“El nacimiento de los hijos es el principal indicador para medir la esperanza de un pueblo. Si nacen pocos niños significa que hay poca esperanza”, afirmó el papa Francisco durante la tercera edición de los “Estados Generales de la Natalidad” en Italia que tiene la finalidad de analizar el estado de salud demográfico de ese país.
Resaltó que el reto de la natalidad es una cuestión de esperanza, aunque alertó que esta no es optimismo, como a menudo se piensa, no es un vago sentimiento positivo sobre el futuro, no es una ilusión ni una emoción, sino que es una virtud concreta y tiene que ver con opciones concretas.
“La esperanza se alimenta del compromiso de cada uno con el bien, crece cuando nos sentimos partícipes e implicados en dar sentido a nuestra vida y a la de los demás. Alimentar la esperanza es, por tanto, acción social, intelectual, artística, política en el más alto sentido de la palabra; es poner las propias capacidades y recursos al servicio del bien común, es sembrar futuro. La esperanza genera cambio y mejora el futuro”, apuntó.
El Sumo Pontífice recordó que el año pasado Italia alcanzó el mínimo histórico de nacimientos, lo cual aseguró que no sólo tiene repercusiones desde el punto de vista económico y social, sino que también mina la confianza en el futuro.
“Los jóvenes viven hoy en un clima social en el que fundar una familia se está convirtiendo en un esfuerzo titánico, en lugar de ser un valor compartido que todos reconocen y apoyan. Sentirse solo y obligado a confiar únicamente en las propias fuerzas es peligroso: significa erosionar poco a poco la vida en común y resignarse a existencias solitarias, en las que cada uno tiene que arreglárselas por su cuenta. Con la consecuencia de que sólo los más ricos pueden permitirse, gracias a sus recursos, más libertad a la hora de elegir qué forma dar a sus vidas. Y esto es injusto, además de humillante”, indicó.
El Santo Padre dijo que hoy más que nunca, en medio de guerras, pandemias, desplazamientos masivos y crisis climáticas, el futuro parece incierto. De hecho, añadió, la velocidad que nos rodea aumenta la fragilidad que llevamos dentro.
En este contexto de incertidumbre y fragilidad, las generaciones más jóvenes experimentan más que nadie un sentimiento de precariedad, por el cual el mañana parece una montaña imposible de escalar. En este sentido parafraseo a Giorgia Meloni, primera Ministro de Italia, quien dijo que “las dificultades para encontrar un trabajo estable, las dificultades para mantenerlo, las casas prohibitivamente caras, los alquileres por las nubes y los salarios insuficientes son problemas reales. Son problemas que cuestionan la política, porque está a la vista de todos que el libre mercado, sin los correctivos necesarios, se vuelve salvaje y produce situaciones y desigualdades cada vez más graves”.
Asimismo, Francisco dijo que existe una cultura que podría considerar enemiga de la familia, ya que está centrada en las necesidades del individuo, donde se reivindican constantemente los derechos individuales y no se habla de los derechos de la familia.
Indicó que se necesitan políticas con visión de futuro las cuales ayuden a preparar un terreno fértil para que florezca una nueva primavera y dejar atrás este invierno demográfico, y agregó que se requiere “abordar el problema juntos, sin vallas ideológicas ni posturas preconcebidas”.
Señaló que es necesario cambiar de mentalidad ya que “la familia no es parte del problema, sino parte de su solución. Y por eso me pregunto: ¿Hay alguien que pueda mirar al futuro con el valor de apostar por las familias, por los niños, por los jóvenes?”.
El Papa también indicó que no podemos aceptar que nuestra sociedad deje de ser generativa y degenere en tristeza, pues cuando no es generativa llega la tristeza. “No podemos aceptar pasivamente que tantos jóvenes luchen por realizar su sueño familiar y se vean obligados a bajar el listón del deseo, conformándose con sucedáneos privados y mediocres. Todo es bueno y correcto cuando forma parte de un proyecto generador y más grande; si, por el contrario, se quedan sólo en aspiraciones individuales, se marchitan en egoísmo y conducen a ese cansancio interior.
“Este es el estado de ánimo de una sociedad no generativa: cansancio interior que anestesia los grandes deseos y caracteriza a nuestra sociedad como una sociedad del cansancio. Demos de nuevo aliento a los deseos de felicidad de los jóvenes. Cada uno de nosotros experimenta cuál es el índice de su propia felicidad: cuando nos sentimos llenos de algo que genera esperanza y calienta el alma, es espontáneo compartirlo con los demás.
“Por el contrario, cuando estamos tristes nos ponemos a la defensiva, nos encerramos en nosotros mismos y percibimos todo como una amenaza. Aquí, tanto la natalidad como la acogida, que nunca deben oponerse porque son dos caras de la misma moneda, nos revelan cuánta felicidad hay en la sociedad”.
El Vicario de Cristo resaltó que el reto de la natalidad es una cuestión de esperanza, pero advirtió que hay que tener cuidado pues la esperanza no es, como a menudo se piensa, optimismo, no es un vago sentimiento positivo sobre el futuro. No es una ilusión ni una emoción; es una virtud concreta. Y tiene que ver con opciones concretas.
“La esperanza se alimenta del compromiso de cada uno con el bien, crece cuando nos sentimos partícipes e implicados en dar sentido a nuestra vida y a la de los demás. Alimentar la esperanza es, por tanto, acción social, intelectual, artística, política en el más alto sentido de la palabra; es poner las propias capacidades y recursos al servicio del bien común, es sembrar futuro. La esperanza genera cambio y mejora el futuro”, señaló.
Te puede interesar: Legisladores deben defender el derecho a la vida, plasmado en la Constitución: PXLV
Facebook: Yo Influyocomentarios@yoinfluyo.com