Uno de los rasgos del poder político es que es afrodisiaco, placentero y muchos seres humanos que lo prueban ya no lo quieren soltar. Funciona tal como una droga, es, en resumen: ¡el placer de mandar!
Se da en grande y en pequeño; hasta el cadenero del antro, se siente poderoso con su soberana decisión de permitir o no permitir la entrada a un negocio. Es por eso que, en el partido dominante en México, como en los partidos de oposición, se encuentra esa vieja conducta de intentar concentrar, controlar y perpetuar el poder, y cuando se percibe el riesgo de perderlo, pues simplemente se cancela el debate, la crítica o se generan actos para simular la democracia.
En el partido Morena, Marcelo Ebrad propone un proceso donde haya debates, para que los militantes de ese partido puedan escuchar, ver y evaluar las capacidades de las llamadas “corcholatas” y entonces decidir ya con argumentos su voto razonado. Pero un ejercicio de esa naturaleza corre el riesgo de que el gran elector, que es el presidente, pierda el control del proceso. Como le pasó a Vicente Fox con su favorito Santiago Creel; en una contienda interna donde el debate se lo llevó Felipe Calderón y Creel mostró sus limitaciones en vivo y a todo color.
Por otra parte, algunas de las organizaciones de la sociedad civil son las que piden debates y una interna para elegir al candidato de oposición, para enfrentar con éxito al partido en el poder.
Está claro que, en un ejercicio de esa naturaleza, muchos de los aspirantes mostrarían sus deficiencias, no sólo porque saben o no saben, sino por su falta de conexión y empatía con el México real. Pero lo más importante, los dirigentes de los partidos políticos perderían control del proceso. Muchos de esos dirigentes simplemente juegan a administrar al partido, como franquicia, y su negocio es perder.
Es por eso que los partidos políticos y sus personalidades no tienen prisa en definir; están calculando como sacar raja del proceso interno en Morena, con quién negociar; o incluso, esperar si una de las corcholatas se rebela en el proceso, situación que es difícil, pero no imposible.
Por estos asuntos del poder, es complicado que los viejos dirigentes políticos de tiros y troyanos, acepten los debates políticos y las primarias. Desde sus dirigencias se va argumentar que eso los va a dividir, o cualquier otro pretexto, antes de perder el control y el poder, así sea el mínimo. Todo, antes que jugar a la democracia de cara a la sociedad.
Los griegos, que son los pioneros del debate público, al cual llamaron retórica, buscaban persuadir a los auditorios a través de argumentos y posiciones claras. Un debate no siempre determina el curso de una elección, pero sí pone en el escenario las habilidades y limitaciones de los que quieren gobernar. Ir a un proceso de primarias abiertas para sacar al candidato de la oposición puede generar temores en los viejos políticos, pero sería un paso histórico en la democracia mexicana.
El temor a perder el poder puede llevar al ser humano a cometer grandes estupideces e injusticias. Todo político profesional que realmente quiera trascender en la historia bien haría en recordar a Sir Winston Churchill: “Temer es una reacción. El coraje es una decisión”. En esta etapa rumbo a la elección presidencial, veremos si predominó el temor en toda la clase política, o apareció el carácter de los grandes líderes, cuando más se les requiere.
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