Aun y cuando el método elegido por Pemex esté resultando torpe y accidentado, en el largo plazo, es necesario para el país el combate frontal al robo desbordado de hidrocarburos en toda la cadena de valor.
No recuerdo haber visto tantas veces el indicador de combustible. Nunca había escuchado tantas veces: ¿cómo andas de gasolina? Y en muy pocas ocasiones había autolimitado recorridos regionales por el miedo a quedarme sin carburante.
Signo de los tiempos. Reflejo en la micro realidad citadina del macro impacto de la decisión del presidente de enfrentar el robo instituido de ese producto.
Días de sensaciones contradictorias. Mi lado emocional aplaudió el propósito. Es necesario. Mi lado racional evaluó los impactos posibles y ajustó negocio y vida para maximizar el limitado inventario que representa un tanque lleno.
Atento a las limitadas y erráticas explicaciones oficiales de la nueva estrategia de abasto a las estaciones de servicio que surte Pemex, mi serenidad ha sufrido alteraciones cuando no escucho hablar a los que deben hacerlo y escucho más a los que en cada intervención subestiman la enorme complejidad que representa rebalancear un sistema subinvertido, vulnerable, de inventarios limitados, con ineficiencias estructurales y ladrones endógenos.
Así, tras una semana anómala, pero desarrollada sin contratiempos graves, me llegó el domingo. Día en que inevitablemente tuve que dar cabida a la mundana tarea de rellenar un tanque. Entonces me convertí en la fotografía del momento:
11:00 am. Revisión minuciosa de Apps, mensajes y noticias para tratar de dilucidar dónde había.
11:50 am. Salgo con la sensación que aflora ante la escasez de un producto difícilmente sustituible, pero la disposición a lograr una compra necesaria.
12:00 del día. Arribo a la ES-5817, sólo para ver tambos que impiden el acceso y una larguísima fila de autos apagados. Con ingenuidad, le pregunto al único despachador visible si sabía cuándo habría gasolina. “Llegó la pipa a las 5:00 am y hace 20 minutos que se acabó”, me respondió y luego remató “hubo gente esperando toda la noche, fórmese”. En silencio, me negué.
12:08 pm. Llego a la ES-1358 que sí está surtiendo e identifico el inicio de una fila de poco menos de 2 kilómetros. Entre que apreciaba la función automática de apagado del motor de mi vehículo, leía la portada de El País: “El combate al robo de combustible mide la fuerza de López Obrador”.
12:30 pm. Avizoro ya la gasolinería. Se ve a 400 metros. Y entonces queriendo aprovecharse del espacio dejado en la línea para el acceso a un estacionamiento, una Lincoln blanca hace una maniobra invasiva para meterse entre mi camioneta y el auto de atrás. El conductor afectado alzó las manos en plan de reclamo y yo no pude evitar bajar la ventana y decirle en voz alta “la fila está un kilómetro y medio atrás”. Dudó, pero cuando vio que nos bajamos cuatro conductores en perfecta coordinación, gesticuló una disculpa “inocente” y maniobró su salida.
12:34 pm. El asignador de lugares (nueva función crítica en cada ES), me refiere a la posición cinco y pide que prepare mi método de pago. “Queda poca, advierte”. El pulso se me alteró. Tres coches delante de mí, dos, uno más. Me dan entrada. “¡Llenísimo!” le indico al despachador. “Sólo tengo magna” me revira. “Póngasela ya” lo apuro.
12:42 pm. Pago el tanque lleno con un sentimiento de placer inusual. A juzgar por el anecdotario que circula en redes, resulté afortunado.
¿Debemos armarnos de más paciencia? Sí. Aun y cuando el método elegido por Pemex esté resultando torpe y accidentado, en el largo plazo, construye valor país el combate frontal al robo desbordado de hidrocarburos en toda la cadena de valor.
¿Cuánto tiempo será así? Meses, aunque con gravedad decreciente. Y es que si los ingresos de Pemex no caen al grado de afectar su calificación crediticia y AMLO persiste en el propósito (ojalá habilitando mejores voceros), la construcción de capacidad interinstitucional para implementar nuevos métodos y sistemas confiables de abastecimiento sin robos endógenos no será ni inmediata, ni en automático.
Columna publicada en El Financiero el pasado 14 de enero.
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