El ser humano está abierto a su entorno y su organismo nos lo muestra, tiene cinco sentidos cuya función es obtener información de lo físico y facultades para lo espiritual. Los aspectos físicos ayudan a conocer el dónde y el cómo de aquello que nos rodea. Lo espiritual responde a algo más profundo pues da oportunidad de percibir detalles tras los datos físicos.
La percepción espiritual consiste en advertir efectos en el modo de recibir los datos físicos, por ejemplo: causas, efectos, preferencias, comparaciones, magnitudes, aplicaciones, entre otros muchos datos. También nos hacen dar un paso más al tratar de saber cómo lo han percibido otros y establecer diálogos para compartir lo propio o para hacer observaciones y discrepar o asemejar ante los variados puntos de vista.
Todos estos hechos se encuentran rodeados de un ambiente de aprecio o disgusto. Esto es muy natural, aunque se percibe menos en la medida del desarrollo de las personas, por acostumbramiento y por la falta de asombro ante tal modo de proceder. En los recién nacidos la respuesta es inmediata, muestra rechazo o bienestar, él mismo no lo puede reflexionar, pero los demás sí debemos hacerlo.
También el aprendizaje para adecuar nuestras reacciones al buen modo de relacionarnos con los demás puede inhibir la capacidad de observar nuestras reacciones o de impedir la espontaneidad del modo de responder. En el fondo se advierte la prioridad que damos a conservar las buenas relaciones con los demás, y el deseo de evitar incomodarles.
En lo profundo estamos tratando de llevarnos bien, de conservar las relaciones, de agradar, de estar bien en compañía. En el fondo es la manera natural de llevaros bien con los demás, es el cultivo de distintos tipos de amor. El amor causa sinergias y propicia un entorno agradable para todos. Es sumar, es concordar, es agradar, es compartir, es participar.
En la base de estas tendencias está el amor. El amor es unitivo, sumativo, enriquecedor. El amor es una necesidad universal para la afinidad o armonía, anhelado de diversas formas según las diferentes ideologías y puntos de vista. El amor es causa de unión no material sino espiritual. No se trata solo de demostraciones físicas, sino de algo más profundo y totalizante. El amor implica tener hacia el prójimo actitudes de comprensión, respeto, ternura y compromiso.
Los seres humanos siempre buscamos el bien en nuestras actividades y el mejor bien es el amor porque crea el entorno digno. Sin embargo, es necesario adecuar el tipo de amor a las distintas circunstancias por las que atravesamos. Por ejemplo, no es el mismo tipo de amor el de los cónyuges, al debido a las amistades o hacia otras personas. Tampoco es igual el amor al iniciar una relación al debido cuando han pasado años. En estas distinciones consiste el amor como proceso. No es estático ni idéntico para todos, ni en el paso del tiempo.
Sin embargo, lo adecuado en las personas es actuar siempre por amor. Poner empeño en lograrlo, aplicando todas nuestras potencias: los sentidos especialmente la imaginación, y por supuesto nuestra inteligencia y la voluntad. De este modo facilitamos la enseñanza de Tomás de Aquino, quien decía, aquello que ha sido causa del surgir de una realidad, debe ser también la causa de su desarrollo. El amor mutuo es el auténtico motor. Si se pone amor, los demás lo replicarán también y se elevan las relaciones.
Existen distintos tipos de amores: el amor de familia, el amor que se le tiene a una mascota, a los amigos, el amor conyugal, el amor a la patria. Muchos de estos tipos de amores suelen estar presentes a lo largo de la vida y se han de armonizar. Se necesita el amor y el afecto para vivir, ya que las personas son seres sociales y está comprobado que sin afecto es difícil vivir y desarrollarse.
El modo más significativo es el amor que forja un hogar. Por eso, es un proceso que se debe conocer para vivirlo bien. Inicia con el enamoramiento entre un hombre y una mujer. Esa fuerza les lleva a unirse. Pero esa unión es un inicio. El enamoramiento dura aproximadamente tres años. Luego hará falta poner intencionalidad en el corazón, en la inteligencia y en la voluntad para diseñar un nuevo amor más maduro y más perdurable. Si se desconoce este proceso se puede destruir la unión porque el enamoramiento pasó.
El esfuerzo por descubrir el momento del amor en el que cada uno se encuentra es notorio para los demás y es un modo de alentarles a hacer lo mismo. Esto es especialmente importante en la familia, se trata del ejemplo de los mayores a los jóvenes. Esta responsabilidad es de tomarse muy en cuenta, notoriamente se ha descuidado y por eso, el matrimonio está disminuyendo y la cohabitación y la procreación extramatrimonial se han hecho más comunes
Los procesos requieren renovarse de acuerdo al tiempo recorrido. Los procesos evolucionan y requieren las atenciones debidas. Resulta inadecuado querer reproducir las experiencias de los inicios, cada lapso tiene sus propias características y hay que cultivarlas. Así sucesivamente, cada etapa tiene su propia madurez y en ésta se apoy la siguiente etapa.
Las manifestaciones del amor son ricas, profundas, variadas. Algunas características pueden ser: acoger, cercanía, comprensión, perdón, misericordia. Todo ello con oportunidad según el modo de ser y las necesidades de los destinatarios.
La falta de estabilidad en la pertenencia a una institución puede ser motivado por no querer afrontar los retos más complejos y exigentes de las relaciones humanas que llevan más tiempo. El amor se vuelve más profundo y complejo, requiere más esfuerzo. Por el contrario, el cambio de relaciones supone menos compromiso y no requiere reparar el desgaste porque todavía no lo hay.
Una vida bien vivida es aquella que se esfuerza por conservar mejorando lo que se ha establecido. Una vida huidiza es la de quien vive sumergido en relaciones superficiales infantiles o adolescentes pero temerosas al reto de la madurez. En el fondo lo que se necesita es aprender a vivir el amor verdadero.
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