Métodos

Una vez que Morena ha definido su método de selección de corcholata, toca el turno a los partidos de oposición definir las suyas. Siempre segundones, siempre esperando a ver qué hace el presidente para entonces reaccionar –y eso muy de vez en cuando–. Ya dijeron que en dos semanas dirán algo al respecto. No es sorpresa. Los liderazgos del PAN y del PRI están en otras agendas que no sabemos cuáles son, pero evidentemente no están en lo que andan los ciudadanos. Uno está por convertir su partido –el PRI– en un negocio personal y el otro buscando las maneras más seguras de que el PAN pierda abrumadoramente.

Cada partido hará lo que considere adecuado para su método de selección. Nada los obliga a hacerlos abiertos, por votación, con presencia ciudadana ni nada por el estilo. Puede ser un dedazo, dos dedazos, una encuesta, una tómbola o un volado. Y eso no les quitaría lo legítimos. Por cuestiones de nuestra vida política, el dedazo era el significado del inicio de nuestras desgracias y de la falta de democracia en el país. El PAN, en contraste con el PRI y para mostrar claramente la diferencia, tenía elecciones internas democráticas en las que participaban únicamente sus militantes –salvo para candidatos, siempre se podía incluir a un ciudadano; de hecho, la primera candidatura a la presidencia del país se la ofrecieron al ciudadano Luis Cabrera, que amablemente la rechazó–. Así que para no parecerse al PRI, los demás partidos optaron, en los años 90, por hacer procesos similares al panismo. Cosa que incluso terminó haciendo el PRI. Al final, las del PAN terminaron siendo un cochinero en las que dominaba el dinero y el manejo del padrón de militantes como si fuera nómina.

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A muchos les parece muy antidemocrático lo que decidió el presidente y que le ordenó a Morena. En efecto, hay cosas antidemocráticas y francamente dictatoriales, como la de prohibir el contacto de los precandidatos con medios de comunicación que representen “al viejo régimen” (López Obrador, Durazo, Bartlett, Ebrard, Adán Augusto no son más que priistas del viejo régimen). Esa prohibición ya existía, pero se animaron a expresarla y ponerla como regla escrita. Fuera de eso me parece que el método para seleccionar a su candidato le da el control al Presidente del proceso para que no se salga de tono; se prohíben los debates y los ataques entre participantes, se obliga a aceptar los resultados y hay premios de consolación para los perdedores. El orden, la unidad y, ante todo, evitar el desgaste que pueda utilizar la oposición. Todo parece indicar que será un proceso exitoso para los de Morena.

Queda ver qué deciden el PAN y el PRI. En el caso del PAN, puede optar por hacer algo nada más para militantes, tanto candidaturas como votantes. De esa manera podrían excluir a Lilly y a Xóchitl del proceso y mandarlas a competir con las organizaciones ciudadanas. También podría hacer algo grande donde se den debates y participación ciudadana, pero que voten nada más militantes o algo abierto a todos, lo que es una invitación a que el enemigo te escoja al candidato.

El PRI, ni idea qué pueda hacer, pero algo para excluir a los inconformes con la dirigencia es casi seguro. O una elección en la que Alito gane con 98% de la votación, lo cual ha mostrado que es capaz de hacer.

Faltaría el PRD, que tendría que hacer un método en el que puedan participar tres precandidatos, para que, de esa manera, participen todos sus militantes y entre ellos se avientan un piedra, papel o tijera, y el que gane es candidato.

Esto en lo que respecta a los partidos opositores.

Falta el tema de las ONG, que comanda el señor Claudio X. González. Al parecer quieren una primaria abierta por completo con una mezcla de voto digital y en urna. Algo de buena fe, pero de mala práctica. Están en su derecho, como los partidos en el suyo. El problema es que luego quieren que los de los partidos participen con las ONG para nada más tener un candidato. Suena complicado. Y más si el señor Claudio insiste en pelearse con los partidos y regañarlos públicamente. Al final del día los partidos son la plataforma necesaria. Indeseable, pero necesaria.

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