Se habla de liderazgo cuando alguien triunfa en algún evento. En los medios de comunicación entusiasma el buen desempeño de algún deportista o de algún equipo. El futbol o los juegos olímpicos son llamativos para todas las naciones y los triunfadores al destacar consiguen un sinnúmero de seguidores.
Destacar, arrastrar y obtener seguidores son manifestaciones del liderazgo, aunque sea incipiente. Quien destaca aisladamente o en equipo ha de darse cuenta de los efectos que puede causar a sus seguidores. Le van a imitar no solamente en aquello en que destaca sino en su conducta, en sus opiniones y en un largo etcétera. Es mucha la responsabilidad.
En todo el mundo, el fútbol es un espectáculo de gran arrastre, emociona, anima, desanima, engrandece o enfurece y los vaivenes son fluctuantes. Todo ello es una muestra del nivel del seguimiento del público. El entretenimiento es una necesidad. Por eso, también los actores y las actrices arrastran y son líderes por ese motivo.
El interés de conocer más detalles de la vida de todos ellos ocupa mucho tiempo y por eso la huella llega a ser muy profunda. Muchas veces los buenos resultados de las respectivas actuaciones compensan frustraciones familiares o laborales. Y los seguidores sueñan con obtener esos logros y adoptan esos modos de comportarse.
Los comunicadores expertos en las áreas del deporte y del espectáculo han de recapacitar sobre el papel que tienen en el desempeño de su público. La infidelidad y el vicio pueden aumentar si dan a conocer, casi morbosamente, esas conductas sin dar alguna valoración. La neutralidad es una insensatez.
El interés y la pasión del público puede ser el punto de apoyo para mejorar el comportamiento de los ciudadanos. La alegría de un triunfo y la fiesta desencadenada pueden ser el punto de partida para reorientar la vida de los espectadores al mostrarles la constancia, la resiliencia, la disciplina, la laboriosidad y muchos más aspectos.
Mejorar el desempeño social es tarea de todos. Inicia en la familia, pero muchas veces es deficiente y requiere de la ayuda de otros. Es cuestión de asumir una solidaridad amistosa tanto en el hogar como en los demás sitios que se frecuentan. Es el caso de los compañeros de trabajo y otros conocidos cercanos o transitorios. La actitud amistosa dulcifica la solución de las dificultades que nunca faltan.
Ningún adulto está excluido del liderazgo, incluso desde la niñez algún pequeño y en alguna circunstancia puede llevar la voz cantante, por ejemplo, en un juego. Todos pueden encontrar ayuda para realizar ese papel. Los padres de familia obviamente son líderes en su hogar y sucede lo mismo a los abuelos y a otros mayores. También es necesario advertir que el liderazgo ha de vivirse en la vida cotidiana y no solamente en las crisis.
Como todos tenemos áreas de liderazgo conviene repensar las características de ese papel, aplicar las que se poseen y adquirir las demás. El punto de partida es aceptarse con objetividad, admitir las cualidades y los defectos y trabajar en ellos. El primer liderazgo es sobre uno mismo para estar mejor dispuesto. De ese modo las personas dejan de estar tan inermes ante el liderazgo de los deportistas o de los actores, que muchas veces no dan buen ejemplo. Aunque también hay valiosas excepciones.
Para influir es necesario mejorar en el propio desempeño para tener prestigio y, no menos importante es la empatía que necesariamente provocará en los demás la cercanía mutua. De ese modo se abre la puerta a la relación.
Como se trata de influir, es necesario poseer para dar. Entonces el punto de partida es la conducta personal y este asunto en ningún momento ha de perderse de vista. El prestigio es indispensable para conseguir resultados. A continuación, es necesario observar la actuación de los demás pues ese es el campo de la influencia.
También es importante descubrir quienes les han influido para entender lo que han adoptado y en el ambiente donde se han desenvuelto pues puede facilitar el cambio o lo puede impedir. Es una variable importante y no siempre es posible adoptar un contexto más favorable, entonces también habrán de tomarse en cuenta las dificultades para mejorar y ayudar a evitar esa nociva influencia a la que están acostumbrados.
Alguien con experiencia de liderazgo nunca debe reproducir el modo de actuar, pues incide en el modo de ser de cada uno y eso es irrepetible. Las semejanzas no deben confundir. Es necesario distinguir modos de ser y de pensar de cada quién. Y adecuar el modo de liderear.
Por ejemplo, es diferente el modo de ejercer el liderazgo con dos hermanos pues uno puede dedicarse a labores en el campo y habitar allí, y el otro tener una profesión universitaria y trabajar en una oficina y vivir en la ciudad. Internamente pueden ser muy parecidos pero el entorno los hace muy distintos. Esta experiencia ejemplifica la influencia de lugar donde habitan.
Además, es necesario averiguar si aceptan su entorno o preferirían habitar en otro sitio. Algo semejante puede suceder con el lugar donde trabajan o con las personas a quienes tratan.
La adaptación al medio y a los recursos es un tema difícil cuando la persona no los desea y son prácticamente imposible de sustituir. El líder ha de poner toda su capacidad para ayudar al lidereado, si lo logra habrá transformado a una persona y de inadaptada la lleva a descubrir su papel en ese sitio, así se integra pues entiende que allí la necesitan.
Este último aspecto requiere mucha más comprensión y paciencia, propias de un modo de amistad de parte del líder. Y como la amistad requiere reciprocidad, en el lidereado se ha de conseguir la confianza para adoptar los consejos. Los resultados positivos son posibles gracias a la empatía alcanzada.
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