Por estos días se cumplen tres años de que la pandemia del CORONAVIRUS (popularmente conocida como COVID-19) empezó a causar sus primeras víctimas en México.
Durante el desarrollo de una pandemia que resultó ser atroz, el gobierno federal ha venido adoptando las más diversas posturas que van desde el “Hay que abrazarse, no pasa nada” (4 de marzo de 2020) hasta el “Nos vino como anillo al dedo para afianzar el propósito de la 4T”. (2 de abril de 2020).
Entretanto se impuso el QUÉDATE EN CASA que en gran parte causó que quebrasen miles de empresas hundiendo en el desempleo a miles de trabajadores.
Se impuso el uso de mascarilla, se radicalizó el HOY NO CIRCULA, se suspendieron clases en las escuelas y se vio cómo la sana distancia hacía que nos viésemos mutuamente con desconfianza.
Durante el tiempo que duró tan terrible peste, por causa de la misma hemos visto cómo amigos entrañables han cruzado los umbrales de la eternidad; los recordamos con nostalgia y pedimos por su eterno descanso. Entre ellos se cuentan Reynaldo Vieira, Carlos Arnaus, Blanca Sevilla, Antonio Montiel, Carlos Valles y los hermanos Alejandro y Ricardo Esponda.
Una pavorosa pandemia muy parecida a la peste negra que en el siglo XIV le costó la vida a la tercera parte de la población europea.
Una pandemia que parece estar llegando a su fin, pero que durante estos tres años hizo que cambiasen muchas de nuestras costumbres.
Algo que no admite discusión es el hecho de que el COVID ha dejado lecciones que permitirán hablar de la plena consolidación de la revolución digital.
Y es que, al menos en materia laboral, no hay duda alguna de que sí es posible la alternativa del teletrabajo.
Obligada por el encierro causado por la pandemia, la gente ha utilizado más la tecnología; y es así como ahora las clases “on line” se ven como algo de lo más normal.
Y no digamos de las videoconferencias que –por lo que a continuación explicaremos- ofrecen muchas ventajas.
Los conferencistas e investigadores –por causa del COVID- no han tenido que invertir tiempo en el tráfico, buscando donde estacionar el auto y evitando recibir en la oficina visitas inoportunas.
Una de las ventajas del trabajo en casa, realizado con la ayuda de las computadoras, ha sido que hemos tenido más tiempo para convivir con nuestros seres queridos.
Gracias al ZOOM, a las nueve de la mañana podemos estar en la Ciudad de México, dos horas después tener una reunión en Chicago y poco después del mediodía sustentar una conferencia en Barcelona.
Aunque algunos se empeñen en negarlo, la vida ya no volverá a ser la misma como tampoco nosotros lo seremos.
Según nos dicen, la pandemia se encuentra ya en vías de extinción, motivo por el cual podemos regresar ya a las actividades que teníamos hace tres años.
No obstante, querámoslo o no, el regreso no será ya como antes.
Echaremos de menos aquellos tiempos en que acudíamos a los restaurantes, se daban largas sobremesas en familia y pedíamos permiso para juntarnos a la otra mesa en la que estaban amigos muy queridos.
Y ponemos punto final a este comentario citando unas frases significativas que aparecieron en un desplegado de la Cámara Nacional de la Industria de Restaurantes y Alimentos Condimentados (CANIRAC):
“Las sobremesas en familia. El “Don Luis, mándenos más botanas” “Yo pago esta ronda”. El “Vénganse, juntamos otra mesa” “¿Quién va a querer postre?” Y el “qué, ¿Matamos la tarde?”
Nuestro México gira alrededor de la comida. De esas comidas que se convierten en cenas, esas cenas de negocios en las que se hacen amigos o las tardes interminables con los que queremos” (CANIRAC. Jueves 26 de marzo de 2020)
Pudiera ser, amigos lectores, que regresen los viejos tiempos; sin embargo, por lo que arriba dijimos, aquellos viejos tiempos ya no serán los de antes por la sencilla razón de que estamos ahora estrenando los nuevos tiempos.
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