Muchos mexicanos nos sentimos orgullosos de nuestra participación en las diferentes actividades que se llevaron a cabo a lo largo del país para evitar que el INE desapareciera. Fue una victoria de la democracia, decimos ufanos. Fueron días de mucho ruido informático y mucha boruca callejera. La mayoría de los ciudadanos estuvimos con el Jesús en la boca mientras la SCJN discutía su dictamen, eventualmente favorable a México, sobre el proyecto demoledor de AMLO. Cansados, pero contentos, satisfechos. No permitimos que el INE, ese bastión de nuestra democracia, fuera tocado.
Bueno, al menos eso fue lo que creímos. Los hechos nos han dejado ver que nuestro gozo se fue al pozo. La ley no cambió, cierto. Tampoco desapareció el INE, cierto. Pero MORENA metió a su gente en los lugares más sensibles del organigrama del INE y desde ahí se está burlando de los mexicanos. Las actividades electorales de MORENA para elegir a la corcholata ganadora están violando todas las leyes electorales referentes a precampañas y a topes de gastos, y el INE no ha dicho ni pío. Extrañamente, para la mayoría de la prensa y los formadores de opinión del país, este silencio culpable parece estar pasando desapercibido. Tanto es así que ya López Obrador no tiene que ocuparse en insultar a los funcionarios del Instituto Electoral. El INE dejó de ser tema de las mañaneras… y de los medios de comunicación. Y el presidente va a seguir copando todas las instituciones encargadas de velar por la limpieza electoral. Su lista de magistrados para constituir los tribunales electorales lo demuestra. ¿Y alguien le va a llevar la contraria?
El INE sí fue tocado. Y no fue un tocamiento cariñoso; no fue una caricia. Fue una violación descarada contra su integridad.
¿Y ahora qué vamos a hacer los mexicanos? ¿Más marchas? ¿Más críticas en las redes sociales? ¿Ante quién nos quejamos? ¿A quién le mandaremos nuestras miles de firmas pidiendo legalidad y respeto a la voluntad ciudadana? El INE actual ya no es ese instituto que defendieron recientemente millones de ciudadanos. ¿Hay esperanza alguna de que retome su consciencia y su misión democrática?
Negro panorama el que se vislumbra en el futuro en nuestro país. El crimen desvergonzado, el robo de urnas, las amenazas, los cohechos, la injerencia del narco, y todo el resto del menú de trampas de la delincuencia electoral serán la norma, especialmente durante las campañas políticas y la jornada electoral. Los gorilas sudamericanos y caribeños aplaudirán las brillantes hazañas de su ferviente adorador mexicano. Y si a eso le sumamos el muy probable y ya tradicional abstencionismo de la ciudadanía…
¿Qué nos queda por hacer? Creo que lo más urgente es que la oposición, perfectamente unida, elija su candidato. Ya. Y por oposición no me refiero únicamente a los partidos. La ciudadanía debe de algún modo influir en el proceso de selección. Los partidos solos no sirven para nada en la presente circunstancia, si bien muy probablemente el candidato o la candidata habrá de surgir de las filas de algún partido, porque debe tratarse de una figura reconocida nacionalmente y con un historial político y moral probado. Para mí solamente dos personas cubren esas condiciones: Ángel Gurría y Xóchitl Gálvez. Y esta última —en mi opinión— tiene, además de las dos condiciones mencionadas antes, y de su experiencia concreta como funcionaria pública, experimentada en los retorcidos callejones de la toma de decisiones gubernamentales, las características de carisma y atractivo personal (que definitivamente no tiene la Corcholata Sheinbaum, su posible contrincante) que son fundamentales para la faena de convocar a la gente.
Nos queda, además, la posibilidad de hacer frente al fraude con nuestra presencia en la calle y en las casillas antes, durante y después de la jornada electoral, y de usar cuantas vías legales, nacionales e internacionales, estén a nuestro alcance. ¿Estaremos dispuestos a recurrir incluso a la resistencia pacífica estilo Mahatma Gandhi?
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