El amor conyugal se construye desde el inicio de una relación. Generalmente no se piensa en los elementos necesarios para que esas dos palabras sean una realidad. El amor conyugal tiene unas características universales, pero cada pareja le da su sello peculiar. Esto último es muy importante pues algún matrimonio puede tender a imitar a otro pues lo ve ejemplar. Eso no resulta, cada unión es única, aunque se pueden adoptar algunos detalles.
Hace única la relación el modo de ser de cada persona y las características de la sensibilidad, la inteligencia y la voluntad de ella y de él. Decirlo es simple, la realidad es muy compleja porque además influyen las experiencias de vida previas al noviazgo y las de la época del noviazgo tanto las que viven juntos como aquellas que se viven durante su compromiso, pero por separado.
Básicamente conviene tener en cuenta lo siguiente: respecto a la sensibilidad es importante experimentar cierto atractivo hacia la otra persona, salvo casos verdaderamente excepcionales, cuando no se da o incluso hay cierta repugnancia, aunque se valoren otros aspectos, es mejor no arriesgarse y cortar a tiempo, esto quiere decir cortar al principio y no dar marcha atrás.
La explicación es simple. Cuando alguien decide amar a una persona y para toda la vida, seguramente ha elegido bien, pero esa elección no anula la realidad de poder sentir cierto atractivo hacia otras personas, simplemente porque somos humanos y descubrimos aspectos que nos agradan en otros. Realmente el amor se prueba cuando se descubre este fenómeno, pero es más fuerte la voluntad de sostenerse en la elección anterior.
Respecto a la aplicación de la inteligencia en la preparación al amor conyugal es importante considerar cómo es convivir siempre y bajo el mismo techo, pero también cada uno realizando su propio trabajo, generalmente en sitios diferentes y a veces distantes. Dedicando más tiempo a la actividad fuera del hogar, pero sin robarle el tiempo al hogar, asunto esencial.
Si el interés por estar en casa decrece, de inmediato ver por qué y poner remedio. Para evitar esta posibilidad, desde el noviazgo comprobar que hay más afinidad que diferencias en el modo de divertirse, en el modo de descansar. Tal vez alguno de los cónyuges ha descubierto un nuevo entretenimiento, no compartirlo puede ser una llamada de atención para rectificar.
La inteligencia sigue alimentándose durante el matrimonio y es bueno tratar temas de interés, no necesariamente coincidirán en todos, pero sí en algunos, y para las diferencias, apoyarse en el amor y entonces fomentar conversaciones para escuchar, aprender y respetar otros puntos de vista distintos.
En la vida profesional las personas deben actualizarse, conocer los adelantos y acudir a cursos o a congresos para tener un desempeño de punta. Todas esas actividades y nuevas experiencias desarrollan a las personas y, en la actualidad como ambos cónyuges tienen vida laboral extra familiar, si no comparten esos conocimientos podrían alejarse, y tener más cercanía con los compañeros del trabajo Aspecto delicadísimo porque podría fracturarse la fidelidad conyugal.
Por supuesto, entre los compañeros de trabajo y la cercanía con alguien del mismo equipo, se pueden descubrir afinidades en el modo de entender los asuntos y en la manera de resolverlos, y poco a poco hablar de asuntos más íntimos porque se está a gusto. La prudencia debió aparecer antes de la primera confidencia, pero si no se vivió, cuando se retrasa ir a la casa por este motivo, es urgente reaccionar.
Si no se pone el remedio a tiempo, el amor del otro cónyuge necesariamente notará algo extraño y la inquietud, la ignorancia, la suspicacia puede dificultar la buena relación e iniciar el distanciamiento. Esto es una injusticia, una falta de lealtad a la promesa mutua, unas consecuencias muy hirientes y muy injustas con la prole.
Con la inteligencia se puede saber que el haber elegido a alguien por compañero de toda la vida no excluye la realidad de encontrar mucho atractivo en otras personas y darse cuenta que si se les busca y se las frecuenta podrían aparecer rasgos de enamoramiento. El “don Juan” es tan inmaduro que no es capaz de profundizar en el trato con una sola persona, sino que mantiene la superficialidad con muchas. Pues ese peligro lo tenemos todos.
El papel de la voluntad es capital para afrontar muy bien estas posibilidades de desviación. Voluntariamente se tomó la decisión de elegir una compañía para toda la vida, y además hubo la promesa manifestada. Ante cualquier conflicto de esta índole la voluntad firme ha de sostenerse en la palabra dada y buscar todos los recursos para recuperar la buena relación.
Hay quien dice que este modo de proceder ya no es muestra de amor porque ven el amor como una especie de hipnosis que atrae irreflexivamente, pero eso es un error, eso no es amor, puede ser un síntoma para iniciar el amor, pero al nivel de la relación en la que estamos, ese estado no viene al caso, y la voluntad que se sostiene en la palabra dada es auténtico amor. Pasada la borrasca se experimenta un nivel más alto y más profundo.
El papel de la voluntad en el amor conyugal consiste en recuperar, sanar, edificar y preservar. Estos pasos se ven con claridad cuando tienen la seguridad de haber elegido bien en el noviazgo y los practican cuando es necesario. Pero al paso de los años de matrimonio es absurdo que ya no los vivan, y muchas veces es por la mala idea de pensar que a ese nivel ya no vienen al caso. Esto es una falsedad y un desconocimiento de los caminos del amor.
En esta época de tantos descubrimientos, es necesario también recuperar la lozanía y sublimidad del cuidado de la relación humana más íntima y redituable que es la unión de uno con una y para toda la vida. Así es posible el mejor diseño personal de cada uno, pero en íntima compañía.
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