La fuerza de voluntad es la actitud que nos convierte en buenas o malas personas; todo depende cómo la implementemos.
Leí hace poco algo muy cierto: el mundo se divide entre los voluntariosos, capaces de invertir en esfuerzo y trabajo para lograr un proyecto, y los que no lo son. Las personas que logran lo que se proponen y las que nunca alcanzan sus metas.
Esa fuerza de voluntad es la capacidad que tenemos que decidir qué hacer, y optar por un determinado tipo de comportamiento.
Se asocia con el ahínco necesario para alcanzar objetivos que a corto plazo suponen un sacrificio, pero que benefician a largo plazo.
Y aquí es cuando aparece el primer problema: el sacrificio inmediato. Cuesta mucho pensar en el largo plazo, preferimos lo inmediato.
La voluntad no es innata. Así que dejemos de lamentarnos o de decir que nacimos sin fuerza de voluntad, todos debemos luchar para tenerla.
¿Cómo? Reflexiona en lo siguiente:
– Deja de etiquetarte: y de tener experiencias negativas contigo mismo. Si piensas que volverás a postergar y que fallarás en el intento, al final abandonarás lo que te propusiste.
Si tienes una idea, una meta, ilusiónate con ella, y espera buenos resultados de lo que quieres alcanzar. Te puedes equivocar todas las veces que sea necesario. Lo que debes rechazar es no verte capaz de cometer errores y seguir adelante.
– Sin motivación, la fuerza desaparece: debes de buscar la tuya. Te digan lo que te digan, si ya encontraste tu propia motivación, será suficiente argumento para ganarle a la dejadez.
– Organízate: no postergar, la mayoría de las veces es cuestión de organizarse mejor. El éxito radica en cómo estableces tus prioridades y como distribuyes tu tiempo.
Las personas que llevan una vida saludable, que practican deporte, que tienen tiempo para ver a sus amigos y ver una película de forma relajada, no cuentan con una vida más ociosa, solo se organizan mejor.
– No seas impulsivo: la falta de voluntad obedece a los impulsos. Espera, piensa, para, frena. Solo retrasa el deseo para ver cuánto tiempo eres capaz de esperar.
No se trata de que te prohíbas hacer algo, sino que le des tiempo a tu paciencia y reflexión para que no actúes de inmediato.
– Planea: estate preparado y ten pensado que vas a hacer cuando flaquees, cuando te dé flojera. Tener una lista con distintas alternativas por si la voluntad falla, es una herramienta muy positiva para seguir adelante y no abandonarla.
– Modifica tus hábitos: es más sencillo cambiar que eliminar. Psicológicamente no es lo mismo ponerse a dieta que modificar tus hábitos alimenticios. La segunda opción suena menos restrictiva.
Así en lugar de pensar todo lo que tienes que abandonar, piensa en lo que vas a hacer para sustituir y rellenar ese espacio.
– Autocontrol y fuerza de voluntad no son lo mismo, pero están muy relacionados. El primero es la capacidad consciente de regular los impulsos, La fuerza de voluntad hace referencia al esfuerzo que inviertes para alcanzar algo.
– Establece prioridades: no quieras cambiar todo de golpe: dejar de comprar en forma compulsiva, hacer deporte, perder peso, dejar de fumar, etc. Elije que es lo más importante para ti y empieza por ahí.
– No todo es agradable: significa que no todo en la vida puede producir satisfacción. Mejor asume con humor que tienes que hacer cosas a pesar de que no te guste hacerlas, no tienes otra alternativa.
La diferencia entre los que lo consiguen y los que se quedan en el camino es que reconocen que deben de pasar por etapas en las que no se está cómodo. En esta vida no nos podemos mover solo por placer.
– No discutas tu diablito: todos tenemos una figura negativa en nuestro cerebro que nos argumenta constantemente lo bien que se está en el mundo de lo fácil. Este diablito le vence la batalla a la fuerza de voluntad.
Hoy decídete y pon manos a la obra. En esta vida hay tiempo para todo. Te sentirás muy satisfecho contigo mismo si empiezas a dejar de limitarte y excusarte en que la fuerza de voluntad no es lo tuyo, solo tienes que actuar.
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