Sin lugar a dudas el método de elección opositor ha sido una sorpresa. Para algunos es una muestra más de que “estábamos peor” y para otros, una de que seguimos igual y nada cambia, que lo de ciudadanos es un barniz y los partidos siguen de mandones hasta en una elección ciudadana.
Ha motivado aplausos que se haya llegado a un acuerdo entre todos, eso hay que admitirlo. No sólo requiere de ganas y disposición, sino hasta de cierto talento. Que el resultado no fue el esperado, pues eso para muchos no es importante, lo que cuenta es el acuerdo en sí mismo; para otros, se trata de un resultado lamentable y esperable cuando te sientas a jugar con tahúres.
También ha causado sorpresa el desorden generalizado alrededor de la alianza por parte de los organizadores ciudadanos. La disolución del comité de elecciones no es cosa menor. Tratar de jugar con el prestigio de la gente es algo delicado que no se suele perdonar. Poner nombres como aval moral de alguna medida o práctica requiere de permiso expreso y de claridad en lo que se solicita. Es claro que el orden no es lo que predomina en el frente opositor, que para cualquier contrariedad dice que todo es culpa de López Obrador y que cuestionarlos es hacerle el trabajo sucio a Morena. El asunto es que ya son varios candidatos los que cuestionan el método, varios integrantes del comité ahora disuelto que renunciaron y un sinfín de dudas sobre lo que viene. El desorden también ha sido sorpresivo.
A dos meses —fecha autoimpuesta— de elegir a un representante opositor, todo parece más confuso que antes del anuncio del acuerdo. La clara improvisación en el diseño y el anuncio son una muestra de la falta de planeación y pericia en la elaboración de algo tan delicado como lo es elegir a un candidato a la Presidencia. Es por supuesto más fácil de entender, más claro y ordenado el método del presidente que el opositor, que nada más le copió lo malo. Claro, esto no está terminado y se me dirá que se arreglará en los días siguientes, pero la fecha de esa elección ya está encima y no se ve cómo den arreglo a todo lo que viene. Hay un caos a la vista (ojalá y me equivoque, pero esta semana no es muy alentadora al respecto). En dos meses hay la elección y no se sabe ni siquiera dónde estarán las casillas ni quienes las vigilarán, cuándo se conocerá el padrón, si van a capacitar para la firma y el voto digital, y eso por decir unas cuantas cosas básicas.
Por supuesto, hay que confiar. Es lo que hay, dicen. Todo va a salir bien, dicen al igual que a Marcelo Ebrard. Pero cuando uno ve a Marcelo, a los de la sociedad civil y a las dirigencias partidistas, procede a preguntarse de dónde sale tal optimismo en el reto de cada quien.
Es claro que, de cualquier forma y esté quien esté, la carrera arrancará la semana que entra y eso tendrá una ventaja respecto de los últimos meses: ya se hablará de la oposición casi igual que de la corcholatiza y habrá más nombres en juego que los designados por el presidente. Esto será un escenario completamente nuevo respecto de lo que hemos vivido durante este gobierno. Tampoco está mal.
Te puede interesar: El modelo opositor: dinero y acarreos
* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com
Facebook: Yo Influyo