La importancia de los límites. Saber decir no sin sentirme culpable

Decirle que no a un hijo es difícil, pero muy necesario, pues estamos haciéndoles un bien que los ayudará a lo largo de su vida.


Decir no a nuestros hijos


Es muy necesario que aprendamos a decir que no a lo que nos piden nuestros hijos sin sentirnos después culpables, ya que, en el fondo, lo único que estamos haciendo es educarlos al ponerles límites.

Un límite es algo que nos marca hasta donde se puede pasar y hasta donde ya no.

El límite nos puede salvar la vida porque puede ser que nos esté indicando que más allá corremos peligro.

Ahora es muy común que nos digan que no debemos contradecir a nuestros hijos porque se trauman; pero en realidad lo único que logramos al no ponerles límites es que se hagan voluntariosos y caprichosos, es decir, que se acostumbren a hacer su voluntad en todo momento; aunque en ocasiones vayan en contra de su propia seguridad.

Esto provoca que después sea muy difícil que tengan una disciplina y orden en su vida.

Por eso aquí te dejo mis 5 tips para lograr decir no sin sentir culpa y poner límites a nuestros hijos.

Primero. Hay que poner las reglas claras.
Es necesario que tengamos claro lo que se puede y lo que no se puede hacer; lo que está permitido y lo que no en nuestra familia.

Si lo tenemos claro nosotros es más fáciles que lo podamos transmitir con claridad a nuestros hijos.

De ser necesario debemos tener las reglas por escrito para que no se nos olviden y así podamos ser congruentes.

Segundo. Que todos las conozcan.
Es importante que estas reglas o límites sean conocidos por todos los miembros de la familia así no podrán decir que no sabían cómo que estaban haciendo algo mal.

En mi familia hasta las ponemos gráficamente en un lugar donde todos las podamos consultar y tener presentes, así es más difícil que las olvidemos.

Cuando los hijos son pequeños es bueno agregar algunos dibujos que les clarifiquen las cosas, siempre es bueno que nos bajemos a su nivel y mes hagamos las cosas fáciles de entender.

Tercero. También deben conocer las consecuencias.
Toda acción tiene una reacción. Si la acción es buena, la reacción o consecuencia será bien; pero si la acción es mala, la reacción o consecuencia serán desagradables ya que se debe reparar lo que se dañó, lo que se dejó de hacer o lo que se hizo mal.

Nuestros hijos deben aprender a cumplir con esto ya que la sociedad actual los invita a actuar sin responsabilidad y sin tomar en junta las consecuencias.

Y precisamente los límites nos ayudan a darnos cuenta de que hemos llegado al punto en que las consecuencias serán malas.

Cuarto. Hay que empezar desde pequeños.
Todo esto es un proceso y como tal lleva su tiempo, pero siempre es más fácil si lo comenzamos a practicar desde pequeños.

Mientras más pronto mejor, así nuestros hijos verán que vivir así, es lo normal y después, cuando crezcan no les costará trabajo aceptar los límites.

Y quinto. Los adolescentes y jóvenes también están incluidos.
¡Claro! Mientras sean parte de nuestra familia, deben aprender a acatar las normas y a respetar los límites que nosotros, los papás, pongamos en nuestra familia.

En muchas ocasiones, cuando comenzamos a poner límites a los adolescentes, cuesta mucho trabajo que los acepten porque están en la edad en que quieren hacer su voluntad, pero nosotros debemos ser firmes y mantener esos límites donde debe de estar.

Si a nuestros hijos les cuesta trabajo aceptar esos límites es necesario hablar con ellos y llegar a un acuerdo por escrito sobre el tema, para que después podamos recordarles que ellos estuvieron de acuerdo con tales límites.

Si por alguna razón se brincan el límite, es necesario aplicar los castigos o consecuencias que se acordaron para tal falta.

Debemos ser firmes porque con eso les estamos formando el carácter y les estamos armando para la vida, por eso debemos quitarnos el miedo a decir “No” a lo que sabemos que no les hace bien a nuestros hijos.

Si hacemos todo por amor y con amor nuestros hijos lo pueden notar y por lo mismo, estarán dispuestos a colaborar para tener una familia sana y con valores.

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