Abrazar al Ejército

El general recibe un reconocimiento por parte de su jefe, el comandante de las Fuerzas Armadas y presidente de la República. ¿Tiene esto algo de extraño? No. Sin embargo, se armó un gran alboroto por el asunto. Nada tendría de extraño ver que un jefe incentiva a sus subordinados y les reconoce su trabajo. De hecho, es bueno que ese tipo de actos se den en público. Es útil para la institución y satisfactorio para las personas involucradas. El cuestionamiento surgió porque López Obrador se dedicó durante años a decir pestes del Ejército en general y de Cienfuegos en particular.

Los escandalizados son seguidores fanatizados del presidente que están metidos en un verdadero problema por ver cómo su ídolo político se ha entregado de manera sorprendente a los brazos del instituto militar. Les ha dado todo, no ve más allá de los militares como ejemplo de trabajo, dedicación y eficiencia. Se supone que López Obrador es un hombre de izquierda –por lo menos eso creen sus adoradores– y eso, se supone también, es contrario a reconocer al Ejército. ¿Qué pasó? ¿Qué cambió? Pues pasó que es presidente, nada más. Entonces tenemos que el general Salvador Cienfuegos no ha cambiado en absoluto. El general Cienfuegos sigue siendo un soldado, como lo es desde hace décadas. Y su jefe, su comandante, sigue siendo el presidente de México, ya sea Zedillo, Fox, Calderón, Peña Nieto o López Obrador. La conducta del general sigue siendo la misma. El que cambió fue López Obrador y eso no les gusta. El presidente está feliz con los militares y eso no es aceptable para alguien de izquierda.

El reconocimiento al general Cienfuegos se da en un contexto de agravio para esa izquierda puritana: la candidatura por parte del partido del Presidente de un policía para gobernar la CDMX. Peor aún, el maldito policía es hijo y nieto de militares. Esto ya es un pecado mortal: no le basta ser policía, sino ser familiar de militares ya es una ofensa política de niveles inadmisibles. El policía en cuestión ha salido a dar una respuesta a quienes desde una ideología trasnochada critican sus aspiraciones y el visto bueno presidencial. En una entrevista con el periódico El País, Omar García Harfuch dijo claramente: el presidente es “el primero que ha abrazado al Ejército mexicano”. Es una gran respuesta a sus críticos. Si se quiere seguir el legado de López Obrador, si se está en las filas, no de la izquierda, sino del lopezobradorismo, hay que abrazar al Ejército. No hay ningún acto más puro, de mayor conciencia lopezobradorista, que entregarse al Ejército. Quédense con su ideología, que viva el Presidente.

Todo le pueden perdonar al presidente, menos darle un reconocimiento a un general. Porque para ellos, hábiles en construir culpables de los males de la nación, el general Cienfuegos era la síntesis de los crímenes de Estado. Y de pronto resulta que como bien dice García Harfuch, el presidente lo abraza. Una más de las muestras de la orfandad de la izquierda mexicana. El presidente les dio la espalda. Han caído de su gracia. Son “progres”, “buena ondita” que no entienden al movimiento, la dimensión de la transformación. Más bien lo que no entienden es que quien se transformó fue el Presidente, no el general.

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