Como cada año nuevo, todos nos proponemos una serie de propósitos, pero para llegar a la meta debemos plantear algo eficaz, certero, comprensible y que no nos haga adoptar malas conductas en el intento.
¿Cuántos años nuevos hemos recibido? Es oportuno detenernos a revisar qué huella y qué resultados nos ha dejado la recepción de cada año nuevo.
En general hay regocijo, fiesta, oportunidad de estar con seres queridos o con personas a quienes hace tiempo no vemos. Ingenuamente nos podemos dejar llevar por el deseo iluso de que dar la vuelta a la página del calendario modificará como por encanto todo lo molesto y nos conseguirá todas nuestras metas.
Han pasado algunos días, pero seguimos en el primer mes del año y, tal vez, por el ritmo acelerado de la vida contemporánea, veamos este inicio como algo lejano y mucho menos recordemos los propósitos. Además, los graves acontecimientos en nuestra patria nos sacuden y nos cuestionan sobre la honestidad y sobre la participación ciudadana.
La vida ordinaria es la constante que no equivale a olvidar la necesidad de ocuparnos de mejorar nuestra actividad cotidiana. De hecho, nos superamos y llevamos el control de los resultados por diversos fines: conservar el trabajo, acceder a un puesto más alto, asegurar la manutención personal y de la familia, etcétera. Pero no somos únicos en nuestro planeta ni en nuestra paria, influimos y nos influyen.
Entonces, para darle más profundidad y contenido a nuestras actividades, lo más pronto posible, conviene articular los propósitos con mi experiencia y con el tipo de actividades que realizo. Así, en primera persona.
Propósitos:
Seguramente los propósitos son muy buenos. Manifiestan la tendencia a la superación, pero ¿están a mi alcance? Siempre hemos de partir de nuestro modo de ser, de nuestras capacidades, de los estudios que hemos realizado y, sobre todo de nuestros principios.
En los propósitos se muestra el sentido de responsabilidad, porque solamente si hay un efectivo deseo de mejorar habrá cambio, habrá mejora. Un adulto siempre es el artífice de su propia vida, del cultivo de su intimidad. Este es precisamente el tema de las virtudes, sólo cada uno las adquiere con muchos, muchos actos buenos, honestos, sinceros. Y siempre el punto de partida debe ser la verdad. Verdad para reconocer mis cualidades y mis defectos, especialmente para reconocer cómo influyo en los demás.
Quién miente y niega su mala conducta, aunque no lo quiera, fomenta la injusticia porque se culpará a un inocente de esa acción. Mucho peor es cuando además de actuar mal se acusa a otro de tal hecho. Por eso, antes de cometer una deshonestidad hay que prever el modo de actuar cuando se descubra. Esto puede ser un buen freno.
Especialmente, en estos tiempos, las virtudes más necesarias son la fortaleza para cumplir el deber y no permitir la deshonestidad propia o ajena y denunciarla. La prudencia para fomentar un ambiente sano en la familia y en los sitios que se frecuentan. El orden para el manejo del tiempo y así tener presencia en la familia y a la vez hacer rendir las horas laborales. .
Propósitos y experiencia:
A partir del conocimiento propio y el deseo de practicar las virtudes, la experiencia se vuelve una gran aliada, tanto si se han cometido errores como, por supuesto, los aciertos. Este aspecto hace énfasis en la historia personal y el modo como se percibe esa historia, que es preámbulo del futuro.
La historia personal es muy importante. Allí descubrimos causas de nuestras elecciones, de nuestro modo de actuar, de nuestras preferencias, e incluso de afirmaciones o negaciones muy arraigadas de las que no sabemos dar explicaciones pues seguramente las hemos adoptado del entorno cercano y nos han inclinado a pensar que son así.
Por eso, al relacionarnos con otras personas es bueno escucharlas para aprender de otros enfoques, para encontrar a otros modos de pensar y de actuar, lo mejor es escuchar y aprender a ver las cosas desde su perspectiva. Entonces, al comprenderlas se les podrá mostrar con acierto si están actuando bien o no. O si yo soy quien debo rectificar. Y esto es un gran aprendizaje.
Cuando se llega a la madurez de juicio, es recomendable dialogar con las personas con quienes hemos compartido algunos sucesos y comparar sus impresiones con las propias. De esta manera podremos ajustar los recuerdos y descubrir que muchas veces no los hemos interpretado bien. Es una manera de recordar la misma historia y descubrir el mejor modo de interpretarla. Si la mía no es la mejor puedo descubrir que otros son más positivos, e imitarlos.
Estos descubrimientos pueden desterrar recuerdos que son auténticos fardos que no dejan avanzar. Además, también pueden hacernos ver lo poco agradecidos que hemos sido con tantas personas de quienes no hemos reconocido su ayuda incondicional.
Ante quienes nos han hecho daño, lo óptimo es perdonar. Pero también poner medios para evitar que esas personas dañen a otros. En algunos casos denunciándolos con quien les pueda ayudar o impedir que sigan por ese camino errado.
Propósitos y actividades cotidianas:
Ante las actividades cotidianas caben dos actitudes: aceptarlas tal cual porque nos corresponden. Si no nos gustan, buscar el lado amable para hacerlas más llevaderas. Nunca soñar que saldremos de ellas, porque es una evasión mental que no nos hace bien. Si nos gustan, realizarlas con más alegría para contagiar ese estado de ánimo a los demás.
Las actividades cotidianas nunca se repiten igual que en el pasado, por eso, hay que prepararse a recibir del mejor modo los desafíos que nos esperan.
Una excelente manera de mejorar las actividades cotidianas es darles una dimensión social. Para eso, evitar la simulación o el engaño. Ser abiertos y sinceros y tener la firme determinación de erradicar cualquier síntoma de deterioro moral en nuestra familia, en las instituciones donde trabajamos o en las que nos prestan algún servicio.
Para perseverar en este modo de proceder, son imprescindibles las virtudes. La justicia para promover la buena conducta y denunciar la mala. La prudencia para fomentar la necesaria unidad entre los miembros de la sociedad, dicho de otro modo: conseguir la fraternidad ciudadana. Esta actitud influirá en la unidad que traspasa fronteras. Pero la base es la unidad de las personas cercanas, especialmente las de la propia familia.
Y la virtud del orden para saber honrar, mostrar afecto, respetar, obedecer, consolar, reprender, estimular, corregir, castigar a quien lo necesita. De este modo se practica el amor al prójimo y la justicia.
Tal vez así, los propósitos para el próximo fin de año sean realmente eficaces, por la experiencia adquirida de nunca encubrir las malas conductas.
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