A pocos días de la decisión de quienes serán las o los candidatos en la próxima contienda electoral 2024, para quienes no están formando parte de los núcleos duros de las diferentes fuerzas políticas, no hay aún muchos motivos para elegir a quién represente mejor nuestros intereses. Los indecisos todavía no saben por cual decidirse. Claro, existen aquellos que son víctimas de las campañas de odio de ambos bandos. Quienes probablemente votarán con su hígado, y no con su razón. Porque ninguno puede declararse ajeno a esta siembra de odio a la que hemos estado sujetos desde hace ya algunas décadas, pero con mayor intensidad en los últimos años.
En buena parte también, porque las ofertas de ambos bandos tienen pocas diferencias. Claro, unos están en contra del actual presidente y otros están totalmente a su favor. Pero curiosamente ambos están ofreciendo cosas muy parecidas, sobre todo en temas de política social. En la oposición tenemos dos posibles precandidatas de ideología socialdemócrata. La que, al menos en el papel, también profesan las corcholatas de la 4T. Porque nadie dice claramente que esté en contra de la democracia, ¡no faltaba más!
Lo que no nos dicen ninguno es cómo piensan tener los recursos para cumplir con los programas sociales actualmente en curso. Los cuales han sido financiados, en buena parte, mediante el cobro de atrasos en los impuestos por empresas que los evadían. Pero esto, claramente, tiene un límite. Una vez saneada la cartera de deudores, no se puede confiar en que ese ingreso estará disponible. De todo esto no hay propuesta, en ninguno de los bandos. Nos dicen que permanecerán vigentes los programas más populares de la 4T, pero ninguno nos dice cómo se van a financiar. Porque la respuesta es clara: cómo de costumbre será el causante cautivo, el cumplidor, el que no evade impuestos, quién estará sosteniendo las fuentes de su popularidad.
Los foros temáticos de la oposición se han cumplido en tiempo y forma. Pero no han logrado ser noticiosos, al menos en el aspecto de que sus propuestas entusiasmen al electorado y se reflejen en los medios tradicionales. En buena parte porque sus presentaciones han consistido en atacar al presidente saliente. Las corcholatas de la 4T no son muy diferentes: todos coinciden en alabar los resultados de la actual administración. Finalmente, se ha logrado lo que le conviene a nuestro señor Presidente: él y su desempeño son el tema. Nada realmente nuevo.
Ambos le están predicando a los que ya están convencidos. Han hablado para su núcleo duro, pero dudo mucho que el grueso del electorado haya oído algo nuevo. Ni siquiera ha habido críticas o alabanzas que sean novedosas: quien revisa de vez en cuando las redes sociales o escucha alguna vez los noticieros, ya las había escuchado. Seguimos con un largo ayuno de ideas nuevas. Será porque, como dice un afamado politólogo, aún no es el momento de las propuestas. Puede que tenga razón; los sin poder, como su servidor, no tenemos criterios para decir cuándo es el buen momento para proponer cambios que entusiasmen al electorado.
Lo que había sido de esperar, y no se ha dado, es que ambos bandos hicieran una profunda autocrítica de la actual administración y también de las administraciones pasadas, al menos las de este siglo. En todo caso, en el bando de la oposición ha habido una tímida afirmación de que hubo “algunas fallas” en administraciones anteriores. Pero no un análisis a fondo y mucho menos de qué manera nos ofrecerán los controles, los llamados contrapesos, que eviten que esas fallas vuelvan a ocurrir.
Lo que sí ha abundado, en la crítica opositora, son las fallas de la actual administración. Pero su análisis es muy curioso: atacan la ineptitud de los actuales gobernantes, pero no el fondo de sus ideas y sus programas de trabajo. Tal parece que los programas están bien y que, si hubieran estado en manos de funcionarios aptos, todo estaría mejor. Finalmente, la propuesta del bando opositor sigue siendo muy parecida: “quítense ustedes para que lleguemos nosotros”. Así, sin mayor argumento. A la ciudadanía nos están pidiendo un salto de fe; que todos los que hicieron mal en administraciones pasadas, ya vieron la luz y de ahora en adelante serán muy buenos.
Lo que sí se puede decir que es un logro de la oposición es que hayan podido incluir a parte de la ciudadanía organizada: grupos de asociaciones interesados en la cosa pública, pero que no quieren ejercer directamente la función de gobernar. Al menos eso es lo que nos dicen.
Sin duda, algo bueno saldrá de estas discusiones. Pero si nos quedamos ahí, si los que no formamos parte de los núcleos duros de los partidos políticos no actuamos con más fuerza, serán muy escasos los cambios qué podremos ver. La 4T nos ofrece un modelo AMLO 2.0, y la oposición nos ofrece un plan de AMLO sin AMLO ni su gente. Si la ciudadanía, los sin poder, no asumimos nuestro papel de mandantes, los mandatarios de diferentes niveles que se nos están presentando, no harán cosas muy diferentes. Necesitamos una opinión pública más profunda y diversificada. Necesitamos discusión y análisis, más allá de lo que los “expertos” nos digan. Crear nuevas avenidas de opinión y hacer sentir a la casta política que necesitan hacer un mayor esfuerzo por escuchar nuestras necesidades y mayor creatividad para ofrecernos propuestas que realmente nos entusiasmen.
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