La homofobia está muy lejos de representar a las personas que no están de acuerdo con el matrimonio gay; tema que no comprenden las personas a favor del LGTB.
Con relación a la polémica cuestión del pretendido matrimonio gay, muchas personas se manifiestan en contra de igualar dicho matrimonio con el matrimonio tradicional heterosexual señalando que este último debe de considerarse propiamente matrimonio, ya que la palabra matrimonio, siguiendo su etimología de matris y munium, hace referencia a la madre que es cuidada por el marido. Al decir madre se supone una dimensión humana de lo femenino para concebir, gestar, alimentar y educar a un nuevo ser humano, dimensión humana femenina que la madre no la desarrolla sola, sino junto y con el cuidado del esposo. De esto se sigue el patrimonio, o sea, el cuidado que el padre hace de su esposa e hijos. De ahí que el aspecto femenino y masculino al no estar presentes de modo definido en la unión gay, dicha unión no pueda considerarse matrimonio.
No es el caso en este espacio reproducir toda la argumentación del por qué la unión gay no es un matrimonio, lo que interesa señalar es que ante tal modo de pensar, muchas voces afines a favor del LGTB (lesbianas, gays, transexuales y lesbianas) inmediatamente –y ya como un lugar común– etiquetan como homofóbicos a todos los que están en contra de igualar a la unión gay con el matrimonio heterosexual, es decir, si usted amable lector no está dispuesto a aceptar que la unión gay es tan matrimonio como la unión matrimonial heterosexual, entonces, según la mentalidad del LGTB, usted es automáticamente un homofóbico.
El autor del presente artículo publicaba la siguiente reflexión en una red social tomando en cuenta ciertas reglas de la lógica: Todo homofóbico está en contra del matrimonio gay, pero de ahí no se sigue que todo el que esté en contra del matrimonio gay sea homofóbico. El quid de la cuestión es precisar qué se entiende por homofóbico.
Apelando a la etimología de homofóbico, homo y fobos, este último término, fobos, hace referencia a un miedo intenso e irracional, de carácter enfermizo, que en este caso está relacionado con el rechazo de la unión sexual de dos personas del mismo sexo. Entonces, la terminación de fobos le da a la palabra homofóbico un sentido peyorativo. De ahí se sigue que lo homofóbico sea más bien una actitud afectiva sin razones, o dicho más elegantemente, sin logos argumentativo, actitud contraria a la unión homosexual, y, por ende, contraria a la igualación de unión gay con matrimonio heterosexual.
Se puede mencionar que, si alguien no tiene logos, es decir, razones y argumentaciones para demostrar que la igualación entre matrimonio gay y matrimonio heterosexual no tiene sentido o no debe ser, entonces se acerca hacia una postura homofóbica, en cambio, en la medida en que se haga evidente por medio de un logos argumentativo la falta de sentido de la igualación ya mencionada, entonces no todo el que esté en contra del matrimonio gay es homofóbico. Pero en teoría de la argumentación, lo que vale para un argumentador también vale para el otro que está contraargumentando, luego, las voces a favor del LGTB no pueden únicamente invocar la palabra homofóbico a modo de etiqueta descalificativa para contrarrestar una argumentación que demuestre la falta de sentido al pretender igualar la unión gay con matrimonio heterosexual, pues en tal caso se estaría cayendo en una actitud de falta de logos, o sea, irracional, lo cual puede acercar hacia una posición heterofóbica.
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