Son muchos los análisis sobre la caída del sistema neoliberal que imperó en buena parte del mundo hasta hace pocos años. La llegada del populismo de cualquier lado ideológico ha sido la consecuencia del hartazgo social al que llevó el modelo anterior. Trump, Meloni, López Obrador, el Brexit y muchos más son resultado de este movimiento pendular. Michael Sandel, filósofo, político, escritor y maestro en la Universidad de Harvard, publicó hace un par de años un libro (La tiranía del mérito, Debate) que aborda una de las columnas de aquel modelo: el mérito individual y el consecuente extravío del bien común. Es un libro de gran utilidad para entender lo sucedido. Aquí unos subrayados.
“La división política más importante, según explicaban los ganadores, ya no era la de la izquierda contra la derecha, sino la de lo abierto contra lo cerrado. En un mundo abierto, decían, el éxito depende de la educación, de prepararse para competir y vencer en una economía global. Eso significa que los gobiernos nacionales deben procurar que todos tengan las mismas oportunidades de recibir la formación en la que se fundamenta el éxito, pero también supone que quienes acaban en la cúspide de la pirámide social terminan creyéndose que se merecen el éxito que han tenido. Y quiere decir, asimismo, que, si las oportunidades son en verdad las mismas para todos y todas, quienes quedan rezagados se merecen también la suerte que les ha tocado”.
“Interpretar la protesta populista como algo malévolo o desencaminado absuelve a la élite dirigente de toda responsabilidad por haber creado las condiciones que han erosionado la dignidad del trabajo e infundido en muchas personas una sensación de afrenta y de impotencia. La rebaja de la categoría económica y cultural de la población trabajadora en décadas recientes no es el resultado de unas fuerzas inexorables, sino la consecuencia del modo en que han gobernado la élite y los partidos políticos tradicionales”.
“Ese proyecto de globalización terminó por desencadenar una crisis financiera en 2008 y, ocho años después, una virulenta reacción política adversa. El nacionalismo y el autoritarismo no se diluyeron, sino que cobraron impulso en todo el mundo hasta llegar a amenazar a las instituciones y normas liberales dentro de las propias sociedades democráticas”.
“La tiranía del mérito nace de algo más que la sola retórica del ascenso. Está formada por todo un cúmulo de actitudes y circunstancias que, sumadas, hacen de la meritocracia un coctel tóxico. En primer lugar, en condiciones de desigualdad galopante y movilidad estancada, reiterar el mensaje de que somos individualmente responsables de nuestro destino y merecemos lo que tenemos erosiona la solidaridad y desmoraliza a las personas a las que la globalización deja atrás. En segundo lugar, insistir en que un título universitario es la principal vía de acceso a un puesto de trabajo respetable y a una vida digna engendra un prejuicio credencialista que socava la dignidad del trabajo y degrada a quienes no han estudiado en la universidad. Y, en tercer lugar, poner el énfasis en que el mejor modo de resolver los problemas sociales y políticos es recurriendo a expertos caracterizados por su elevada formación y por la neutralidad de sus valores, es una idea tecnocrática que corrompe la democracia y despoja de poder a los ciudadanos corrientes”.
Vale la pena que le dé un ojo al libro. Explica con claridad varias de las razones de por qué estamos donde estamos.
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