las redes sociales, el así llamado número de likes, y los resultados de las encuestas, se les considera tanto o más representativos cómo la asistencia a reuniones políticas o mítines.  Lo cual está por demostrarse.

No deja de ser significativo que, ante el desastre natural en Acapulco, la 4T no haya organizado todavía manifestaciones multitudinarias de apoyo al presidente de la República.  Y, por otro lado, la oposición no ha tratado de hacer lo propio, es decir, crear manifestaciones de repudio al desempeño de la 4T.  Es muy pronto para tener un buen análisis. Pero no deja de ser significativo que ni siquiera ha habido ningún anuncio y que, la mayoría de la oposición ha manifestado su repudio por fuera de la estructura de los partidos y mediante los comentarios de la Sociedad en las redes. ¿Será que los partidos no se recuperan de su marasmo y están esperando a ver cómo va evolucionando la situación? Solo el tiempo nos dirá. Y lo hará muy pronto.

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