Las instituciones, tan necesarias para cualquier país democrático y de contrapesos, siguen siendo carcomidas ante nuestros ojos, destruidas para desde sus escombros erigir la flamante figura del caudillo que, aseguran con fe cegadora los corifeos de la cuarta transformación, es el único que puede salvar al país.
Destruir las instituciones, carcomerlas desde dentro con voracidad e impaciencia que da vértigo, ésa parece ser la consigna. La frase podrá sonar agresiva, pero es la realidad que hoy vivimos en México fruto de una cuarta transformación violenta, que a rajatabla quiere destruir todo lo que le ha precedido con el pretexto de que está infestado de corrupción.
Y así como destruyeron un generador de desarrollo tan importante como lo era el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, arrastrando con ello a cientos de trabajadores al desempleo y provocando un fuerte endeudamiento para el país; de igual manera volcaron su frustración y revanchismo contra organismos de gran relevancia como el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, por poner un ejemplo, demostrando con ello que lo que menos les interesa es una educación de calidad.
A ello siguió el ataque y confrontación con la Suprema Corte de Justicia de la Nación, incitando a la violencia social contra dicho poder con el pretexto de un tema salarial. Además habría que sumar las propuestas del Ejecutivo para imponer como ministros de la Corte a personajes burdamente afines al presidente; sin rubor alguno ningunean la autonomía que deben tener los ministros… al presidente no le gustan los contrapesos, sino los leales y sumisos a su proyecto.
Ahora a partir del presupuesto destinado para el 2019, nuestra cuarta transformación comenzó un proceso de asfixia para diversos organismos autónomos.
No les importa que el INEGI no cuente con recursos necesarios para diversas encuestas de trascendencia para el país y que nos permiten comprender y analizar a nuestro país, para la cuarta transformación los datos y encuestas sólo les interesan si les generan clientelas políticas.
También el INE se ha visto severamente vulnerado con el recorte presupuestal, lo cual es más alarmante cuando este año se vivirán diversos procesos electorales en diversos estados de la República. Nuevamente no les importa en la cuarta transformación: ¿Cómo para qué querrían un Instituto electoral si ya se vio que son expertos en votaciones como las realizadas para cancelar el aeropuerto y justificar la construcción de su tren maya?
Sumemos a ello los miles de despidos, muchos de ellos injustificados, en diversas esferas de la burocracia mexicana, desde personal altamente calificado para puestos que requieren de un nivel muy especializado, pasando por académicos y profesionistas de reconocida trayectoria, hasta personal de honorarios y eventuales que en un instante pierden su empleo, algunos echados incluso de forma grosera por esas huestes listas para relevarlos en el puesto, no importa que no sean los mejores para el puesto, insistimos, lo importante es ser leales y sumisos al proyecto del mesías tropical.
Las instituciones, tan necesarias para cualquier país democrático y de contrapesos, siguen siendo carcomidas ante nuestros ojos, destruidas para desde sus escombros erigir la flamante figura del caudillo que, aseguran con fe cegadora los corifeos de la cuarta transformación, es el único que puede salvar al país.
Y luego hay quienes insisten en no querer ver en todo esto a la Venezuela de hace 20 años.
Hay voces que aseguran que México no es Venezuela, que sus instituciones aún son fuertes y con la capacidad de resistir cualquier tentación dictatorial, sin embargo, habrá que pensárselo dos veces antes de estar tan seguros de ello.
La batalla contra las instituciones, contra los organismos autónomos y contrapesos al poder ejercido con mano férrea desde el Ejecutivo es una realidad, no podemos darnos por desentendidos. Y si algo debimos haber aprendido de estos poco más de dos meses del nuevo gobierno es que siempre, siempre se podrá estar peor.
¿Hasta cuándo nos daremos cuenta de eso?
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