PROFECÍAS II

En la pasada entrega vimos que la Virgen de Fátima advirtió; si la humanidad no se arrepiente de sus pecados, Rusia propagara sus errores por el mundo. Estos yerros del marxismo, como bien señalara Pio XII, contienen los errores de tres perversas revoluciones: “La Revolución Protestante fue contra la Iglesia: Cristo sí, Iglesia no; la Revolución Francesa, dirigida por la masonería, fue contra Cristo: Dios sí, Cristo no; finalmente, con la Revolución Comunista, llegó el grito impío: Dios ha muerto o, mejor dicho, Dios jamás ha existido”.

Es, la total negación de Dios, el error (del cual derivan incontables otros) que en las últimas décadas, bajo el ateísmo comunista y el secularismo liberal, se fue extendiendo, rápidamente; promoviendo la perniciosa quimera de que el hombre, desconociendo a Dios como Rey y Señor, puede con sus propias fuerzas, edificar un paraíso terrenal. Error gravísimo que, como alertara León XIII; haciendo caso omiso de la voluntad de Dios, subvierte el orden natural divino para sustituirlo por el libre arbitrio y el caos infernal de una alternativa prometeica que se escandaliza de la Cruz redentora porque en la economía de la redención la Cruz es trono real: regnavit a ligno Deo (Dios reinó desde la Cruz).

Paradójicamente, la sociedad al rechazar a Dios como Sumo Bien ha colocado, en Su lugar, al Estado “orgullosamente laico” al cual se le “reconoce” su capacidad de imponer, con total rechazo a la ley natural; normas arbitrarias, legislaciones injustas y hasta leyes criminales. Ya que, habituados como estamos, a elegir el mal menor, hemos terminado por indiferenciar el bien del mal al tiempo que excusamos males cada vez más perversos en nombre de la tolerancia y la inclusión. Asimismo, nuestros mesiánicos líderes prometen constantemente resolver los crecientes problemas económicos, políticos, sociales y hasta morales que ellos mismos han provocado; promoviendo, para ello, un nuevo orden mundial fundamentado en: un irenismo amorfo e insulso que rechaza la verdadera paz; una igualdad que creada artificialmente niega el mérito y escarnece la virtud; una dependencia a cuestionables organismos internacionales que atacan el principio de subsidiariedad; una sombría e inicua filantropía que sustituye la caridad y una hermandad de todos los hombres sin la paternidad de Dios.

El hombre, al rehusar la debida obediencia a Dios, tanto en la vida pública como en la vida privada y doméstica ha rechazado a Quien es Suma Verdad. Por ello, a la humanidad actual la caracteriza un ateísmo práctico, pues aún muchos de quienes nos confesamos creyentes, vivimos a “nuestra manera” es decir, como si Dios no existiera. Prueba de ello son los muchos políticos que, confesándose católicos promueven males intrínsecos sin el menor pudor y, aparentemente, sin el más mínimo remordimiento apoyados por nuestra tibia, cuando no una gélida, indiferencia religiosa. Asimismo, la negación de la verdad objetiva pasó, rápidamente, del relativismo al desprecio y de ahí, a la actual persecución a la verdad; la cual, actualmente, es atacada a través de la manipulación y el secuestro del lenguaje así como por diferentes leyes de des-memoria histórica y odio a la verdad que han dado origen a la llamada, cultura de la cancelación.

Además, basta mirar a nuestro alrededor para ver que nuestra sociedad, al expulsar a Dios, Suma Belleza, de la vida pública, ha rechazado la hermosura, pues si algo caracteriza a nuestra época es el culto al feísmo. Esto es evidente en: el vestuario (no pocas veces raído y hasta manchado); los adornos (tatuajes, perforaciones y anillos colgantes) el ruido arrítmico al que osadamente llamamos música y los bodrios, frutos de angustias y traumas públicos y privados que presuntuosamente llamamos arte.

La humanidad no sólo ha recibido con gran indiferencia el llamado a la conversión y a la penitencia de la Santísima Virgen de Fátima, sino que, habiendo perdido el sentido del pecado práctica, públicamente, los más vergonzosos vicios. Ya que, en las últimas décadas, han sido innumerables los terribles crímenes cometidos, a diestra y siniestra, por poderosos países. Mientras tanto la sociedad, a nivel mundial, presenta los efectos mortales de haber expulsado a Dios de su seno: inmodestia, anticoncepción, infidelidad, divorcio, cohabitación, promiscuidad, pornografía, aborto, abuso sexual, la perversa y amplia agenda de la ideología de género, corrupción, usura, homicidios, terrorismo, explotación y trata de personas, etc. A pesar de todo esto, seguimos esperando que el estado, la ciencia, la tecnología y los organismos internacionales vengan a solucionar nuestros problemas. Olvidamos que el hombre, marcado por el pecado de Adán, no puede engendrar una sociedad perfecta, y que su empeño por crear un paraíso terrenal de espaldas a Dios lo lleva a construir totalitarismos infernales bien sea bajo el comunismo, el progresismo, el liberalismo o cualquier otra ideología que, como advirtiera Pio XII: “…quiere la naturaleza sin la gracia; la razón sin la fe; la libertad sin la autoridad; y a veces la autoridad sin la libertad”.

Ante todos los males de nuestra época y los muchos más que nos amenazan, sigue vigente el llamado de la Virgen de Fátima a la conversión, al rezo diario del santo rosario así como a los actos de reparación por los muchos pecados de la humanidad. Recordemos que, como afirmase San Pío IX: “Cuando los hombres reconozcan, tanto en la vida privada como en la pública, que Cristo es Rey, la sociedad recibirá por fin las grandes bendiciones de la verdadera libertad, la disciplina bien ordenada, la paz y la armonía”.

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