Hasta ahora, ciertamente de modo ilegal pero totalmente real, los ataques a las “corcholatas”, han sido fundamentalmente de fuego amigo. Es decir, la mayor parte han sido, como dice el pueblo, “patadas debajo de la mesa”. Pero ahora, con la posibilidad de una candidata a la presidencia por la oposición, qué parece haber ganado la agenda pública con la colaboración del señor Presidente, y que se ha vuelto “la nota” para los medios tradicionales, es de esperarse que empiecen los ataques entre los contrincantes. O, dicho de otra manera, veremos verdadero fuego enemigo.
Sin embargo, estos ataques han tenido una característica muy peculiar. Andrés Manuel ha logrado convencer al electorado, a los medios y a la propia oposición de que las elecciones del año 2024 son en realidad un plebiscito en cuanto a la administración del señor presidente. Es de esperarse que las llamadas “corcholatas” hayan comprado ese concepto. Lo curioso es que la oposición esté manejando el tema de la misma manera. Porque hasta ahora han manejado su narrativa bajo la idea de que pegarle a Andrés Manuel es lo mismo que pegarle a las “corcholatas”. Su narrativa sigue estancada en la demostración de que la presente administración no está haciendo las cosas bien, no está cumpliendo lo prometido, tratando de demostrar que son ineptos o peor.
Con ese mismo enfoque, las “corcholatas” parecen estar pasmadas. Están dedicadas a defender la administración actual y ha habido pocos ataques directos a los personeros de la oposición. No así el señor Presidente: su ataque ha tratado de basarse en acusar a la oposición y en particular a Xóchitl Gálvez de haber sido comprados por dedazo de los empresarios.
La oposición sigue mayormente con la seudológica que supone que, sí demuestran que Andrés Manuel está equivocado, quiere decir que ellos tienen la razón. Lo cual no necesariamente es cierto: ambos podrían estar equivocados en sus propuestas a la Nación y también todos podrían tener parte de razón en sus posiciones políticas. La oposición lleva cinco años atacando al señor Presidente y no han logrado disminuir su popularidad. Evidentemente están jugando al cansancio: por alguna rara razón piensan que los ataques que han sido infructuosos durante cinco años, de alguna manera se van a volver fructíferos al llegar el año número seis.
Supongamos que la ingeniera Gálvez quedara como la candidata de la oposición. Sus partidarios tienen que encontrar la manera de convencernos de que ella puede hacer las cosas mejor que las “corcholatas” e incluso mejor que el señor Presidente. Tienen que convencernos de que sus propuestas son las correctas y que le convienen a la Nación más que las propuestas de las “corcholatas”, que hasta ahora son las mismas que las de Andrés Manuel.
No es que no hayan atacado a la ingeniera. Pero hasta ahora los ataques han sido más bien débiles: que si no fue verdaderamente pobre, que no es tan india, que no vendía gelatinas y cosas por el estilo. El tema es que ella debe demostrar que tiene ideas que nos permitan tener un gobierno mejor que el actual y sus contrincantes tendrían que demostrar que ella no tiene la capacidad de gobernarnos de mejor manera. Pero hasta ahora ninguno de los bandos ha encontrado nada para convencernos que ella lo hará mejor o en su caso peor que la actual administración. La narrativa de las “corcholatas” hasta ahora ha sido tratar de demostrarnos que ellos son los seguidores más fieles del señor presidente y quiénes garantizan que tendremos un gobierno que no se desviará de la línea de nuestro presidente actual. Pero no basta esto para convencer al electorado. Hay pocas propuestas concretas: el libro de Marcelo Ebrard, algunos artículos periodísticos, algunos tweets y muy poco más.
Los medios tratan de simplificar las cosas, Más o menos ven la misma propuesta y no han podido diferenciar las distintas posiciones. Todos los precandidatos, “corcholatas” o como usted les quiera llamar, nos están proponiendo algo muy parecido: prosperidad, paz y tranquilidad, apoyo a los más necesitados y otras cosas más. De fondo nadie está radicalmente en contra de esas propuestas. Lo que nadie nos dice es el cómo. Se están centrando en la mercadotecnia política, están pensando en términos de imagen, pero no conocemos su lógica ni mucho menos su estrategia para poder alcanzar esas propuestas. Que lo fácil es ofrecer, lo difícil es decir el modo cómo se va a lograr.
Nosotros, los ciudadanos de a pie, los que tenemos que sostener a nuestro Gobierno, nos importa poco cuál sea su signo ideológico. Nos toca exigir a todos los bandos definiciones claras, tenemos que asegurarnos de que tengan una lógica que nos convenza. Porque ahora tanto los representantes de la 4T como los de la oposición sólo están predicando, tratando de convencer a los que ya están convencidos. Y esa es la parte fácil: de lo que se trata es de convencernos a los que no somos parte de su núcleo duro. Se trata de convencer al votante que tradicionalmente ha sido despreciado y se le ha tratado como si fuera alguien infantil a quien se puede convencer a través de photoshops, slogans, pasacalles y bardas pintadas. De no haber algún cambio fundamental, es muy difícil tratar de pronosticar cuál de los bandos triunfará. A nosotros, los ciudadanos, nos toca exigir más sustancia y más lógica en sus propuestas.
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